/ lunes 12 de junio de 2023

Atlas de trabajo infantil… maldita sea

La infancia debiera ser, independientemente de nuestro origen, nivel socioeconómico, etnia o nacionalidad, la principal etapa de formación en valores, de construcción de autoestima a partir del amor, del juego, la aceptación incondicional…en pocas palabras, la piedra angular de nuestras vidas. Infancia es destino dice el adagio y no se equivoca.

Para millones de niñas y niños en el mundo, incluido tristemente nuestro país, la realidad es horrenda, una pesadilla. La organización Save the Children recientemente presentó el informe “Atlas de Trabajo Infantil”, una investigación que busca detectar las situaciones y condiciones que colocan a niñas, niños y adolescentes (NNA) mexicanos en riesgo de hacer actividades laborales.

El hallazgo base es que 3.3 millones de NNA, casi el 9% del total, realizan trabajo infantil en México. Entre otras acciones de sensibilización, la campaña #NiñezLibreDeTrabajo impulsa la exposición de la realidad en cifras para sensibilizar y reflexionar sobre el trabajo infantil en nuestro país. Ya fue presentado en Tlaxcala, por cierto.

Estos son ejemplos de sus voces (piensa en ti o en tus hijas e hijos a esas edades):

Bárbara tiene 12 años y fue víctima de explotación sexual. Miles de NNA han sido privados de su libertad con la finalidad de explotarlos sexual o laboralmente, intercambiarlos por dinero y obtener beneficios comerciales. “Desde los once años me obligaron a prostituirme, un señor me vigilaba y amenazaba. Tenía que prepararme siempre para los turistas que venían a la playa. Me daba mucho miedo”.

Raúl tiene 13 años y fue reclutado contra su voluntad por el crimen organizado. Durante todo ese tiempo sufrió mucho estrés y traumas que afectaron su desarrollo. “Me obligaron a trabajar para ellos, a vigilar a los enemigos, nos decían halcones. Me enseñaron a usar armas. Yo no quería, era muy chico y me daba mucho miedo pero si no lo hacía iban a matar a mi familia. Tuve que huir y ahora intento cruzar a los Estados Unidos para empezar de nuevo”.

Armando tiene 9 años y trabaja en la pesca. La pobreza es una de las principales causas de trabajo infantil; NNA trabajan para sobrevivir y cubrir sus necesidades de comida, alojamiento y ropa. “Mi papá se dedicaba a la pesca y fue quien me enseñó, pero se fue a Estados Unidos y ya no sabemos nada de él. Trabajamos bajo el sol. Las manos se me entumen y me salen llagas. No quisiera hacer esto”.

César y Pamela trabajan recolectando basura. Los principales riesgos a los que se exponen realizando estos trabajos son: infecciones, enfermedades digestivas, malnutrición, cortes con vidrios o jeringas, mordeduras de animales, picaduras de insectos, atropellos o acoso. “Antes el olor me mareaba y me daba asco, pero ya me acostumbré”.

Cada temporada de zafra cientos de niñas, niños y adolescentes trabajan en campos agrícolas para apoyar en la economía familiar. Muchos de ellos nunca regresan a la escuela y se quedan en los campos trabajando. “Tengo tres hermanos. Tenía cuatro pero uno se murió porque lo atropellaron mientras trabajábamos. Dejé de estudiar en la pandemia porque no tengo computadora ni tele. Me gustaría más estar en la escuela. De grande quisiera ser doctora pero sé que eso no va a pasar. A lo mejor trabajo en el campo toda la vida”.

Sin educación, amor o juego. La niñez que se pierde en el trabajo, ese que además es mal remunerado y delictivo y explotador lleva a un futuro comprometido; ponen en riesgo su salud, hasta su propia vida y por supuesto, no cuentan con seguridad social alguna. ¡Vaya! No cuentan con seguridad, punto. Las consecuencias son devastadoras.

Ahora atrevámonos a decir que son el futuro de México. Ojalá no crezcan para cobrar la factura porque no hay generación ni sector gubernamental, social o privado que la pueda pagar. Niñez en desesperanza y desolación y el tema de conversación son las corcholatas. Maldita sea.

La infancia debiera ser, independientemente de nuestro origen, nivel socioeconómico, etnia o nacionalidad, la principal etapa de formación en valores, de construcción de autoestima a partir del amor, del juego, la aceptación incondicional…en pocas palabras, la piedra angular de nuestras vidas. Infancia es destino dice el adagio y no se equivoca.

Para millones de niñas y niños en el mundo, incluido tristemente nuestro país, la realidad es horrenda, una pesadilla. La organización Save the Children recientemente presentó el informe “Atlas de Trabajo Infantil”, una investigación que busca detectar las situaciones y condiciones que colocan a niñas, niños y adolescentes (NNA) mexicanos en riesgo de hacer actividades laborales.

El hallazgo base es que 3.3 millones de NNA, casi el 9% del total, realizan trabajo infantil en México. Entre otras acciones de sensibilización, la campaña #NiñezLibreDeTrabajo impulsa la exposición de la realidad en cifras para sensibilizar y reflexionar sobre el trabajo infantil en nuestro país. Ya fue presentado en Tlaxcala, por cierto.

Estos son ejemplos de sus voces (piensa en ti o en tus hijas e hijos a esas edades):

Bárbara tiene 12 años y fue víctima de explotación sexual. Miles de NNA han sido privados de su libertad con la finalidad de explotarlos sexual o laboralmente, intercambiarlos por dinero y obtener beneficios comerciales. “Desde los once años me obligaron a prostituirme, un señor me vigilaba y amenazaba. Tenía que prepararme siempre para los turistas que venían a la playa. Me daba mucho miedo”.

Raúl tiene 13 años y fue reclutado contra su voluntad por el crimen organizado. Durante todo ese tiempo sufrió mucho estrés y traumas que afectaron su desarrollo. “Me obligaron a trabajar para ellos, a vigilar a los enemigos, nos decían halcones. Me enseñaron a usar armas. Yo no quería, era muy chico y me daba mucho miedo pero si no lo hacía iban a matar a mi familia. Tuve que huir y ahora intento cruzar a los Estados Unidos para empezar de nuevo”.

Armando tiene 9 años y trabaja en la pesca. La pobreza es una de las principales causas de trabajo infantil; NNA trabajan para sobrevivir y cubrir sus necesidades de comida, alojamiento y ropa. “Mi papá se dedicaba a la pesca y fue quien me enseñó, pero se fue a Estados Unidos y ya no sabemos nada de él. Trabajamos bajo el sol. Las manos se me entumen y me salen llagas. No quisiera hacer esto”.

César y Pamela trabajan recolectando basura. Los principales riesgos a los que se exponen realizando estos trabajos son: infecciones, enfermedades digestivas, malnutrición, cortes con vidrios o jeringas, mordeduras de animales, picaduras de insectos, atropellos o acoso. “Antes el olor me mareaba y me daba asco, pero ya me acostumbré”.

Cada temporada de zafra cientos de niñas, niños y adolescentes trabajan en campos agrícolas para apoyar en la economía familiar. Muchos de ellos nunca regresan a la escuela y se quedan en los campos trabajando. “Tengo tres hermanos. Tenía cuatro pero uno se murió porque lo atropellaron mientras trabajábamos. Dejé de estudiar en la pandemia porque no tengo computadora ni tele. Me gustaría más estar en la escuela. De grande quisiera ser doctora pero sé que eso no va a pasar. A lo mejor trabajo en el campo toda la vida”.

Sin educación, amor o juego. La niñez que se pierde en el trabajo, ese que además es mal remunerado y delictivo y explotador lleva a un futuro comprometido; ponen en riesgo su salud, hasta su propia vida y por supuesto, no cuentan con seguridad social alguna. ¡Vaya! No cuentan con seguridad, punto. Las consecuencias son devastadoras.

Ahora atrevámonos a decir que son el futuro de México. Ojalá no crezcan para cobrar la factura porque no hay generación ni sector gubernamental, social o privado que la pueda pagar. Niñez en desesperanza y desolación y el tema de conversación son las corcholatas. Maldita sea.