Dicen quienes se han topado con él, que vagabundea en los bosques del volcán; que su nombre es Gregorio, pero los pueblos vecinos lo llaman “Don Goyo”. En las faldas del Popocatépetl, los pobladores viven en el surrealismo mágico; hay la creencia de que este personaje –quizás imaginario-- así como las brujas y los nahuales, son verdaderos y de la región. Para la población volcánica Don Goyo es real. Lo es en San Nicolas de los Ranchos, Xalitzintla, Amecameca, Paso de Cortés y cercanos.
Esas poblaciones no temen al estallamiento, porque están ciertos que ese personaje es para ellos un patrono que les da tranquilidad. Entre ellos hay otros personajes a los que llaman “tiemperos”, igual de misteriosos, pero que son claves para la vida social. Se dice que alguien se convierte en tiempero, cuando es golpeado por un rayo y en apariencia muere, pero revive, y cuando lo hace, se reintegra como “tiempero”; tendrá facultades para curar la enfermedad, para mirar el futuro, para orientar y dar consejos y en adelante serán sacerdotes laicos oficiantes para el culto del volcán. Y lo más importante, serán intermediarios entre el volcán y las comunidades.
Tendrán poder para traer la lluvia. Conocen palmo a palmo los bosques, los que recorren en soledad. Conocen la fauna y flora y la población cercana al coloso vive confiada porque saben que aquel titán les guarda cariño reciproco. Los tiemperos afirman que dialogan con don Goyo y que les ha prometido que cuando venga una explosión destructiva, les avisará. Es para ellos un patrono protector. Los tiemperos, -- ellos saben cuándo-- convocan a los “creyentes” de don Goyo, y suben a ciertos parajes escondidos -- que son como altares naturales--, a ofrendarle, comida, bebida, ropa, incienso, oraciones cantos y convivencia.
El Popocatépetl es un enigma. Sus parejes boscosos de una belleza cautivante. La riqueza vegetal y animal extraordinaria y de ensueño; la nevosa humedad que brota de sus faldas, asegura vida y bienestar para la agricultura. México es tierra de volcanes, “ixtlapomalin”, es el apelativo para tres de ellos, la Malintzi, el Popocatépetl y el Ixtacíhuatl.
En sus faldas, se vive con frescura y salud, no obstante, el creciente desprecio humano por la naturaleza. Digo de nuevo, que ese ambiente es de realismo mágico, de curanderismo herboreo. Las creencias en lo sobrenatural, la afirmación de los avistamientos extraterrestres y la constante veneración a la madre tierra.
Son celosos de sus recursos naturales, porque saben que ellos son bienestar y le otorgan a cada fruto planta o mineral, virtudes nutricias, medicinales y mágicas para el bien o para el mal. Viven en apego a la naturaleza y a los demás nos miran como profanos. Entre ellos, la tranquilidad social campea, y se organizan para progresar y para repeler la maldad foránea. Pero ni por eso escapan de los talamontes y su amenaza destructiva, que hoy son un peligro para la existencia de los bosques en México.
Los malosos, no solo se roban la gasolina, también la madera de los bosques. En la región, las bandas que deforestan y explotan la madera, hacen cómplices a guardias y autoridades, quienes prefieren estira la mano y recibir dinero y no balazos.
A propósito, este trece de junio se conmemoró a ese gobernador ejemplar apellidado Sánchez Piedras. Don Emilio formó una generación de gobernantes, pero ninguno de ellos cuido, con tanto celo la montaña nuestra como él lo hizo.
Desde hace tres semanas, don Goyo nos tiene en zozobra; vomita lumbre, lava, bombas incendiarias, expulsa cenizas y en la región cundió la alarma, la CDMX, se preparó igual Puebla y Cholula. El volcán trepidaba y rugía, incluso cerró el aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Una explosión de gran calado afectaría a millones.
Pero bueno, los vecinos del volcán lo homenajean, lo visten, lo emborrachan, y le dan de comer; le rezan y le cantan, le declaran su amor, y regresan de esos ritos con la certeza de que los mira con cariño. Afirman que don Goyo, a través de los tiemperos, les avisará cuando estalle. Pero propios y ajenos hablan de que cuando el volcán erupciona, se mira volar entre las cenizas, naves que no son de este mundo. Es lo que se dice.
Debiéramos traer tiemperos a Tlaxcala para que convoquen y se regularicen las lluvias; esas que tanta falta hacen y que cuando granice, no sea a “pedradas” o a “tejocotazos”. A ver si el régimen de lluvias, aleja los calores sofocantes que nos envuelven; porque nos estamos insolando. Los días están prendidos. Es muy difícil dormir bañado de sudor. Está primavera es una hoguera que nos asfixia, aunque mirándolo bien, qué poco aguantamos, porque hay regiones como Papantla y Tuxtepec, donde a las tres de la tarde están a cuarenta y cinco grados. Pero los tlaxcaltecas no estamos hechos para eso.