Tlaxcala vive un momento político interesante.
Por un lado, la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros está próxima a presentar su Tercer Informe de Gobierno, evento que implica un relanzamiento de su administración, de cara a la segunda mitad de su mandato. Y por otro, los recientes cambios en las dirigencias de partidos como Morena, el PRI y el PAN traen consigo el surgimiento de actores y de nuevos escenarios de interlocución política.
Este punto de inflexión, sin duda, demandará el aprovechamiento de la experiencia adquirida en estos tres años de gestión para coordinar el desarrollo estatal, con la colaboración de los 60 ayuntamientos, de los poderes Legislativo y Judicial, y desde luego, del nuevo Gobierno federal, y al mismo tiempo, el establecimiento de nuevas relaciones con las fuerzas políticas como parte del juego institucional de pesos y contrapesos necesario para la vida democrática.
Naturalmente, este momento político no está exento de ansiedades por la manera en que, actualmente, está configurado el poder, no solo a nivel estatal, sino también federal. Y tales ansiedades se motivan en un lejano 2027 que exige a algunos grupos y figuras la implementación de “estrategias” para lograr ventajas que, por la vía del voto popular o la negociación política, no han conseguido.
Una de éstas “estrategias” es, por ejemplo, el rumor de que la actual titular del Poder Ejecutivo estatal no culminará su periodo porque, supuestamente, se incorporará pronto al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Pero, si se analiza con atención, se puede apreciar su trasfondo.
En un escenario en que los partidos ajenos a la Cuarta Transformación se encuentran divididos, y en el que grupos dentro de Morena buscan fortalecer sus ambiciones políticas, es natural que se intente fracturar la ascendencia de la lideresa moral del partido en la entidad con versiones que pretenden sembrar confusión y hasta nerviosismo. Claramente, la apuesta es generar una percepción de debilitamiento del gobierno y su titular, incluso de alejamiento o rompimiento con la presidenta, cuando los hechos demuestran lo contrario.
No hay que olvidar que, en Tlaxcala, la votación de Claudia Sheinbaum superó a la que la propia Lorena Cuéllar alcanzó en 2021, y a la que Andrés Manuel López Obrador consiguió en 2018. La cercanía y el compromiso entre ambas mandatarias se expresa, no solamente en las deferencias que Sheinbaum ha tenido con la gobernadora en sus últimas visitas a la entidad, sino en la atención que Cuéllar ha tenido de varios integrantes del gabinete de la presidenta de México para abordar proyectos estatales que contarán con el apoyo del Gobierno federal.
Pero, ¿qué se pretende lograr con semejante “estrategia”? ¿Precipitar decisiones y negociaciones entre grupos? ¿Anticipar tiempos y definiciones en torno a la sucesión? La realidad de las cosas es que no por mucho madrugar amanece más temprano, y que acciones de ese tipo son ociosas, pues, le pese a quien le pese, el gobierno y su titular están en su apogeo, y se preparan para un trabajo más intenso en los años por venir.
Ya se conocerán en próximos días los alcances de la labor emprendida por Lorena Cuéllar, quien, en apego a las condiciones que le permite la ley, inició con la promoción de los logros y resultados de su gestión, a propósito de la presentación de su Informe de Gobierno. Se sabe que encabezará dos eventos en los que adaptará su mensaje para públicos con rasgos específicos, en el que, seguramente, planteará la ruta del crecimiento estatal para la segunda parte de su administración.
Definitivamente, Tlaxcala vive un momento político interesante, y el relanzamiento del propio gobierno lo habrá de demostrar para satisfacción de unos y sorpresa de otros.