/ jueves 18 de julio de 2024

¡El precio del dólar!...

La mexicana es una economía dependiente de la norteamericana; la deuda externa se paga en dólares, moneda con la cual también se compra lo que del mercado exterior nos llega, y aunque somos como país el socio número uno de los Estados Unidos, dependemos de aquella moneda que nos tiene subordinados.

Y qué decir de Tlaxcala, como entidad de la nación padecemos la misma circunstancia. Mucha mano de obra de comunidades conocidas emigran. Los jóvenes se van buscando a sus parientes que se adelantaron al norte y allá asentaron su vida. Muchos ya incluso tienen documentos de estadía, pero otros tantos no.

Los cálculos al respecto hablan de que unos 20 millones de mexicanos allá radican. El nativo de allá gana alrededor de 20 dólares la hora, el latino entre siete y 10 con la permanente amenaza de ser denunciados para que los expulsen. Con todo y eso, emigrar es atractivo para quien aspira con sacrificios formar un patrimonio familiar. Una temporada de cinco o siete años ganando dólares y bien cuidados, es suficiente para tener vehículo, construir una casa, y, a la de buenas, hasta montar un pequeño negocio.

Por esa razón la gente se va buscando ganar en dólares. Pero el precio social, familiar, cultural, es muy alto. Desde luego, no me refiero al precio que en ventanilla de un banco cueste un dólar, sino a las consecuencias que acarrea el desarraigo de la tierra, al abandono de las propias circunstancias culturales, familiares y sociales; a dejar su “pertenencia” y buscar acomodo en otro medio cultural. Que el individuo se cambie de “escenario vital” en todos los sentidos, le acarrea diversos inconvenientes. Empezando por el ingreso a EE. UU., cada vez más problemático; aquella época en que quien deseara entraba y salía “como pedro por su casa”, en que los de allá venían al rancho de la “Tía Juana” a comprar sus hierbajos psicodélicos y en que el paso no requería documentos, fue hace más de cien años. Ahora, migrar al norte es costoso y peligroso. ¡Pero qué le vamos a hacer!... la economía de muchas regiones de México y Tlaxcala depende de lo que nuestros paisanos allá ganan y mandan.

Aunque para los señores gringos resulte indispensable la mano de obra mexicana. Una porción enorme del territorio de aquel país fue de México, y por razones expansionistas ya no. Pero los genes raciales perviven; el idioma se ha pervertido en lo que se conoce como “spanglish”, mezcolanza de inglés y español. He aquí algunas consecuencias de migrar: el acceso a esa nación es con ayuda de “coyotes” que se hinchan de dinero porque bien caro la “cobran”; siempre a hurtadillas, escondiéndose de la “migra”, por el desierto y exponiéndose a los “Rangers” o a que los abandonen en el camino; si hay éxito en llegar y suerte tienen, vivirán escondidos y humillados. Con la amenaza de la denuncia, dependiendo del trabajo que les consigan los “managers” -que por ese hecho, cobran un porcentaje-; viven hacinados en comunidades con otros paisanos, en los que se apoyan para sobrevivir; cooperan para la renta y la “marqueta” del super; dejan atrás costumbres y tradiciones de sus pueblos; a su familia y a sus hijos; a su gastronomía; se desarraigan de la esposa, y si años tardan por allá, su misma necesidad biológica les lleva a conseguir otro “amorcito”, y ella, “pues ni modo”. Solo las videollamadas y el internet les acerca a los suyos.

Cuando vienen en fin de año, lo hacen con documentos en mano y en caravanas para ahuyentar los peligros, porque sin los documentos quizás ya no puedan regresar. En el camino sufren de la delincuencia y de los policías ladrones –si es que vienen-; pero allá viven siempre añorando sus orígenes, sus fiestas, su comida. Pero se aprietan el cinturón para mandar cuantos dólares pueden a fin de formar un patrimonio.

Pero bien se dice que el hombre es junto con su circunstancia, de tal manera que, si tardan varios años, sufren la deformación cultural del idioma, de las costumbres, de la forma de vida y de la economía. Viven en la disyuntiva de que ya no son ni de allá ni de acá. Y si enferman, los servicios de salud y medicamentos de allá son carísimos.

Pero tal vez el costo más alto que se paga es con los hijos, que si acá se quedan, crecen con la ausencia del padre, y si logra llevarlos, dificultoso resulta darles educación escolar –un porcentaje muy alto se quedan sin universidad-, serán parte de una generación ausente de formación profesional y fácil resultará que en el futuro reproduzcan las actividades laborales de sus mayores; así es que la economía nacional y de Tlaxcala se fortalece con las remesas, pero el costo social es muy alto –en Las Vegas, las hembras asiáticas hermosas buscan embarazo de los mexicanos, porque de esa manera aseguran el pago de alimentos sin trabajar-.

Este es un pequeño repaso de las consecuencias que se pagan con la migración a EE. UU. Por eso enternece saber que hay comunidades de paisanos que allá reproducen su carnaval o la fiesta de su pueblo. Estos, entre muchos otros, son el lacerante costo para la obtención del dólar, que tanto fortalece la economía de México y que resuelve problemas patrimoniales de innumerables familias. ¡Pero qué le vamos hacer!... la realidad se impone.

El de la migración es un fenómeno social que, con todas sus consecuencias, ha permitido el desarrollo económico de innumerables regiones de Zacatecas, Michoacán, el valle del mezquital, Tlalcuapan y Cuahuixmatlac, en Tlaxcala –entre muchos otros-. ¡Ni modo!, las circunstancias envuelven y determinan la vida del individuo.



La mexicana es una economía dependiente de la norteamericana; la deuda externa se paga en dólares, moneda con la cual también se compra lo que del mercado exterior nos llega, y aunque somos como país el socio número uno de los Estados Unidos, dependemos de aquella moneda que nos tiene subordinados.

Y qué decir de Tlaxcala, como entidad de la nación padecemos la misma circunstancia. Mucha mano de obra de comunidades conocidas emigran. Los jóvenes se van buscando a sus parientes que se adelantaron al norte y allá asentaron su vida. Muchos ya incluso tienen documentos de estadía, pero otros tantos no.

Los cálculos al respecto hablan de que unos 20 millones de mexicanos allá radican. El nativo de allá gana alrededor de 20 dólares la hora, el latino entre siete y 10 con la permanente amenaza de ser denunciados para que los expulsen. Con todo y eso, emigrar es atractivo para quien aspira con sacrificios formar un patrimonio familiar. Una temporada de cinco o siete años ganando dólares y bien cuidados, es suficiente para tener vehículo, construir una casa, y, a la de buenas, hasta montar un pequeño negocio.

Por esa razón la gente se va buscando ganar en dólares. Pero el precio social, familiar, cultural, es muy alto. Desde luego, no me refiero al precio que en ventanilla de un banco cueste un dólar, sino a las consecuencias que acarrea el desarraigo de la tierra, al abandono de las propias circunstancias culturales, familiares y sociales; a dejar su “pertenencia” y buscar acomodo en otro medio cultural. Que el individuo se cambie de “escenario vital” en todos los sentidos, le acarrea diversos inconvenientes. Empezando por el ingreso a EE. UU., cada vez más problemático; aquella época en que quien deseara entraba y salía “como pedro por su casa”, en que los de allá venían al rancho de la “Tía Juana” a comprar sus hierbajos psicodélicos y en que el paso no requería documentos, fue hace más de cien años. Ahora, migrar al norte es costoso y peligroso. ¡Pero qué le vamos a hacer!... la economía de muchas regiones de México y Tlaxcala depende de lo que nuestros paisanos allá ganan y mandan.

Aunque para los señores gringos resulte indispensable la mano de obra mexicana. Una porción enorme del territorio de aquel país fue de México, y por razones expansionistas ya no. Pero los genes raciales perviven; el idioma se ha pervertido en lo que se conoce como “spanglish”, mezcolanza de inglés y español. He aquí algunas consecuencias de migrar: el acceso a esa nación es con ayuda de “coyotes” que se hinchan de dinero porque bien caro la “cobran”; siempre a hurtadillas, escondiéndose de la “migra”, por el desierto y exponiéndose a los “Rangers” o a que los abandonen en el camino; si hay éxito en llegar y suerte tienen, vivirán escondidos y humillados. Con la amenaza de la denuncia, dependiendo del trabajo que les consigan los “managers” -que por ese hecho, cobran un porcentaje-; viven hacinados en comunidades con otros paisanos, en los que se apoyan para sobrevivir; cooperan para la renta y la “marqueta” del super; dejan atrás costumbres y tradiciones de sus pueblos; a su familia y a sus hijos; a su gastronomía; se desarraigan de la esposa, y si años tardan por allá, su misma necesidad biológica les lleva a conseguir otro “amorcito”, y ella, “pues ni modo”. Solo las videollamadas y el internet les acerca a los suyos.

Cuando vienen en fin de año, lo hacen con documentos en mano y en caravanas para ahuyentar los peligros, porque sin los documentos quizás ya no puedan regresar. En el camino sufren de la delincuencia y de los policías ladrones –si es que vienen-; pero allá viven siempre añorando sus orígenes, sus fiestas, su comida. Pero se aprietan el cinturón para mandar cuantos dólares pueden a fin de formar un patrimonio.

Pero bien se dice que el hombre es junto con su circunstancia, de tal manera que, si tardan varios años, sufren la deformación cultural del idioma, de las costumbres, de la forma de vida y de la economía. Viven en la disyuntiva de que ya no son ni de allá ni de acá. Y si enferman, los servicios de salud y medicamentos de allá son carísimos.

Pero tal vez el costo más alto que se paga es con los hijos, que si acá se quedan, crecen con la ausencia del padre, y si logra llevarlos, dificultoso resulta darles educación escolar –un porcentaje muy alto se quedan sin universidad-, serán parte de una generación ausente de formación profesional y fácil resultará que en el futuro reproduzcan las actividades laborales de sus mayores; así es que la economía nacional y de Tlaxcala se fortalece con las remesas, pero el costo social es muy alto –en Las Vegas, las hembras asiáticas hermosas buscan embarazo de los mexicanos, porque de esa manera aseguran el pago de alimentos sin trabajar-.

Este es un pequeño repaso de las consecuencias que se pagan con la migración a EE. UU. Por eso enternece saber que hay comunidades de paisanos que allá reproducen su carnaval o la fiesta de su pueblo. Estos, entre muchos otros, son el lacerante costo para la obtención del dólar, que tanto fortalece la economía de México y que resuelve problemas patrimoniales de innumerables familias. ¡Pero qué le vamos hacer!... la realidad se impone.

El de la migración es un fenómeno social que, con todas sus consecuencias, ha permitido el desarrollo económico de innumerables regiones de Zacatecas, Michoacán, el valle del mezquital, Tlalcuapan y Cuahuixmatlac, en Tlaxcala –entre muchos otros-. ¡Ni modo!, las circunstancias envuelven y determinan la vida del individuo.