Algunos hablan de que este catorce de agosto estuvieron en “La noche que nadie duerme” 350,000 visitantes. Otros de forma optimista hablan hasta de 600,000. Fué otra jornada inolvidable, de magia, de ensueño, de palpable fé, de no regateada admiración. De arte efímero que se estampa en ricas y bellas combinaciones, coloridas y asombrosas, con diseños fascinantes con iluminación y ambiente festivo, por demás desbordante.
¿Qué es Huamantla y su feria? Lo es todo. Es voluntad colectiva, que nace del individuo y se convierte en un solo haz. Es la generalizada admiración. Es la decisión surgida hace décadas, por ser únicos, por manifestarse con originalidad. Es la creativa imaginación que se convierte en evento asombroso, es la resolución de miles para juntos caminar en un solo sendero. Es voluntad férrea y permanente de quienes deciden hacer historia. Es el inteligente y sensato arrebato para construir una identidad propia. Esto y más.
¡Esos tapetes señor mío…! Son obra de arte con elementos regionales que enaltecen lo propio. El totomoxtle en ellos se vuelve arcoíris. La teñida mazorca en insospechada alegoría. Los olotes en colorida fantasía, frutas y semillas, las gardenias que blanquean y perfuman, rosas, hortensias, margaritones y demás encuentran acomodo en esos lienzos fugaces, pero ya legendarios y hasta las arenas, metales y pétreos colorean esos maravillosos trabajos. Por supuesto que los visitantes admirados ente tanto embeleso, en el atrio catedralicio embarazan sus cámaras con tanto color e imagen de estos milagros expuestos que durante treinta días suceden, pero no se repiten.
La piedad que tienen por su imagen de la caridad los huamantlecos es incomparable. En imponente y majestuosa procesión en horas de la madrugada del quince transita ante el fervor de fieles y visitantes por encima de los confeccionados tapetes a lo largo de kilómetros y kilómetros de calles, en un acto de fe y amor pocas veces visto. Toda una comunidad que se concilia y expresa en estas obras de arte, su portentosa iluminación, su música, su hospitalidad para los ajenos y ese cariño que no se extingue en horas.
La sagrada imagen transita arropada con hermosísimo manto y vestimenta de seda, en donde manos piadosas bordaron con seda. Tardes y noches durante meses, bordadoras expertas se dieron cita en la casa de esa mujer ya extinta que siguió la materna tradición. La legendaria “Doña Carito”. Bordaron con verdadera imaginación y arte, con pasión. A un lado de la Basílica de la Caridad, en abierta exposición se conservan los mantos de años pasados, porque cada vez los huamantlecos se empeñan en que su virgen querida estrene ropaje con novedosos diseños afiligranados, con hilo de oro y demás metales preciosos. De tal forma que vistosas alegorías integran ese ropaje que se confecciona con puntualidad para todas las ceremonias por celebrarse y el año por venir.
Hay eventos huamantlecos, que llegados de otras latitudes, ya se han naturalizado y hoy tienen matices y destellan con orgullo propio. Como “La Huamantlada”, en que los bravos toros rumbo de su encierro deambulan por las calles, que previamente han sido protegidas con vigas. Ocasión para que cientos de maletillas arriesguen capotazos y hasta se expongan a que algún bravío pitón les hiera o lastime. En el pasado muertos ha habido, pero esto no arredra, los mirones estarán puntuales y los que sueñan con ser toreros igual. Los toros no faltaran. Otro más que llegó, tal vez de California, es el desfile de las flores, que aquí se celebra con la flor tlaxcalteca y con la alegoría de las manos artesanas que idean los carros y los diversos temas. Que decir de “La carrera de carcachas”, que congrega a miles de fanáticos por los autos del pasado, mirones que con su sola asistencia arriesgan su vida y ocasiones ha habido de accidentados mortales, pero el evento sigue y cada año se engrandece.
Hoy las corridas de toros huamantlecas se distinguen y son únicas. La de “Las luces” como ejemplo, en ella miles de pequeñas “luciérnagas” danzan y ornamentan. Pero además en ceremonia religiosa previa al evento taurino, toreros y una feligresía contrita y devota reciben bendiciones y hasta el ave maría se entona por coros de fama nacional. Ese evento taurino pues, resulta esplendido por sus luces, su religiosidad y su pasión por la fiesta brava.
¡Huamantla es Tlaxcala, pero Tlaxcala no es Huamantla, qué más quisiéramos que así fuera!