Es imposible educar niños al por mayor; la escuela
no puede ser el sustitutivo de la educación individual.
Alexis Carrel
Toda vez que inició el ciclo escolar del periodo 2023-2024, se han establecido, apenas, una serie de lineamientos por la Secretaría de Educación Pública respecto a la evaluación de los estudiantes de educación básica, integrada por los niveles preescolar, primaria y secundaria, considerándose para este proceso una evaluación por fases, señalándose, además, que solo en secundaria habrá reprobados, en el ciclo que transcurre.
Al respecto, el mes próximo pasado, la SEP dio a conocer el acuerdo para la evaluación del aprendizaje, promoción, regularización y certificación de alumnos de educación básica, los elementos que llevarán las nuevas boletas de evaluación, así como los criterios para evaluarlos y los valores correspondientes, señalándose que en el preescolar la evaluación no tendrá asignaciones numéricas y en primarias la escala de calificaciones será de seis.
Considerando que estas “nuevas” formas de evaluación fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación, se ha iniciado la vigencia teniendo cobertura nacional; por lo tanto, en preescolar no se utilizarán valores numéricos al aprendizaje de las niñas y niños que cursen cualquiera de los tres grados de este nivel; este periodo tiene asignada la fase dos; en la fase tres, cuatro y cinco que comprenden de primero a sexto de primaria, los profesores usarán la escala de seis a 10, y podrán agregar observaciones y sugerencias de cada campo formativo, los infantes que cursen el primer grado serán acreditados de acuerdo a la asistencia, pero deberán motivar e impulsar a los estudiantes de segundo a sexto grado que obtengan seis de calificación como promedio final en los campos formativos.
Respecto de la educación secundaria el panorama será distinto, los estudiantes de primero a tercer grado, que corresponde a la fase seis, serán calificados en escala de cinco a 10, acreditando las materias cuando tengan un promedio mínimo de seis en cada disciplina de los campos formativos.
Bajo estos criterios normativos implementados por la SEP, como siempre ocurre, se han generado falsas interpretaciones y expectativas en cuanto a su aplicación, pareciera muy simple el asunto, sin embargo, la incertidumbre provocada por las adecuaciones a los criterios de evaluación que, al final, se traduce como una calificación, así entendida especialmente por los padres de familia, por ello, debe ser obligatoria una explicación formal y oficial que permita clarificar lo correspondiente a las evaluaciones y calificaciones.
En contrasentido a estas “nuevas” formas, las realidades del sistema educativo mucho tienen que ver en los contextos en los que se desarrollan, así como de los estudiantes que se atienden por sus características y condiciones, es aquí donde se trastocan las normas o las leyes como se pretenda entender, pues la normalización y la inclusión rompen con tanta rigidez, dicho de otra manera, cuando en alguna escuela, sea rural o de ciudad, se tienen niños con cualquier tipo de discapacidad, los criterios utilizados por los profesores y autoridades son de que se le asignen calificaciones sin que se tengan los aprendizajes establecidos por las escuelas, bajo el argumento, además, de que serán estudiantes que no podrán avanzar en otros estudios superiores.
Al final, como ocurre cada vez que surgen nuevos acuerdos, el cumplimiento oficial solo se queda en el papel, pues en la práctica las cosas son totalmente diferentes.
Cambiando la temática de las evaluaciones, otro “acuerdo” surgido ahora de las autoridades educativas locales fue la implementación del uniforme único para que fuera utilizado en este ciclo escolar, lamentablemente las indicaciones no han sido ni serán cumplidas, pues se realizaron algunas modificaciones que propiciaron el incumplimiento del objetivo, entre otros tantos, por ejemplo, en lo que se refiere a la venta de los uniformes, los establecimientos autorizados no tuvieron la capacidad suficiente para cubrir la demanda por lo que aparecieron otras ofertas que rompieron con el formato del “uniforme único”, de nada sirvió que los padres de familia hicieran sus pedidos y luego enormes filas para que se los entregaran, ni qué decir de los precios, arbitrariamente manejados por los comerciantes.
Otro factor que influyó en la inconsistencia del acuerdo, fue justamente la libertad de acatar o no la medida por las escuelas particulares, es decir, no habría exigencia y se les daría libertad para mantener los uniformes que ese tipo de instituciones determinen; luego, en las 56 escuelas de educación indígena tampoco se aplicará la medida, pues se argumenta que, en asambleas realizadas en esas escuelas, las mismas, definieron sus uniformes.
Desde otra perspectiva, quienes se encargaron empeñosamente del diseño de los uniformes, obvio, debieron ver frustrados sus trabajos, pues de nada sirvieron las formas y los colores que, supuestamente, tendrían un mensaje de personalidad intrínseco e histórico, por ejemplo, dijeron que el color gris, con acentos de morado y turquesa, representaba a los Cuatro Señoríos de Tlaxcala, situados en cortes geométricos que representan fuerza y tradición.
Con todo lo anterior, entre las ligerezas de los acuerdos, por no hacer obligatorio el uniforme, como se había dicho, ni su representación histórica en sus colores, como tampoco la amenaza de sancionar a las escuelas que no cumplieron, lo cierto es que se diluyó el acuerdo para portar el uniforme único en las escuelas del estado.
Otro “acuerdo” surgido ahora de las autoridades educativas locales fue la implementación del uniforme único para que fuera utilizado en este ciclo escolar, lamentablemente las indicaciones no han sido ni serán cumplidas, pues se realizaron algunas modificaciones que propiciaron el incumplimiento del objetivo