Sería atrevido decir que “San Onofre” dio origen a Chiautempan, no lo es tanto si digo que es el más populoso, tradicional, fraterno y cooperador; el barrio que, a lo largo de los años, ha sabido afianzar sus raíces y el sentimiento de hermandad.
El siete de abril tuvo lugar la Pascua más hermosa de Santa Ana y el ocho, fue el amanecer de una noche intensa de trabajo de las familias Ramírez Zárate, Zárate Xochitiotzi, y Xochitiotzi Vázquez, asistidos por un ejército de “sanonofreños” como “el roñas”, “el carchenco”, “el tío toro”, “la cotorra” y muchos más, capitaneados en la cocina por los “maestros moleros” Germán Escobar y Raymundo Solís —herederos de las recetas y sazón de la inolvidable abuelita hoy difunta, Doña Luisa Jiménez conocida con cariño en la barriada como “La Colorada”—; se prepararon siete casos, es decir, cerca de nueve mil 500 litros para que degustaran entre ocho mil quinientos y nueve mil comensales, que comenzaron a desfilar desde las ocho de la mañana tanto en el “moleprietódromo”, como en la calle, formados con sus respectivas cubetas para adquirir el manjar tan santanero.
Omar Ramírez, mayordomo y jefe del operativo, desde hace días se entregó por completo a esta tarea. Ahora, ya pasado el evento, le cabe en el alma la satisfacción más grande que sólo puede entender quien siente su pertenencia a una comunidad. Esa satisfacción es ser sujeto para la continuidad de una tradición, que la pandemia quiso extinguir, como son la Pascua y el mole prieto comunal.
Costumbre que solo entiende quien se sabe “Xinacate” —San Onofre en el santoral está semi desnudo y un pollo casero. Víctima del canibalismo aviar, es un “Xinacate”—; la satisfacción de congregar a su comunidad y darle de comer, haciéndola convivir en un festejo de gran barrio. Omar Ramírez, como un moderno Moisés que guía conduce y alimenta. La multitud no se hizo esperar y no faltó quien llegara acompañado de mariachi, para que lo mexicano amenizara y alegrara, y por supuesto que la asistencia fue inesperada, a las 10:30 de la mañana aquello era la locura, la mayoría del barrio, gente de otros, del municipio entero, de otros y hasta de Puebla y del Ciudad de México, Monterrey, Nuevo León; Toluca, Edomex y Coatepec, Veracruz; por supuesto, que oportunistas y convenencieros, quienes se sienten pre candidatos “a la que viene” se hicieron presentes, pelaron los dientes, saludaron, abrazaron y cumplieron el ritual de la hipocresía y la falsedad.
Lo autentico consistió en que este fue un acontecimiento de hermandad en donde “la sangre” saluda a los suyos. “La Xinacatada está de plácemes”, decía el difunto “sin cejas”; en la creencia nuestra es la veneración por una imagen que todos portamos en el diario existir y hay que admitir que este joven mayordomo, cumplió con sobrada humildad y obsequiosa esa bondad.
Hay mayores nuestros que ya se fueron, que dejaron el ejemplo sembrado. Quien no recuerda la proverbial humildad de don Telesforo Xochitiotzi, aquel que “limosnera” en mano el día de señora Santa Ana, al terminar la misa mayor con modestia y sin aspavientos, se situaba humildemente a la salida del templo esperando la limosna de la feligresía para la veneración de la imagen.
No sabemos con certeza desde cuándo inicia la tradición de esta Pascua que es esperada por su magnificencia, desprendimiento y espectacularidad. No faltó la bendición de los cazos al inicio del reparto, ni los “delantales” distintivos con la leyenda “Pascuas de San Onofre, Mayordomía de Misa 2024, Familia Ramírez Zarate”; después, la democrática convivencia entre ricos y pobres, todos con cajete en mano, tamal de masa como acompañamiento, propios y extraños, compadres y parientes se saludan, se viaja desde lejos para asistir, se olvidan o disfrazan los rencores, se impone el afecto y la amistad. Flota en la atmósfera la fraternidad.
El Chivo Flores se atarea saludando, fotografiando y comunicando, Elia, Blanca, Álvaro y Alicia, todos Zárate Xochitiotzi, muy activos ayudando al sobrino, que sufragó un gasto cercano a los trescientos mil pesos —aunque con certeza, cifras exactas no se sabe— pero más allá de todo gasto se trata de una gran convivencia gastronómica popular y única es un encuentro entre familias tradicionales —poderosas ramas que sostiene la estructura social de este hermoso barrio. Es la resulta de un esfuerzo que se prolonga a lo largo de un año, ya sea con los preparativos, con las aflicciones económicas, con la engorda de los cerdos, con todo los detalles o por parte de las comisiones de banda de música de castillos, de recorridos dominicales buscando la “coperacha” —hay un “palmípedo” muy activo, digno heredero de aquel que ya se fué— se afanan quienes arreglan al templo, quienes organizan mañanitas conventuales y comelitones dominicales; San Onofre es un barrio generoso, de “bien nacidos”, que preserva con celos sus tradiciones a lo largo de los siglos —hay por ahí, la religiosa sorpresa de una imagen recién bendecida, del santo del barrio, obsequio de otro personaje como es Antonio Flores Gracia, que está esperando digna ubicación, sitial veneratorio, en el santoral de nuestra querida comunidad.
Antes fueron nuestros queridos viejos quienes portaron la “encendida antorcha”, ahora es la nueva generación; Omar al frente de ella, seguirá Antonio Mendoza Ordoñez, quien ya prepara desde hoy para el año siguiente tonelada y media de carne y siete mil tamales entre muchos preparativos. Pero el saliente Omar Ramírez, se ganó la incomparable satisfacción de haberle servido con increíble generosidad a su barrio querido.