Las investigaciones sobre temas electorales son bastas. Quizás uno de los temas más recurrentes es el análisis del “voto” como acción, es decir, explicar: por qué las personas deciden votar o no; cómo seleccionan entre la multiplicidad de opciones y ofertas políticas; qué criterios o características influyen de mejor manera en su decisión final; e incluso figurar en análisis de correlaciones si variables como la edad, la posición económica ola ubicación geográfica, tienen incidencia en la decisión de los votantes. Estos estudios, desde la Ciencia Política, han arrojado hallazgos y conclusiones que permiten identificar algunas de las tendencias generales, explicaciones convincentes para comprender por qué las personas votan como votan.
Existe consenso en —al menos— tres enfoques que responden a las preguntas sobre la opción política destinataria del voto. El primer enfoque es sociológico y ofrece validez a la relación de variables sociales como el lugar de origen, perfil de ingresos económicos en el hogar, identificación religiosa, etc. El segundo enfoque es psicológico, en el que tiene centralidad el grado de identificación partidista de la población o incluso las características de los candidatos (en buena medida las campañas política centradas en las y los candidatos presuponen que pueden ganar votos a partir de generar atracción, afinidad y simpatía en las características de los aspirantes). El tercer enfoque es el de “elección racional” según el cual los electores deciden su voto por un cálculo de utilidad esperada.
La última explicación sobre el voto a partir de razonamientos de utilidad abarca diferentes respuestas de los votantes. Es posible que algunos sostengan que su voto fue definido a partir del análisis de las propuestas o de la profesionalización de la o el candidatos, etc. Son razones varias, centradas en la probabilidad de beneficios comunes. No obstante, las explicaciones de los tres enfoques no son excluyentes entre sí, por el contrario, es posible que los votantes estén bajo la influencia de sus condiciones no elegidas (lugar de origen, nivel socioeconómico) y también de sus razonamientos propios.
Este tema tiene pertinencia por el proceso electoral abierto en México. Los candidatos, en muchas ocasiones piensan que las personas votan mayoritariamente por el segundo enfoque, el de las razones psicológicas. Por eso muchas campañas políticas presentan altivamente y con vehemencia ridícula el chiste, el baile, el discurso fácil, como estrategias políticas. Además, es notorio que los partidos de la oposición —los de la derecha— denuestan a los votantes, los piensan e imaginan como emotivos y poco racionales. Incluso esta semana adelantaron que los jóvenes son apáticos y cargaron cierta responsabilidad de su derrota política. Poco se preguntan si su rol político, su pobre oferta programática y la ausencia de su seriedad es lo que los ha llevado al bucle interminable de la derrota y al desinterés de jóvenes, adultos y adultos mayores (todos).
Al respecto, conviene destacar que la narrativa del desinterés político por parte de los jóvenes es un mito esparcido con eficacia. Bien lo señaló Viri Ríos en su columna “La generación Z no es apática” al afirmar que: “[…] el malentendido de que la generación Z es ‘apática’ proviene de que los más viejos no tienen interés en entender cómo se involucran en la política los más jóvenes, cómo expresan sus convicciones y cómo se sienten ante las alternativas que hoy están en la boleta”. Es cierto, además —aún tomando por cierto la existencia de cierta desilusión política— es imposible que ese pensamiento político está centrado estrictamente en la población joven.
En realidad, las campañas políticas debieran centrarse en la captación de votantes a partir del planteamiento de propuestas. Es importante que —para todos los grupos etarios, incluidos los jóvenes— se sientan representados en las ofertas políticas de los partidos y candidatos. Sobre todo partiendo del supuesto de que ese cálculo racional del voto enfrenta dos momentos decisionales en el razonamiento de utilidad esperada: el primero es cuando decide votar o abstenerse en función de los costos o beneficios vislumbrados por acudir a votar; el segundo es cuando decide votar por la opción de la que espera mejor desempeño. Por tanto, las personas votan como votan a partir de la información de la disponen, en consecuencia las campañas debieran dotar de la mayor de cantidad de argumentos para persuadir. Esa es la política.
Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz
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En realidad, las campañas políticas debieran centrarse en la captación de votantes a partir del planteamiento de propuestas. Es importante que —para todos los grupos etarios, incluidos los jóvenes— se sientan representados en las ofertas políticas de los partidos y candidatos.