- El 7 de noviembre de 2003 la Unesco declaró a la festividad indígena del Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
La celebración del Día de Muertos tiene raíces prehispánicas, festeja la memoria de los difuntos con visitas a cementerios y es una evocación de objetos y sentimientos por medio de coloridas imágenes (las ofrendas) construidas por los deudos.
La declaratoria de la Unesco se basa en que esta festividad es una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México, y una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país; además, el encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados, desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad.
Lamentablemente, este año, debido a la pandemia de la Covid-19, no hubo concurso de ofrendas en la Plaza de la Constitución de la ciudad de Tlaxcala, concurso donde el inolvidable maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin centraba sus explicaciones en el simbolismo de los altares de muertos, fruto del sincretismo de las tradiciones europea y mesoamericana referidas a la muerte: en los días de Todos los Santos y de los Fieles difuntos las almas de los muertos conviven con los vivos que les profesan cariño.
Se da el nombre de simbolismo a las diferentes formas de expresión que utilizan signos o señales para representar ideas o hechos. El símbolo es una figura retórica que consiste en utilizar un objeto real para referirse a algo espiritual, imaginario o para evocar otra realidad. Ejemplos: corazón (amor), paloma blanca (paz), corona de laurel (victoria), balanza (justicia), lluvia (tristeza), ciprés (muerte), etc.
Los símbolos (signos o señales) son específicamente humanos, aunque algunos (como los gestuales) pueden ser comprendidos por ciertos animales.
En la evolución de la comunicación humana -del lenguaje hablado a la escritura-, los signos visuales representan la transición -a través de figuras y pictogramas- a las señales abstractas, a los sistemas de notación capaces de transmitir sonidos, palabras y conceptos.
Los signos comunican ideas en las culturas analfabetas, pero su utilidad es mayor en las verbalmente alfabetizadas y tecnológicamente desarrolladas, donde ante la exigencia de comprensión inmediata, los símbolos son muy eficaces para producir respuestas rápidas.
Prácticamente no existe actividad humana donde los signos sean inexistentes. En los campos científico y técnico, por ejemplo, los símbolos se expresan mediante grafías o letras, tales son los casos de los símbolos químicos (C, O, H2O), matemáticos (+, -, x), unidades de medida (m, kg, l), puntos cardinales (N, O, SE), monedas ($, €), etc., su fin fundamental es simplificar la escritura en la trasmisión de las ideas y el conocimiento.
A lo largo de la historia las distintas religiones han adoptado símbolos para representar ideas y conceptos relacionados con sus creencias. La cruz se ha convertido en el símbolo principal del cristianismo, un símbolo relacionado con el islam consiste en una luna creciente y una estrella de cinco puntas y la estrella de David, una estrella de seis puntas formada por dos triángulos equiláteros es considerado el emblema principal de la religión judía.
En el ámbito político no tiene desperdicio un artículo de la profesora María José Canel, titular de la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en Comunicación Política, publicado en el diario español El País, el 1 de julio de 2005.
El párrafo final de su escrito, compromete a dedicar la próxima columna a su presentación. Helo aquí: “Como en el drama, la comunicación política tiene algo de auténtico y algo de ilusorio; como en el símbolo, hay algo de realidad presente y algo de realidad representada. En un mundo mediático, como el de hoy, el político ha de entrar al juego de lo simbólico, pero bien consciente de que entraña sus riesgos. Por eso, el verdadero poder de lo simbólico en política radica en la capacidad para gestionar la comunicación articulando fondo y forma, sabiendo que la acción política habla tan alto como el discurso.”