Los procesos de cambio político son en sí mimos complejos. En ellos se experimentan momentos de conflicto, debate y acuerdo. El nivel de profundidad del cambio está en función del grado de desafección y distancia entre los actores políticos que participan; por ello todo proceso de cambio político —aunque implica inherentemente la confrontación— alcanza un punto de equilibro, sea en un contexto de mayor crisis o estabilidad. Por esta razón, las instituciones políticas democráticas aspiran a lograr procesos de cambio ordenados y sin mayores dificultades.
Al principio del año 2024 se advirtió que se trataba de un período de cambios políticos, quizás, de magnitudes inobservadas en la historia reciente. Se calcula que, hacia finales del año, cerca de la mitad de la población mundial habrá ejercido el voto en elecciones nacionales y regionales en el caso de Europa. Destacan los casos de Indonesia (que celebró elecciones en febrero), la India (en abril/mayo), México, la Unión Europea (en junio) y Estados Unidos (en noviembre). La totalidad de estos procesos políticos tienen la característica compartida de suscitarse en un contexto de inestabilidad geopolítica, recomposición de las cadenas productivas de la economía global y competencia comercial entre EUA y China.
Además del contexto internacional, cada elección se desenvuelve en entorno nacionales con diferentes características y complejidades. El caso de México ha sido ejemplo internacional —así lo han señalado los observadores electorales internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) —por el nivel de participación ciudadana en las elecciones y la estabilidad para el cambio en la titularidad del ejecutivo. Sin embargo, este caso contrasta con otros como el de EUA y el de las elecciones para la integración del Parlamento Europeo.
En lo que se refiere al proceso electoral de EUA, desde el inicio del proceso se vislumbra un panorama de polarización política. La evidencia indica que el apoyo popular que ahora recibe el republicano Donald Trump (aún después de la resolución como culpable de los cargos de los que se le acusaban) es altísimo y lo coloca como competidor para la elección presidencial. Resulta contraintuitivo pensar en una sociedad que —dicho sea— ha enarbolado los valores democráticos, los derechos y las libertades, simultáneamente apoye un perfil como el del expresidente.
El proceso electoral de EUA es de consideración internacional porque marcaría una diferencia sustantiva en el manejo de los conflictos abiertos en el mundo: llámese: la guerra entre Ucrania y Rusia, el conflicto en Gaza y la tensión comercial con China. En adición, las elecciones estadounidenses también son motivo de interés para países como México, dada la relación de dependencia económica (al ser el principal destino de las exportaciones mexicanas) y la coyuntura que sitúa al país (México) como beneficiario de procesos de recolocación de procesos productivos de la economía global (nearshoring).
En el caso de las elecciones para la integración del Parlamento Europeo, también queda de manifiesto la relevancia del contexto internacional. Apenas esta semana se argumentaba en favor de que se establecieran mecanismos para evitar que, dado el conflicto del bloque europeo con Rusia, existan mecanismos de interferencia. El riesgo crece porque, como han argumentado las posiciones cercanas a la OTAN, las posiciones escépticas sobre la utilidad de la integración regional en el organismo supranacional de la Unión Europea son —quizás por el contexto de conflicto en la región— cada vez más numerosas. Por tanto, se espera que la participación sea mayor que en 2019 y las personas de los 27 Estados miembros de la Eurocámara salgan a emitir su voto.
Si se analizan los escenarios en EUA y la Unión Europea es posible concluir que lo que está en sujeción y discusión es el replanteamiento de los esquemas tradicionales de cambio político. Podría argumentarse que, en contextos de alta inestabilidad, los procesos de cambio se ven trastocados e incluso las instituciones democráticas podrían no asegurar el triunfo de lo que convencionalmente parecería correcto o adecuado.
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