Hay un personaje de sombras que desgobierna Brasil y se apellida Bolsonaro, que fue impuesto por el imperio del norte y al que bien poco le importa que las selvas de su país sean uno de los “pulmones” del mundo y que su incineración deliberada para propiciar explotaciones económicas propias del neoliberalismo, esté enormemente contribuyendo al sobrecalentamiento de la atmosfera mundial. Pues bien, este sujeto tétrico, el día de ayer en la asamblea de las Naciones Unidas proclamó que las selvas de su país no son “pulmón del mundo” y que la amazonia “no es herencia de la humanidad”, esto para que no siga la condena mundial porque están ardiendo millones de hectáreas de aquellos bosques.
Bolsonaro es un individuo impuesto por las fuerzas militares más antinacionales de aquella bella nación, impulsado por un movimiento continental financiado desde el pentágono para “borrar” a los gobiernos progresistas del continente, que como Lula Da Silva, han luchado por jalonear la historia de su pueblo hacia delante sobre todo para los más humildes y a quien llenaron de lodo, le abrieron procesos judiciales y hoy lo tienen encarcelado.
Esa afirmación que resulta ser muy hija de la maldad, es tan absurda como perversa. Esa vegetal oxigenación beneficia al mundo entero. Más aún, si en términos de “apropiación jurídica” debe decirse, la amazonia es patrimonio de la humanidad entera porque todos respiramos y por ello no es susceptible de apropiación individual ni nacional. No hemos comprendido que es a la inversa, somos nosotros quienes pertenecemos a la “madre tierra”, “la pacha mama”. Los pueblos originarios tienen muy claro este concepto, somos nosotros, hijos de la tierra quienes pertenecemos a ella y no ella a nosotros.
El infame capitalismo, pero sobre todo el desbocado crecimiento poblacional que se dio a partir de la edad media nos construyó la idea de la apropiación individual de pequeños girones del planeta y se inventaron formas jurídicas para reclamar nuestro derecho de propiedad frente a los demás sobre determinados metros cuadrados territoriales. Reitero, somos nosotros los que le pertenecemos a la madre tierra porque somos sus hijos, su creación. Ella nos originó en la evolución, nos ha dado de comer, abrigo y sustento. Pero estamos arrasando y destruyéndola y por más que el cambio climático está a la vista, nos empeñamos en ese auto exterminio.
Venezuela en los siguientes veinte años irremediablemente perderá el glaciar que se asienta en los montes andinos, el que les da de beber y sobrevivencia a más de cincuenta millones de sudamericanos. El medio ambiente está sobrecalentado ya por la quema de combustibles fósiles y la radiación solar inmisericorde penetra ahora de forma más directa.
Hay una niña que desde Suecia y para el mundo hizo de su persona el epicentro de un movimiento mundial que esperamos no se apague y que acaba de hablar en la asamblea de las Naciones Unidas. Esta inédita criatura, Greta Thumberg es ahora la portavoz dolida pero consciente y activa de una juventud mundial que se levanta en la indignación y que tiene la certeza de que estamos a tiempo para revertir ese sobrecalentamiento del planeta. Su valerosa palabra sobresale y alumbra tanta mediocridad que hoy enseñorean las voces del planeta en donde la preocupación es individual y económica, pero no por el género humano.
“Como se atreven” les escupió en la cara a los líderes mundiales, con la sencillez y elocuencia de un infante sin intereses económicos. Siguió arrojando sobre sus escuchas todo su rencor generacional: “ecosistemas completos están colapsando”. “Estamos en el inicio de una extinción masiva”. “Y todo lo que ustedes pueden hablar es de dinero y de cuentos de hadas, sobre crecimiento económico eterno”. ¿Cómo se atreven? Y mientras esto decía, los azorados asambleístas de la ONU recibían sus miradas feroces. Y luego continúo advirtiéndoles que, como generación, ellos estaban fracasando pero que para los jóvenes del mundo estaba más que clara la traición de ellos, de tal forma que, si ellos optaban por fracasar, la juventud jamás se los perdonaría. Luego lanzó la advertencia lapidaria “El mundo está despertando” “Un cambio está llegando, les guste o no”. Esta infante activista, valiente y precoz, puso banderillas de lumbre sobre el lomo de aquellos dirigentes mundiales. Y ahora la noticia, Nueva York, Shanghái y Hong Kong quedarán hundidos con el derretimiento de la Antártida, pero ni esta información confirmada logra desaletargar conciencias en las dos más grandes potencias económicas del orbe.