/ jueves 1 de agosto de 2024

¡Nuevos ayuntamientos!

Se pregunta a quienes dirigen a Tlaxcala... ¿será que de verdad no existe ley o autoridad que norme los irregulares manejos financieros de los municipios?, porque en Chiautempan y en su comercio callejero, la arteria Iturbide se ha vuelto la mejor muestra de la corrupción de un tal Andrés Palacios que se ostenta como director de Comercio —desde que se fue el “Amigo Lázaro”— se ha dedicado a extorsionar, a esquilmar, a pizcar de todos los pequeños comerciantes callejeros —desde $3,000, hasta $60,000--, para ubicarlos en la avenida, y otorgarles licencia municipal. Se dice que ha progresado mucho, porque ya es dueño de un vehículo nuevo. Pequeña muestra en micro de lo que sucede en macro.

Tengamos presente que, en treinta días estrenaremos munícipes, los que se van, a trece de ellos sus síndicos no los avalan por sus cuentas irregulares, obviamente, en el sistema de componendas que impera, todo se reparte de abajo hacia arriba —¡qué viva el municipio libre!—, por supuesto que quienes, sí firmaron serán objeto de una minuciosa revisión por parte del órgano fiscalizador.

En Chiautempan la síndica encontró inconsistencias en la ejecución y comprobación del gasto, irregularidades en las cuentas bancarias y en el manejo de los ingresos propios. Se rumora que alguien desfalcó tres millones de pesos —¿nada más eso?— y ahora pretende “taparle el ojo al macho” plantando céntricos arbolitos. Esto sucede cada tres años; los tesoreros ya son expertos —van de un municipio a otro prestando sus servicios— se han especializado en trastupijes, pero ni así camuflean lo indebido, aunque tengan instrucciones tajantes, cuando ya están por salir.

Hace dos días el munícipe de Apetatitlán buscó el amparo de la justicia federal para no “calentar cemento”. Así está de temeroso. Pero ya vienen los nuevos y de forma acertada se dice que los tlaxcaltecas no necesitamos que los “carteles” nos impongan con violencia el derecho de piso, porque con nuestros munícipes nos basta, ellos nos extorsionan a más no poder.

En la calle Iturbide de Chiautempan —es real lo que les narro— una mujer desamparada por su esposo y sus hijas se gana la vida vendiendo tacos callejeros, pero el tal Andrés le exigía 10 mil pesos por una licencia que legalmente costó novecientos. Los que manejan el comercio municipal están pendientes de “a quién” “por qué” “cuánto” “y cuándo”. Alguien dijo que deben aprender a servir, pero aprendieron a “ser viles”, eso y falta de escrúpulos es lo que les sobra.

Por favor que alguna autoridad superior haga algo, porque esto es constante en quienes ven a su municipio como negocio particular. ¡No señores presidentes, no se equivoquen!, su pueblo no los eligió para cambiar de ladrones, lo hizo porque creyó en su palabra de honor, así que ahora jódanse y cumplan, desechen el orgullito que temprano se les subió a su cabeza.

En otro orden de ideas acerca de lo mismo, la gente clama por que los municipios no otorguen licencias para los giros negros —cantinas, centros nocturnos, embriagadurías—; en ellos se prohíja la explotación sexual, la prostitución, los feminicidios, el descarado asalto a los borrachos. Tampoco de antros para que los jóvenes escolares desde temprana edad se envicien y que, a la salida de secundarias, los induzca a la drogadicción; ya es suficiente con que proceden de hogares desarticulados familiarmente, o en donde hay violencia o alcoholismo —son candidatos a la mal vivencia.

Sin embargo, tesoreros, inspectores y “los de arriba” se amafian para otorgar licencias, a cambio de moches substanciosos. En esos antros pululan los padrotitos y demás fauna —ellos, saben bien de qué estoy hablando.

Acerca de lo mismo, pero en otra arista algunos tianguistas en la capital tlaxcalteca se sienten afectados en sus ingresos por una obra de drenaje, pero nada dicen de que contribuyen con sus operaciones comerciales a la escalada de precios, por que no se manejan con honestidad. Es fácil comprobarlo, en la central de abastos de Puebla, el limón se compra en $7.50 el kilo, pero en el comercio verdulero y callejero está en $30; si el precio sube lo aumentan, pero si baja ahí se queda.

Son buenos para exigir. La injusticia social procede de muchos ámbitos, sea del Poder Judicial o el del comercio callejero. Por cierto, en la feria chiautempense, frente al templo de la patrona Señora Santa Ana, nos dieron una probadita de lo que fueron los años que se añoran; durante cinco días, 12 juegos mecánicos hicieron la delicia y el ambiente, pero se fueron y el encanto se acabó.



Se pregunta a quienes dirigen a Tlaxcala... ¿será que de verdad no existe ley o autoridad que norme los irregulares manejos financieros de los municipios?, porque en Chiautempan y en su comercio callejero, la arteria Iturbide se ha vuelto la mejor muestra de la corrupción de un tal Andrés Palacios que se ostenta como director de Comercio —desde que se fue el “Amigo Lázaro”— se ha dedicado a extorsionar, a esquilmar, a pizcar de todos los pequeños comerciantes callejeros —desde $3,000, hasta $60,000--, para ubicarlos en la avenida, y otorgarles licencia municipal. Se dice que ha progresado mucho, porque ya es dueño de un vehículo nuevo. Pequeña muestra en micro de lo que sucede en macro.

Tengamos presente que, en treinta días estrenaremos munícipes, los que se van, a trece de ellos sus síndicos no los avalan por sus cuentas irregulares, obviamente, en el sistema de componendas que impera, todo se reparte de abajo hacia arriba —¡qué viva el municipio libre!—, por supuesto que quienes, sí firmaron serán objeto de una minuciosa revisión por parte del órgano fiscalizador.

En Chiautempan la síndica encontró inconsistencias en la ejecución y comprobación del gasto, irregularidades en las cuentas bancarias y en el manejo de los ingresos propios. Se rumora que alguien desfalcó tres millones de pesos —¿nada más eso?— y ahora pretende “taparle el ojo al macho” plantando céntricos arbolitos. Esto sucede cada tres años; los tesoreros ya son expertos —van de un municipio a otro prestando sus servicios— se han especializado en trastupijes, pero ni así camuflean lo indebido, aunque tengan instrucciones tajantes, cuando ya están por salir.

Hace dos días el munícipe de Apetatitlán buscó el amparo de la justicia federal para no “calentar cemento”. Así está de temeroso. Pero ya vienen los nuevos y de forma acertada se dice que los tlaxcaltecas no necesitamos que los “carteles” nos impongan con violencia el derecho de piso, porque con nuestros munícipes nos basta, ellos nos extorsionan a más no poder.

En la calle Iturbide de Chiautempan —es real lo que les narro— una mujer desamparada por su esposo y sus hijas se gana la vida vendiendo tacos callejeros, pero el tal Andrés le exigía 10 mil pesos por una licencia que legalmente costó novecientos. Los que manejan el comercio municipal están pendientes de “a quién” “por qué” “cuánto” “y cuándo”. Alguien dijo que deben aprender a servir, pero aprendieron a “ser viles”, eso y falta de escrúpulos es lo que les sobra.

Por favor que alguna autoridad superior haga algo, porque esto es constante en quienes ven a su municipio como negocio particular. ¡No señores presidentes, no se equivoquen!, su pueblo no los eligió para cambiar de ladrones, lo hizo porque creyó en su palabra de honor, así que ahora jódanse y cumplan, desechen el orgullito que temprano se les subió a su cabeza.

En otro orden de ideas acerca de lo mismo, la gente clama por que los municipios no otorguen licencias para los giros negros —cantinas, centros nocturnos, embriagadurías—; en ellos se prohíja la explotación sexual, la prostitución, los feminicidios, el descarado asalto a los borrachos. Tampoco de antros para que los jóvenes escolares desde temprana edad se envicien y que, a la salida de secundarias, los induzca a la drogadicción; ya es suficiente con que proceden de hogares desarticulados familiarmente, o en donde hay violencia o alcoholismo —son candidatos a la mal vivencia.

Sin embargo, tesoreros, inspectores y “los de arriba” se amafian para otorgar licencias, a cambio de moches substanciosos. En esos antros pululan los padrotitos y demás fauna —ellos, saben bien de qué estoy hablando.

Acerca de lo mismo, pero en otra arista algunos tianguistas en la capital tlaxcalteca se sienten afectados en sus ingresos por una obra de drenaje, pero nada dicen de que contribuyen con sus operaciones comerciales a la escalada de precios, por que no se manejan con honestidad. Es fácil comprobarlo, en la central de abastos de Puebla, el limón se compra en $7.50 el kilo, pero en el comercio verdulero y callejero está en $30; si el precio sube lo aumentan, pero si baja ahí se queda.

Son buenos para exigir. La injusticia social procede de muchos ámbitos, sea del Poder Judicial o el del comercio callejero. Por cierto, en la feria chiautempense, frente al templo de la patrona Señora Santa Ana, nos dieron una probadita de lo que fueron los años que se añoran; durante cinco días, 12 juegos mecánicos hicieron la delicia y el ambiente, pero se fueron y el encanto se acabó.