¡Sinónimo de apodo de los intereses creados, esto es la democracia en México y Tlaxcala!; dos mil veinticuatro, un año de absoluta actividad electoral. Ha habido completa renovación de poderes -desde arriba hasta el piso-.
La democracia es una forma de gobierno, y lo electoral es la actividad mediante la cual se elige -se dice por el pueblo- a los gobernantes; es decir, aquel es el sistema y este su vehículo para lograrla. Pero una cosa es el “poder de las urnas” -en donde el pueblo vota- y otra “los poderes fácticos de los actores políticos y poderosos”, que hacen de esta una actividad con la cual extienden su poder y expresan sus decisiones.
Quien paga manda, y quien ubica a un operador decisorio en una posición de poder le da indicaciones, y aquel deberá acatar; porque su puesto, su presupuesto y su premio están en juego. El juego electoral inició el año pasado, pero cesará hasta la última impugnación y elección extraordinaria -Tecopilco-. El rostro que percibe el ciudadano -de todo este trasiego- es perfectible pero amañado, que siempre juega con “dados cargados”.
En la batalla electoral a cada momento está presente la codicia por el poder político; es controversia institucional, con marrullería de barrio bajo y de la canalla; que habla lenguaje rebuscado y críptico, que ha desarrollado su propia conceptualización y se justifica no en la ley, sino con tramposos “lineamientos”; se expresa con el voto, pero se define en largas sesiones y en tribunales, da oportunidad para que los “jugadores” políticos sientan que participan, discuten e impugnan.
Hay conteos anticipados -de “salida” se llaman- que se prestan en un descuido a “meter gol”, en apariencia independientes, caros y dudosos, contratados a los consultores cibernéticos, de difícil impugnación -como no sea para los que conocen el “entripado” y su manejo- es un aparato difícil de vigilar, que le da aparente legitimación al quehacer de la burocracia electoral.
Intocables operadores, ubicados en posiciones claves que operan, designan influyen y determinan en Tlaxcala como en todo el país. Son organismos de elecciones y tribunales locales, poderosos aparatos para legitimar diputaciones, senadurías ,municipios y demás. En sus vericuetos siempre existe la forma de aparentar para obedecer las instrucciones del poder, las presiones, los acuerdos, las concertaciones y revestirlas de legalidad. Serán los más poderosos personajes -siempre tras bambalinas- quienes impongan su voluntad a conveniencia.
Pero tal vez algunos malandrines locales quemen los paquetes electorales o los rellenen a su gusto, o le den su “cuchareada”. Y en el fragor electoral, para resolver las inconformidades “dentro del término”. “El que tiene más saliva traga más pinole”. Los candidatos que no saben “el tejemaneje” de esos enjuagues, si pueden pagar un abogado que impugne, saldrán adelante; si no, hasta ahí llegaste y “te quedarás chiflando en la loma”.
El órgano electoral del estado califica y descalifica. En adelante habrá que salvar dos “aduanas” para inconformarse; los magistrados electorales del estado y los de la Ciudad de México; y en esos escoyos de la legalidad, pudiera aparecer la “mano negra”, el “nadie sabe y nadie supo”, el “nada por aquí y nada por allá”, y si se salvan esos inconvenientes, aún queda la posibilidad de un “huamantlazo” y se decrete la nulidad, -porque un tiburón de muy arriba quiere escenarios limpios para el futuro- y si eso ocurre, tal vez el árbitro electoral del estado, sin pudor, le tenga que hacer al “chimoltrufio”.
Pues bien, amigos lectores, esto y más “maguiltias” es la democracia a lo tlaxcalteca; función de títeres y titiriteros, marionetas que mucho gesticulan, pero poco convencen. Órganos colegiados de figurines matraqueros y aplaudidores -también hay inteligencia-, partidos en bancarrota, que no perciben que la ciudadanía está harta de ellos y sus representantes, coro de voces sin voto, pero con derecho al “pataleo”. Con asistencia -cuando haya que discutir- para que luego se alcen las manos decisorias; convocados cuando “el asunto está tamaleado”; largas sesiones donde al final las marionetas votan -hay quienes se expresan con inteligencia-; voto del pueblo que se respeta o se anula; “paridades de género” que se exceden. En fin, este es el verde tapete casinero, de las decisiones electorales en donde bien puede jugarse con los resultados, ya sea a las “matatenas” o a la “pirinola”. Y así la democracia finalmente resulta un sinónimo de los intereses creados!...