/ lunes 22 de enero de 2024

Democracia, el que esté libre de pecado… creo que ya no hay piedras

La democracia es un principio que merece verdaderamente respeto, es la modalidad sistemática política que muchas sociedades han adoptado con el objeto de desarrollarse para un mejor orden y bienestar; luchas sociales para tal logro que han costado vidas, así lo escribe la historia.

La etimología del concepto refiere una interpretación estricta, seria y comprometida; igualmente entender y aprender cómo realmente y por qué debe aplicarse, existir, adoptarse; no se puede hacer uso de algo si no se cuenta con conciencia plena y cierta de lo que ello implica; la mayoría de los países, sea cual sea su sistema político, presumen su estatus democrático mediante el cual reconocen y dan a conocer que su sistema es ejemplar; el pueblo es escuchado, el pueblo manda, la autoridad obedece, supuestamente.

Porque en nuestra democracia, que se ejerce a través de un sistema electoral de sufragio directo donde cada voto cuenta, en esta carrera electoral, donde compiten partidos políticos de corrientes ideológicas diversas, que nos quieren convencer que no existe ninguno de ellos que sea mal intencionado; por principio, todos cumplen con los requisitos jurídicos de su existir; así, cada partido político o candidato independiente en el ejercicio democrático, todos son ejemplares, así se autoevalúan y lo gritan a todo pulmón al mismo tiempo que señalan las deficiencias de los otros; se califican y descalifican procurando estar en los mejores escenarios para ser escuchados, y entre discursos, publicidad, índices de inseguridad, pobreza, desempleo, etc., cada partido propone soluciones relativamente posibles, otras inciertas y otras más utópicas, pero con el compromiso de sacar al país de lo que está viviendo hoy, se supone.

Cada trienio y sexenio los candidatos proponen bajo palabra que ellos son la tan ansiada respuesta a las problemáticas sociales; al finalizar dichos periodos, en sus nuevas campañas, ellos reconocen en sus propuestas que no hay o hubo avances, o sea sus antecesores, de sus mismos partidos, lograron poco o nada, ellos mismos se descalifican, lo reconocen tácitamente.

Cierto es que la sociedad crece y las necesidades sociales también, los problemas, tal vez el tiempo, el dinero u otros factores, no les es suficiente para objetivizar sus propuestas, pero entonces sus ideas iniciales no se apegaron a la realidad, solo propusieron sin estar enterados. Prometer es muy fácil, eso lo hace cualquiera con o sin partido, el detalle es cumplir, no mentir, no aprovecharse de las múltiples necesidades sociales.

Los candidatos ganadores se entiende que se deben al pueblo, pero lo real es que primero deben jurar lealtad al partido que los propuso, luego entonces el pueblo pasa a segundo o tercer término. Por ejemplo ¿quién ha visto un representante elegido en urnas pidiendo opinión “al pueblo” respecto de alguna iniciativa de ley?, igual y tristemente como ciudadanos nos hemos permitido esa indiferencia que lacera o transforma negativamente el objeto de la democracia, aquella que en la educación básica escolar nos enseñaron de forma muy diferente.

El ejercicio democrático se ha convertido en objetivizar el triunfo a toda costa, obviamente aprovechar debilidades del o los contrarios y capitalizar las necesidades del pueblo; estrategias y contraestrategias. Lo más ruin es el sacar ventaja de las cosas que más preocupan a la sociedad, cuando los mismos candidatos saben que no será fácil o será imposible o simplemente tendrá consecuencias lamentables económicas que tendrá que pagar la sociedad ¿o quién más?

La ambición es fuerte, el ansia de poder embriaga, para muchos es difícil vivir fuera del presupuesto público. ¿Qué realmente motiva a una persona para ser candidato?, ¿en verdad es querer servir a su localidad o Estado?, y si no se devengara un sueldo por esas representaciones, o solo fuere un ingreso modesto con el permiso de reincorporarse a su trabajo base o a contra turno, ¿Cuántos tendrían el mismo interés de obtenerlas?, porque es de suponer que el querer ser elegido parte de una actitud de servicio y no de un interés económico.

El país se ha desarrollado, como quiera que sea ha tenido que avanzar con todas las representaciones políticas que lo han encabezado, todos los partidos en el poder han hecho algo, pero a un costo muy grande para los ciudadanos de hoy y próximos. Todos los partidos se han beneficiado y eso es muy obvio, no hace falta que lo digan los enemigos, los rivales o contrincantes naturales, no es necesario, el pueblo ve y sabe; porque entre unos y otros se acusan, haciéndonos creer que son tan inocentes que pueden arrojar la primera piedra.

Este año nos trae la nuevamente “pasarela” política y el relevo de poderes federales y estatales, la responsabilidad social es grande, la obligación ciudadana implica ser observadora de la realidad que vivimos y no creer irresponsablemente que nos debemos a la “camiseta” de un equipo, más bien nos debemos a nuestro futuro, a nuestros hijos, a nuestro país; procurarnos un verdadero bienestar, que la democracia deje de ser escenario de demagogias y explotación de los que son indiferentes o ignoran.


Feliz inicio de año.


La democracia es un principio que merece verdaderamente respeto, es la modalidad sistemática política que muchas sociedades han adoptado con el objeto de desarrollarse para un mejor orden y bienestar; luchas sociales para tal logro que han costado vidas, así lo escribe la historia.

La etimología del concepto refiere una interpretación estricta, seria y comprometida; igualmente entender y aprender cómo realmente y por qué debe aplicarse, existir, adoptarse; no se puede hacer uso de algo si no se cuenta con conciencia plena y cierta de lo que ello implica; la mayoría de los países, sea cual sea su sistema político, presumen su estatus democrático mediante el cual reconocen y dan a conocer que su sistema es ejemplar; el pueblo es escuchado, el pueblo manda, la autoridad obedece, supuestamente.

Porque en nuestra democracia, que se ejerce a través de un sistema electoral de sufragio directo donde cada voto cuenta, en esta carrera electoral, donde compiten partidos políticos de corrientes ideológicas diversas, que nos quieren convencer que no existe ninguno de ellos que sea mal intencionado; por principio, todos cumplen con los requisitos jurídicos de su existir; así, cada partido político o candidato independiente en el ejercicio democrático, todos son ejemplares, así se autoevalúan y lo gritan a todo pulmón al mismo tiempo que señalan las deficiencias de los otros; se califican y descalifican procurando estar en los mejores escenarios para ser escuchados, y entre discursos, publicidad, índices de inseguridad, pobreza, desempleo, etc., cada partido propone soluciones relativamente posibles, otras inciertas y otras más utópicas, pero con el compromiso de sacar al país de lo que está viviendo hoy, se supone.

Cada trienio y sexenio los candidatos proponen bajo palabra que ellos son la tan ansiada respuesta a las problemáticas sociales; al finalizar dichos periodos, en sus nuevas campañas, ellos reconocen en sus propuestas que no hay o hubo avances, o sea sus antecesores, de sus mismos partidos, lograron poco o nada, ellos mismos se descalifican, lo reconocen tácitamente.

Cierto es que la sociedad crece y las necesidades sociales también, los problemas, tal vez el tiempo, el dinero u otros factores, no les es suficiente para objetivizar sus propuestas, pero entonces sus ideas iniciales no se apegaron a la realidad, solo propusieron sin estar enterados. Prometer es muy fácil, eso lo hace cualquiera con o sin partido, el detalle es cumplir, no mentir, no aprovecharse de las múltiples necesidades sociales.

Los candidatos ganadores se entiende que se deben al pueblo, pero lo real es que primero deben jurar lealtad al partido que los propuso, luego entonces el pueblo pasa a segundo o tercer término. Por ejemplo ¿quién ha visto un representante elegido en urnas pidiendo opinión “al pueblo” respecto de alguna iniciativa de ley?, igual y tristemente como ciudadanos nos hemos permitido esa indiferencia que lacera o transforma negativamente el objeto de la democracia, aquella que en la educación básica escolar nos enseñaron de forma muy diferente.

El ejercicio democrático se ha convertido en objetivizar el triunfo a toda costa, obviamente aprovechar debilidades del o los contrarios y capitalizar las necesidades del pueblo; estrategias y contraestrategias. Lo más ruin es el sacar ventaja de las cosas que más preocupan a la sociedad, cuando los mismos candidatos saben que no será fácil o será imposible o simplemente tendrá consecuencias lamentables económicas que tendrá que pagar la sociedad ¿o quién más?

La ambición es fuerte, el ansia de poder embriaga, para muchos es difícil vivir fuera del presupuesto público. ¿Qué realmente motiva a una persona para ser candidato?, ¿en verdad es querer servir a su localidad o Estado?, y si no se devengara un sueldo por esas representaciones, o solo fuere un ingreso modesto con el permiso de reincorporarse a su trabajo base o a contra turno, ¿Cuántos tendrían el mismo interés de obtenerlas?, porque es de suponer que el querer ser elegido parte de una actitud de servicio y no de un interés económico.

El país se ha desarrollado, como quiera que sea ha tenido que avanzar con todas las representaciones políticas que lo han encabezado, todos los partidos en el poder han hecho algo, pero a un costo muy grande para los ciudadanos de hoy y próximos. Todos los partidos se han beneficiado y eso es muy obvio, no hace falta que lo digan los enemigos, los rivales o contrincantes naturales, no es necesario, el pueblo ve y sabe; porque entre unos y otros se acusan, haciéndonos creer que son tan inocentes que pueden arrojar la primera piedra.

Este año nos trae la nuevamente “pasarela” política y el relevo de poderes federales y estatales, la responsabilidad social es grande, la obligación ciudadana implica ser observadora de la realidad que vivimos y no creer irresponsablemente que nos debemos a la “camiseta” de un equipo, más bien nos debemos a nuestro futuro, a nuestros hijos, a nuestro país; procurarnos un verdadero bienestar, que la democracia deje de ser escenario de demagogias y explotación de los que son indiferentes o ignoran.


Feliz inicio de año.