Juegas como niña, lloras como niña, corres como niña ¿Cuántas veces habremos escuchado eso en tono desdeñoso, minimizante o hasta burlesco? Hacer cosas como niña es natural cuando eres niña, ¿qué no? Pero como en nuestra cultura los atributos de ser fuertes, competitivos, veloces y ágiles son pensados para “naturalmente” asignársele a hombres, cuando las mujeres demuestran sus capacidades a veces mayores que las de sus compañeros, aún provocan ojos y bocas abiertas en enorme sorpresa.
Pero muchas mujeres en el ámbito deportivo que es al que hoy me refiero, han dado glorias grandes a México e inspirado a muchas a soñar y a tenazmente perseguir sus sueños. Larga vida en la historia mexicana a mujeres como Soraya Jiménez, Alexa Moreno, María del Rosario Espinoza y Paola Longoria entre otras super brillantes deportistas.
En la actualidad Nuria Diosdado y los equipazos de natación y clavados que trajeron oros de los Centroamericanos y este mismo mes de julio en Fukuoka, Japón volvieron a brillar contra toda adversidad hasta de las propias autoridades a quienes se les paga para apoyar el deporte nacional, nos siguen llenando de orgullo.
Pero además de entrenar, nuestras deportistas tienen que buscar patrocinadores para viajar, pagar a las entrenadoras y para que sus tan exitosos resultados sean tomados en cuenta por medios de comunicación y sociedad en general, al menos en un porcentaje de la atención que se llevan las generaciones de fracasadas selecciones nacionales de futbol.
Así la vida. Parece que en nuestra patria ser trabajador, alcanzar sueños, ser exitoso es mal visto. El deporte femenino es más mencionado por cuestiones extradeportivas o por patrocinadores que por medios de comunicación. Crece, eso es verdad; crece por la tenacidad de las deportistas y sus familias, pero aún debe dar muchos pasos para afianzarse. “Apenas el 5 % de las menciones en Internet son de medios de comunicación”, según Estudio sobre la percepción del deporte femenino en España, elaborado por la agencia de marketing y comunicación WOT.
Un tema que por muchos años pasó inadvertido, es la diferencia del tipo de vestimenta entre mujeres y hombres en algunas disciplinas. Por ejemplo, Sarah Voss, gimnasta alemana que inició el uso de unitardos (leotardos de cuerpo completo) -y que para usarlos tuvo que dar batalla contra las federaciones internacionales- encarnó la voz de muchas que sienten la obligatoriedad del uso del leotardo como una forma de cosificar el cuerpo femenino al decir: “cuando era niña, no veía los atuendos ajustados de gimnasia como algo tan importante. Pero cuando comenzó la pubertad, cuando llegó mi periodo, comencé a sentirme cada vez más incómoda”. Hoy esa batalla está ganada y muchas gimnastas pueden usar unitardos indistintamente que leotardos.
Uno de los retos a alcanzar es que la sociedad normalice el deporte femenino y le otorgue la misma importancia que al deporte masculino. Estandarizar premios monetarios, reconocimientos, visibilizar la violencia de género y cerrar las brechas salariales es fundamental para buscar la inclusión de más mujeres en las ligas altamente competitivas y profesionales.
Otra acción sencilla pero valiosa es que desde temprana edad los patios sean inclusivos, que niñas y niños jueguen y practiquen el deporte que deseen y crear equipos mixtos para fomentar el respeto al sexo distinto y la sana competencia. ¿Te imaginas un cuadrangular mixto de fútbol profesional, lectora, lector querido? ¡a mí me emociona! (¡Voy Cruz Azul!)
Tristemente, en el deporte mexicano hay al frente una mujer que se comporta como el más misógino de los machistas. Pésima gestión y pésima actitud. Su otrora gloria se desvanece por completo; lo único que quedaba, el récord de 52:12 en 400 metros planos que por 25 años ostentó la directora de la Conade, fue hecho trizas por la jalisciense Paola Morán cronometrando 51:02. Paola corrió como la enorme velocista que es y con una sonrisa enorme, declinó ser la nueva Ana Guevara y demostró que correr como niña, es correr como verdadera campeona.