- Iván Arrazola
El tsunami electoral del 2 de junio ha tenido un impacto profundo en el panorama político de México, dejando secuelas significativas que han reconfigurado el equilibrio de poder. Uno de los efectos más notables es el debilitamiento de la oposición, que carece de herramientas efectivas para articular un proyecto político capaz de competir con la maquinaria electoral que representa Morena. Este dominio hegemónico no solo pone de manifiesto la fragilidad de las estructuras opositoras actuales, también evidencia la falta de propuestas innovadoras y cohesionadas que puedan captar el interés del electorado. En este complejo escenario, han comenzado a surgir iniciativas para la creación de nuevos partidos políticos.
Los partidos tradicionales enfrentan una severa crisis de credibilidad y cohesión, evidenciada por su incapacidad para ofrecer respuestas claras y efectivas frente a los retos del escenario político actual. Los tres principales partidos de oposición, PAN, PRI y MC, exhiben profundas contradicciones que debilitan su postura frente al gobierno, especialmente por la evidente colaboración de varios de sus legisladores en la aprobación de reformas constitucionales impulsadas por Morena. Un ejemplo de estas contradicciones es el PAN, donde siete de sus legisladores votaron a favor de la controvertida figura de la prisión preventiva oficiosa.
En este contexto, se anunció en días recientes la intención de crear dos nuevos partidos políticos, marcando un intento por reconfigurar el panorama político. Uno de estos proyectos es el Frente Cívico Nacional, liderado por Guadalupe Acosta Naranjo. Según declaraciones del propio Acosta Naranjo, esta agrupación no pretende posicionarse ni a la derecha ni a la izquierda del espectro político tradicional; su objetivo principal es enfrentar a Morena, a quien considera su principal adversario.
Sin embargo, esta iniciativa enfrenta serios cuestionamientos desde su concepción. Uno de los aspectos más controvertidos es la trayectoria de los actores involucrados, además de la falta de una propuesta clara. Muchos de sus impulsores son políticos que han ocupado posiciones de poder durante muchos años y que, en el proceso, han acumulado un historial marcado por decisiones cuestionables. Su fracaso en el Frente opositor en las elecciones de 2024 pone en entredicho su capacidad para generar un proyecto convincente y atractivo para un electorado que demanda renovación y autenticidad en la política.
Por su parte, la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez también anunció su intención de fundar un nuevo partido político, apelando a la necesidad de una oposición renovada y con credibilidad. En un mensaje difundido a través de Twitter, Gálvez expresó: “Los mexicanos necesitan una oposición con credibilidad. Por eso, y por todo lo que están haciendo con el país, vamos por la construcción de una nueva opción.” Este llamado refleja su diagnóstico de la crisis actual en los partidos tradicionales y su intención de ofrecer una alternativa que responda a las demandas ciudadanas.
Aunque su propuesta enfatiza valores como la innovación, la modernidad y la independencia de intereses oscuros, también plantea preocupaciones relevantes. Uno de los riesgos de este enfoque radica en la idea de que únicamente las formaciones “ciudadanas” son capaces de organizarse de manera legítima o efectiva. Esta perspectiva puede simplificar en exceso la realidad de la política, que históricamente se ha construido a partir de alianzas estratégicas y coaliciones entre diversos sectores.
La política no se reduce a etiquetas ni al origen de los partidos, ya sean ciudadanos o institucionales. Su esencia radica en la capacidad de construir propuestas sólidas, coherentes y atractivas que respondan a las necesidades reales de la sociedad. En este sentido, el énfasis en excluir a los llamados “impresentables” plantea una evidente contradicción. Esos mismos actores, criticados ahora, fueron fundamentales para consolidar la candidatura presidencial de Gálvez. Persistir en una política basada en la exclusión no solo resulta inconsistente, sino que también limita la posibilidad de construir un proyecto político verdaderamente cohesionado y plural.
En este contexto de debilitamiento de los partidos tradicionales y la falta de propuestas sólidas y atractivas por parte de las nuevas propuestas políticas, la situación adquiere una dimensión preocupante. Esto ocurre en medio de una alarmante crisis en los sistemas de seguridad, salud y educación en el país, pilares fundamentales del bienestar social que actualmente enfrentan serios retrocesos y afectan directamente los derechos de la población.
La oposición, lejos de articular un diagnóstico profundo y proponer soluciones integrales a estos problemas estructurales, parece limitar su discurso a la premisa simplista de que, al llegar al poder, los problemas automáticamente se resolverán.
El verdadero reto para la oposición no es únicamente ganar elecciones, también debe demostrar que tiene la capacidad de articular un proyecto de nación que inspire confianza y esperanza en los ciudadanos. Para superar este desafío, es imprescindible que estos nuevos proyectos políticos comprendan que el cambio no se limita a la alternancia en el poder, sino que debe basarse en una transformación profunda del sistema político y en el compromiso con el bienestar de la ciudadanía. Solo a través de una propuesta clara, innovadora y comprometida será posible recuperar la confianza de una sociedad cada vez más lejana e indiferente ante la clase política.
*Analista político y colaborador de Integridad Ciudadana A. C. @ivarcorr @Integridad_AC