Hay un argumento propagado que carece de evidencia empírica acerca del impacto marginal de los medios de comunicación tradicionales en la toma de decisiones de las personas. La duda sobre su capacidad de influencia surge –quizás– por la profundización del uso de las redes sociales como nuevos medios. Es un error, hacer esa división, considero que ambos tipos de medios de comunicación tienen influencia potencial en la toma de decisiones de las personas. Si esta noción se traslada a política, significa que factores exógenos pueden decidir por el individuo, o que, en las elecciones de gobernantes y representantes, la decisión del elector puede estar mediada por preferencias de aquellos con capacidad de controlar los medios de comunicación.
Esta realidad ha sido objeto de discusión política en las democracias contemporáneas, sobre todo son la noción de que los medios detentarían un poder superior sobre otros grupos de interés. Además de la capacidad de los medios para hacer llegar mensajes, campañas y construir imágenes, también tienen –como empresas– gran capacidad de movilización de recursos, por ejemplo, económicos. Ahora mismo en el mundo se discute la relación entre medios de comunicación y política, sobre todo en un contexto en que las fake news tienen alto alcance, sobre todo a partir del uso de internet.
En México esa influencia de los medios fue evidente, por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 2006. Ahí, las campañas en televisión estuvieron –quizás– en el punto más alto de la historia. La confrontación y los infundios por parte de Felipe Calderón hacia Andrés Manuel López Obrador fue exacerbada en medios de comunicación tradicionales por medio de campañas de desprestigio que, seguramente, alguna influencia habrá generado en los electores. El impacto negativo fue tal, que uno de los principales puntos de la reforma política de 2007 fue retirar la posibilidad de los partidos políticos y las campañas electorales para acceder a medios de comunicación a partir de sus recursos económicos disponibles, ahora sería exclusivamente a través de los tiempos oficiales del Estado en radio y televisión. Creo que, en su momento, esa discusión no tuvo los reflectores suficientes, tampoco se profundizó en las consecuencias posibles al optar por un modelo más libre o uno más regulador (el actual). Sin embargo, la medida fue pensada como una posibilidad para evitar que los partidos y candidatos concentrarán sus esfuerzos en desacreditar al otro a través de los medios de comunicación sin ningún tipo de límite.
Ahora mismo el debate también se ha traslado hacia las redes sociales, sobre todo porque son medios en los que no solamente se distribuye información, también cuenta con grandes volúmenes de datos sobre preferencias, gustos, filias y fobias de las personas. Vaya, hay visos del problema ético de las empresas de redes sociales para administrar tal información de manera adecuada o emplearla para generar campañas de cualquier tipo para definir decisiones, gustos y preferencias de los individuos. Es un problema.
Los Estados como organizaciones políticas, sobre todo aquellos con democracias consolidadas y en vías de esto, debieran optar por abrir la discusión sobre medios de comunicación. Si estos son un monopolio, entonces significa un gran poder en unas cuantas manos. El caso francés es muestra de ello y el mexicano también. Por ello las legislaciones se convierten en un objeto de disputa, es cierto, debe prevalecer la libertad para que las personas ejerzan su expresión y prensa, sin embargo, aquí más bien se habla de los artilugios de privados para incidir en las decisiones de trascendencia pública (por ejemplo, la elección de representantes y gobernantes). En el futuro cercano, la influencia de medios tradicionales y también de redes sociales en política, regresará a ser un tema de debate público.
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