El título de las reflexiones de esta semana es una conocida consigna de quienes defendemos el derecho a ser tratadas con iguales derechos, responsabilidades y oportunidades, de quienes marchamos para visibilizar la diferencia de trato que el machismo ha grabado en piedra en nuestra sociedad, de quienes sabemos que no debe morir ni una mujer más por el hecho de serlo ni puede faltar una menos dejando atrás menores en orfandad, dolor y ausencia permanente.
El feminicidio es un tipo penal contemplado en el artículo 325 del Código Penal Federal. A la letra, el artículo indica que “Comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por una razón de género”. Las ocho causales para encuadrar “razón de género” son: signos de violencia sexual; lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, o actos de necrofilia; antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia del sujeto activo en contra de la víctima; parentesco por consanguinidad o afinidad o una relación sentimental, afectiva, laboral, docente, de confianza o de hecho; amenazas directas o indirectas, acoso o lesiones; haber sido incomunicada; que el cuerpo sea expuesto, arrojado, depositado o exhibido en un lugar público, o cualquier forma de explotación.
Con una sola causal existente, el Ministerio Público debería integrar la carpeta de investigación bajo ese delito, pero esto en la realidad sucede muchas menos veces que la realidad exige; esto es grave pues además de pasar por alto la ley, oculta la terrible realidad de miles de mujeres cuyas muertes fueron consecuencia de que un hombre crea que es superior, que ella tiene la obligación de obedecerle, de someterse a sus deseos, de quedarse con él a pesar de vivir en violencia, de cuidarlo, alimentarlo y hacerse cargo de la familia nuclear e inclusive ampliada. Cuando una mujer decide que esa vida no le gusta, no la acepta y quiere irse, el macho lo impide y llega hasta la muerte para lograr imponer su asumida superioridad.
De acuerdo con el INEGI los llamados al 911 por denuncias por violencia sexual aumentaron 184% en nueve años, pero menos de 2 % termina en una condena. Como la violencia es una espiral ascendente, muchas de esas llamadas de auxilio, terminarán en lesiones o feminicidio. En la presente administración, los datos oficiales indican que al 31 de enero de 2024 se han registrado en México 4 mil 817 casos de feminicidios, de los cuales 7 cada mes se perpetran contra niñas o adolescentes y, para que quede claro que el machismo mata, en 9 de cada 10 casos de tentativa de feminicidio, el agresor fue pareja de la víctima.
En el mismo periodo, las entidades con mayor número de feminicidios fueron Estado de México con 688, Nuevo León 386, Veracruz 369, CDMX 362 y Jalisco 289. En el otro extremo se encuentran Tlaxcala y Campeche con 43 cada uno, Nayarit 34, Aguascalientes 31, Yucatán 28; y, Baja California Sur con 22 casos. Los datos anteriores no son solo casos, son una más asesinada solo por el hecho de ser mujer, una menos en sus familias, en su espacio, en su derecho a vivir. Son hijos sin madres, son padres sin hijas, son México sin sus mujeres.
Posterior a la marcha del 8M2024, que exige justamente cese a la violencia de género e igualdad sustantiva, Cecilia Gaxiola, tiktoker de 22 años, denunció en un video el intento de feminicidio contra su madre; Dulce Vaca repartió flores en la marcha y luego fue asesinada por su pareja; y, Ana Karina Franco López, policía de Nuevo León adscrita a la fuerza civil que se asignó para resguardar las instalaciones del Palacio de Gobierno durante la marcha del 8M, apareció con una bala en la cabeza un día después. Su pareja es el principal sospechoso.
Ana Karina ya había denunciado violencia y se desestimó la importancia de su queja. La muerte la alcanzó presuntamente a manos de quien debía amarla, pero también mancha de sangre a quienes no tomaron acción sobre su grito de ayuda. Hay miles como ella.
Es tiempo ya que gobiernos y sociedad combatamos el machismo en serio. El grito de Ni Una Más, Ni Una Menos, debe calar en el alma, debe cambiar a México independientemente de qué signo político o género de gobernante lleve las riendas del Estado.