Vive Tlaxcala el calor de primavera, … ¡tórrido!, ¡inusual!, ¡quemante!, ¡cachondo!, … ¡cada primavera parece más intensa! Dicen quienes saben, que el planeta tierra se está sobrecalentando. Que la capa de ozono, “ya valió” y ahora los rayos solares, dañan por llegar sin “filtro”. ¡Será el sereno, pero la temperatura se incrementa.! …
Es preocupante que no llueva, que nuestros ríos ya sean drenajes, que lagunas y jagueyes, se estén secando. La temperatura sube, ¿Qué hacemos? Estas noches son de sudor y sueños húmedos. ¡qué calor en las urbes, en los campos y en los deseos más íntimos de la naturaleza humana sexual!
El jueves de la semana mayor, por la tarde nos cayó una onda fría, que algo refrescó, pero al día siguiente —viernes de procesiones y de contrición—, estábamos inmersos en otra onda cálida. No obstante, palanquetas, pepitorias, pastelitos rellenos, pescadillas capeadas, aguas frescas, chalupas y demás, no tuvieron escapatoria. Pero qué calor para quienes, procesionantes y portando túnicas, con trajes de Romanos, caminaron formaditos y en escolta, horas y horas.
Qué calor para los Poncios Pilatos, que cosecharon chicotazos al por mayor. Qué calor el de Judas, que, aparte de arrastrar pesada cruz, fue latigueado “con devoción y entusiasmo”, y de esa forma expió, hasta los pecados que nunca cometió. Qué calor el de aquel, que personalizó al Mesías cargando pesadísima cruz, coronado de espinas, chicoteado y al final crucificado y expuesto. ¡Que todo sea por la fe!, ¡Por las creencias y la memoria sagrada!, en conmemoración anual del nazareno de galilea. A quien siempre se venera en la semana mayor.
Después del viernes, sábado glorioso con altas temperaturas y por supuesto, buscando en familia o de “cuates”, cualquier arroyito y sombra campirana donde ventilar el ombligo, asar al carbón la carnita, degustar la torta de haba, el pescado tenso, los huazontles y los romeritos; todo ello acompañado de cerveza fría, un “fuerte atarantador o fresquísimo neutle”. Lo importante era, apaciguar la temperatura de estos días. Cerca de los templos devocionarios, las aguas frescas de jamaica, de tamarindo, de limón, de chía y de horchata; porque el viernes, después de las procesiones, abundaron las golosinas, ya concluido el piadoso recogimiento.
¡Qué calor sofocante! para quienes cargaron como cada año pesadas imágenes, palios o tuvieron que redoblar tambores y marcha bajo los rayos solares. El Domingo de Resurrección siguió la vagancia cuaresmeña y a la sombra de cualquier árbol, o en un patio entre brindis y brindis, porque el asueto se acababa y al día siguiente había que regresar a lo cotidiano.
En Chiautempan, qué calor para quienes “moleprieteros de corazón” “inauguraron” la temporada de “pascuas” y moles prietos. En esos eventos, quienes “menean” los cazos gigantes con “palas” que son prácticamente “remos”. Pasan el día “asando su panza” en el fogón —enorme socavón en el suelo, de hoguera alimentada con trozos de leña, porque ninguna estufa aguanta cazos de mil quinientos litros—; esa es la forma en que se cocina el mole prieto. Qué calor para quienes degustaron a “pincel” en cajete de barro, el muy caliente y popular platillo, cuya grasa natural de cerdo debe ser combatida intestinalmente con tragos de tequila, que prenden aún más la temperatura y los ánimos. Qué calor, para quienes, formados durante varias horas, trastes en mano, esperaron para comprar el mole que después refreirían al día siguiente y saborearon con tamales de masa.
¡Qué temporada tan cálida estamos viviendo!, ¡la primavera encendió fogones!, cielo y sol no conceden piedad para nosotros. Esta temperatura hace florecer las plantas, madurar los frutos y a los animales. Las flores regalan aromas y perfumes. De calor, pero habrá capulines, duraznos, tunas, nopales, moras, quiotes y otras delicias. Este calor, que apresura los caballos de la sangre en nuestras venas, y que en los jóvenes acelera ánimos y edades, con este calor se tiran a la basura los prejuicios y ondean en todo lo alto las banderas de la procreación —que hace triunfar la continuidad de la especie—.
Esperemos que no falte el agua para calmar la sed, que tengamos ropa fresca para enfrentar el clima que, de apaciguar las nocturnas calenturas, se ocuparán los sueños y el amor. Allá por diciembre o enero la cigüeña se correteará con los repartos. Esperaremos con fiesta en el corazón que lleguen las lluvias. Después de la Semana Santa, los fuegos electorales encienden y las vacaciones concluyen. Ni modo, hay que regresar a las labores. Inmersos como estamos en la temperatura de la humana existencia.