Debo decir que me es complejo escribir estas líneas, porque no encuentro el adjetivo perfecto que permita describir la emoción que vivimos, quienes en libertad salimos a las calles para llegar al corazón de la Ciudad de México y otras más de cien plazas, donde la suma para defender la democracia y las instituciones fue abrumadora.
¿Quién diría que el hombre que más ha generado división entre los mexicanos, sería el mismo que por su incompetencia y hambre dictatorial lograría unir a todo un país para levantarse en contra de sus arbitrariedades? El 26 de febrero del 2023 será recordado en la historia como el día en que los mexicanos decidimos iniciar el cambio de rumbo ante el estruendoso fracaso del proyecto que dejó al país en ruinas, al basar su gobierno en complejos, rencor e incapacidad.
Fuimos cientos de miles los que acudimos a la esquina que une a Palacio Nacional y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para que al unísono advirtiéramos al Presidente que los mexicanos no le vamos a permitir ni a olvidar que durante su sexenio quiso cristalizar una contundente estocada de muerte a nuestro sistema democrático, nuestras instituciones, leyes, a nuestros derechos y libertades.
Resulta inaudito que las calles de Madero, 20 de Noviembre y prácticamente todas las periféricas al zócalo se llenaron de gente que salió movida por sus convicciones democráticas en auténtica señal de descontento por el autoritarismo con que se conduce al país.
Acostumbrados a los otros datos, el gobierno minimizó en 90 mil asistentes esta fiesta cívica, no obstante las elocuentes imágenes dan cuenta de que una vez más la realidad supera su realidad alterna en la que está acostumbrado a vivir, manipular y engañar en un esquema de populismo recalcitrante, además de que quienes tuvimos el privilegio de estar ahí constatamos no solo la magnitud de la concentración sino el ánimo esperanzador en las expresiones ciudadanas en torno a que juntos y organizados podemos reencauzar el rumbo y dar a México el gobierno que esté a la altura de la solución de los graves problemas del país.
Sin embargo, el centro del debate no es cuántas personas acudimos al llamado por la democracia, sino las diferencias sustanciales entre el discurso gubernamental y el ciudadano. Mientras el Presidente agrede a los ministros de la Corte, los ciudadanos llenamos la entrada principal de flores, mientras el poder los calumnia e injuria, nosotros les decimos que tenemos confianza en su libertad y desempeño, mientras Morena descalifica, nosotros extendemos la mano para decirles que no están solos, y que tienen en su determinación el futuro de toda una Nación.
Negarse a escuchar el clamor de libertad manifestado en todo el país, sería el más grave error del máximo tribunal de justicia, sobre todo al haber claridad de que las reformas aprobadas por Morena y sus aliados están plagadas de vicios de inconstitucionalidad.
Alguna vez escuché decir, en una analogía, que una característica de los líderes autoritarios es subir por una escalera para que al llegar a la cima la derribe para impedir que alguien más acceda al poder. Eso es justamente lo que intenta hacer López Obrador, quitar la escalera de la democracia para manejar a su antojo, voluntad y capricho la sucesión presidencial del 2024.
México no salió a pedir otra cosa, más que el irrestricto respeto a la legalidad, a la libertad, a la democracia y a sus leyes e instituciones. Nos seguiremos vistiendo de rosa y saliendo a las calles cuantas veces sea necesario para defender a esta Patria que nos pertenece a todos.
Celebro la civilidad, valentía, decencia y entusiasmo de quienes tomamos las calles, pero no debemos perder de vista que la mejor herramienta para extirpar de raíz este mal gobierno, será nuestra credencial de elector en 2024, que deberá impedir la continuidad de un proyecto nocivo, torpe, retrógrada, que hoy conduce México en reversa a gran velocidad, sin mirar es espejo retrovisor, atropellando a todo cuando se le pone al paso, sin recato.
El INE no se toca. Mi voto no se toca. Agradezco el favor de su lectura.