Se está exhibiendo en las salas de cine “El Sonido de la Libertad”, producción que trata un tema que por monstruoso es intocado en conversaciones familiares y mesas sociales: la trata de personas, especialmente de menores de edad. La película se basa en la historia de Tim Ballard, un agente estadounidense real dedicado a la investigación y captura de pedófilos y lleva como protagonista a Daniel Caviezel, quien declaró que este papel es el segundo de mayor importancia para él en su carrera, solo después de haber personificado a Jesús en “La Pasión de Cristo” (2004).
El delito de trata de personas es complejo pues entrevera sus actividades con otras normalizadas por la sociedad como la prostitución y la mendicidad, además de actividad laboral, matrimonios y trabajos forzados, tortura física, psicológica, y comercio de órganos, entre otros abusos siempre graves, siempre atentatorios contra los Derechos Humanos.
La trata de personas, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, es la segunda “industria” de más rápido crecimiento en el mundo, junto con el tráfico de armas. Las cifras de la esclavitud moderna no son homologables entre organismos nacionales e internacionales pues se estima que por cada víctima conocida hay 20 más no reportadas.
Aun así, en el documento Plan Nacional de Acción Para Combatir el Tráfico Humano (diciembre 2021) publicado por la Casa Blanca, se estima que a nivel global 25 millones de personas son víctimas de tráfico humano y las ganancias de esta actividad delincuencial pueden sumar, como indica la película referida, hasta 150 mil millones de dólares anuales, de los cuales 99,000 millones corresponden a explotación sexual.
Aún con la complejidad de contar con estadísticas reales, cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indican, al respecto del tráfico de menores, en publicación de septiembre de 2022, que hay 3.3 millones de niñas y niños en situación de esclavitud moderna realizando trabajos forzosos. De esa cifra, más de la mitad (es decir, más de 1.65 millones de niñas y niños) se encuentran en situación de explotación sexual comercial, concepto que, aparte de cifras de tráfico infantil, también incluye prostitución infantil, turismo sexual infantil, producción, promoción y distribución de pornografía infantil y el uso de niños en espectáculos sexuales públicos o privados.
De las víctimas de trata, casi el 75 % son mujeres y niñas. De acuerdo a testimonios de las propias víctimas, una mujer puede ser vendida hasta 60 veces en un día y una niña de cinco a diez veces. Los tratantes se aprovechan de condiciones de alta vulnerabilidad en sus víctimas como orfandad, pauperización, marginalidad, discriminación, segregación, situación de calle, personas con adicciones e indocumentados.
Para visibilizar esa realidad y combatirla, cada 23 de septiembre se evoca el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños. Esta conmemoración tiene tres objetivos principales: prevenir y combatir la trata de personas, con especial atención a las mujeres y los niños, proteger y ayudar a las víctimas de dicha trata, respetando plenamente sus derechos humanos, y promover la cooperación entre los Estados parte para lograr los fines convenidos. Pero ¿es suficiente? Por las cifras conocidas, todo indica que no.
En toda tragedia humana es inmensamente triste ver que los esfuerzos de organismos internacionales quedan cortos ante la maldad de seres sin conciencia, alma, remordimiento o culpa. Psicópatas. Eso son quienes sin piedad explotan y torturan a seres vulnerables, indefensos y, en el caso de menores, inocentes.
¿Qué hacer? Ante cualquier sospecha de la existencia de delito, llamar a Línea Nacional contra la Trata de Personas 800 5533 000 para la denuncia de casos y cuidar, cuidar, cuidar a cualquier persona vulnerable, especialmente mujeres, niños y niñas. La dignidad humana está vinculada a la libertad. No a que gobiernos y sociedad volteen la cara a otro lado, no a la impunidad. ¡No a la esclavitud!