/ jueves 3 de octubre de 2024

¡Otoño veleidoso y coqueto!...

¡Porque la vida pasa, tan de prisa como llega!... el tiempo es circular, el universo lo es; cuatro “estaciones” que vuelan. El año es implacable; pero en él se debate nuestra vida personal y social. “Otoño veleidoso”, días huracanados, otros de calor extremo. Meses de variados sucesos, tantos, que no caben en tan breve espacio.

¡Pero veamos algunos!: “Cuando veas las barbas de tu vecino rasurar, pon las tuyas a remojar”. ¡Ya viene! -pero no se resignan y siguen en lo mismo-. Es una reforma que alcanzará a todo el país y a todos los niveles; se aprobó entre estirones, empujones, portazos y amenazas. El Senado casi se incendia. Pero en Tlaxcala -sus “altezas” de Ciudad Judicial saben bien a qué me refiero- llegará irremediable; pero mientras no llega, “su gato retoza”. Hay una secretaria de acuerdos en un “juzgado familiar” que todo lo obstaculiza y lo retarda para ver qué “cacha”; ella piensa que engaña a los demás. Pero los demás se dan perfecta cuenta. Por fortuna su jueza, “no mal donada, sino bien donada”, es decir, bien intencionada, su proceder apegado a la ley. Y “aquella” exhibe su ambición.

Pero otoño es también la época de huracanes tempestuosos y devastadores -pobrecito de mi acapulco querido-, de cosechas agrícolas -que vendrán- y con ese motivo de festividades -antecedentes del fin de año-. Con tanta lluvia, el campo tlaxcalteca viste de esmeralda y verde bandera, que alegra a los corazones. Es una lástima que la nueva generación haya perdido la fe al campo y lo tenga abandonado o haya construido tantas casas. El TLC tan mentado obligó a la desatención de lo agrícola en México y en Tlaxcala. Nuestros viejos, o se murieron o están cansados, y sus hijos ya tienen otro “giro”. Por lo pronto, para alimentarnos, el país compra maíz y frijol al extranjero -porque en el TLC de eso se trataba-.

¡Otoño es también festivo!..., según tradición que nos llega de la Europa medieval. Al cierre de las cosechas se festejaba, porque los patios, el cuescomate o el granero rebosan y eso había que festejarlo. En Tlaxcala, la feria estatal es en otoño. Prohibitiva, cara y “cantinera”, además. Se extraña aquella tradición de que las familias iban con su canasta de alimentos al Parque de la Juventud, donde comelitón organizaban con sus asadores de carne, y desde luego convivían con los “manteles” vecinos. Se acompañaba la comida con el “vino” de maguey, fresco y fragante, espumoso y “muchachero” -que puente de por medio se compraba de “aquel lado”-, la tradición feneció, porque los comerciantes de comida de “adentro” la atacaron hasta matarla, pero la familia tlaxcalteca perdió -ni modo, Cisneros Fernández, tan bella tradición fue derrotada por los mercaderes de la comida cara y los contadores que procuraron mejores ingresos para el patronato-. Ahora, para los anémicos bolsillos sólo quedan las “gorditas michoacanas” -tres por setenta-. Así que la mayoría sólo iremos a “bobear”.

En otoño celebramos lo que los huastecos llaman el “Xantolo”, y en el Tlaxcala de mis amores es el “todos santos”. Desde ya, nos preparamos para ofrecer manjares -las hojaldras no faltarán-, todo presentado en mesa de hermoso mantel, para recibir a quienes nos ganaron el camino y “ya se fueron”. Es otra oportunidad para que el comercio especulativo siga medrando con los precios -“Ay comadrita, dónde iremos a parar, todo está por los cielos”, como quiera que sea, habrá que cumplir la tradición; a nuestros queridos difuntos no los olvidamos -¡si los olvidamos se mueren!-, así que, según las creencias mágicas de esta tierra hermosa, vendrán a disfrutar el comelitón. La fiesta de muertos es enraizada costumbre que mueve sentimientos. El “mercado” ha querido convertirla en “tragazón”, música, baile, desfile de calaveritas, buscando olvidar su origen contrito y emotivo. -“Feliz día de muertos”-, ¡es un absurdo! Las calles chiautempenses se llenan de miles de vampiritos y catrinitas, provenientes de quién sabe dónde, que se van felices a sus casas con su carga de dulces -para que “relumbren” las lombrices-. Esta costumbre ya enraizó entre nosotros.

Otro aspecto de este otoño, que no se detiene, es el bajón en las ventas que ahora padece el comercio, en el que la “oferta” parece estancada porque no hay “demanda” -¡sí, pero muy poca!-; esto resulta normal porque el comerciante ha subido los precios sin piedad -especulando, abusando, pretendiendo ganancias desmedidas. “Bien vendido o bien podrido”, “si no le gusta, déjelo”, “escogido tiene otro precio”, “no, barato ya no hay”, “es que es criollito”, de tal forma, estamos viviendo un “domo” inflacionario por estos afanes abusivos. Desde luego, hay quienes observan objetivamente la realidad y han disminuido sus precios. Aun así, la generalidad ciudadana que “merca” se las mira negras para cubrir sus necesidades. Antes se compraba por kilo, ahora por medios y cuartos y hasta por gramos. Esto disminuye ganancias. Pero no quieren entender. ¡Allá ellos y sus ambiciones!

¡Otoño hermoso!, … a la silla del gran “Tlatoani” ya llegó “la Doña” y ya se fue “el Don”; y en Tlaxcala -en este otoño-, otra “Doña” por décadas empoderada, vendrá universitariamente a dictar conferencias, a recibir reconocimientos -¿cambió de oficio?, porque lo de ella es el manejo del poder en las “ligas mayores”, en donde resultó una genialidad-.

¡Otoño!... Preámbulo del frío que a los tlaxcaltecas más nos acomoda, porque dormimos como “ositos polares”; que para eso cobijas tenemos -para guarecer en ellas los sueños y los amores- para transitar con placidez las noches tan hermosas, con sus intensas luces invernales en el cielo y los cierzos de amanecer friolento.

¡Otoño tlaxcalteca!... de cosechas, de fiestas y de vivencias diversas, que tatúan el calendario. Región del altiplano a donde no se escucha el “rezongar” de los lejanos cañones de aquella guerra europea, que si se les va de las manos se convierte en desastre mundial. ¡Otoño!... Que transitamos entre violencias y esperanzas. ¡Hay una mala!,… dice la ONU que “nadie se hace responsable de que el mundo esté al borde de la guerra universal”; esto ya lo sabíamos, porque ya es una locura que solo favorece a los poderosos y a quienes armas fabrican. Los demás somos espectadores inertes de cómo juegan con esta, que es la “gran casa de todos”.

¡Otoño travieso que a veces eres lluvia y a veces eres sol!


¡Porque la vida pasa, tan de prisa como llega!... el tiempo es circular, el universo lo es; cuatro “estaciones” que vuelan. El año es implacable; pero en él se debate nuestra vida personal y social. “Otoño veleidoso”, días huracanados, otros de calor extremo. Meses de variados sucesos, tantos, que no caben en tan breve espacio.

¡Pero veamos algunos!: “Cuando veas las barbas de tu vecino rasurar, pon las tuyas a remojar”. ¡Ya viene! -pero no se resignan y siguen en lo mismo-. Es una reforma que alcanzará a todo el país y a todos los niveles; se aprobó entre estirones, empujones, portazos y amenazas. El Senado casi se incendia. Pero en Tlaxcala -sus “altezas” de Ciudad Judicial saben bien a qué me refiero- llegará irremediable; pero mientras no llega, “su gato retoza”. Hay una secretaria de acuerdos en un “juzgado familiar” que todo lo obstaculiza y lo retarda para ver qué “cacha”; ella piensa que engaña a los demás. Pero los demás se dan perfecta cuenta. Por fortuna su jueza, “no mal donada, sino bien donada”, es decir, bien intencionada, su proceder apegado a la ley. Y “aquella” exhibe su ambición.

Pero otoño es también la época de huracanes tempestuosos y devastadores -pobrecito de mi acapulco querido-, de cosechas agrícolas -que vendrán- y con ese motivo de festividades -antecedentes del fin de año-. Con tanta lluvia, el campo tlaxcalteca viste de esmeralda y verde bandera, que alegra a los corazones. Es una lástima que la nueva generación haya perdido la fe al campo y lo tenga abandonado o haya construido tantas casas. El TLC tan mentado obligó a la desatención de lo agrícola en México y en Tlaxcala. Nuestros viejos, o se murieron o están cansados, y sus hijos ya tienen otro “giro”. Por lo pronto, para alimentarnos, el país compra maíz y frijol al extranjero -porque en el TLC de eso se trataba-.

¡Otoño es también festivo!..., según tradición que nos llega de la Europa medieval. Al cierre de las cosechas se festejaba, porque los patios, el cuescomate o el granero rebosan y eso había que festejarlo. En Tlaxcala, la feria estatal es en otoño. Prohibitiva, cara y “cantinera”, además. Se extraña aquella tradición de que las familias iban con su canasta de alimentos al Parque de la Juventud, donde comelitón organizaban con sus asadores de carne, y desde luego convivían con los “manteles” vecinos. Se acompañaba la comida con el “vino” de maguey, fresco y fragante, espumoso y “muchachero” -que puente de por medio se compraba de “aquel lado”-, la tradición feneció, porque los comerciantes de comida de “adentro” la atacaron hasta matarla, pero la familia tlaxcalteca perdió -ni modo, Cisneros Fernández, tan bella tradición fue derrotada por los mercaderes de la comida cara y los contadores que procuraron mejores ingresos para el patronato-. Ahora, para los anémicos bolsillos sólo quedan las “gorditas michoacanas” -tres por setenta-. Así que la mayoría sólo iremos a “bobear”.

En otoño celebramos lo que los huastecos llaman el “Xantolo”, y en el Tlaxcala de mis amores es el “todos santos”. Desde ya, nos preparamos para ofrecer manjares -las hojaldras no faltarán-, todo presentado en mesa de hermoso mantel, para recibir a quienes nos ganaron el camino y “ya se fueron”. Es otra oportunidad para que el comercio especulativo siga medrando con los precios -“Ay comadrita, dónde iremos a parar, todo está por los cielos”, como quiera que sea, habrá que cumplir la tradición; a nuestros queridos difuntos no los olvidamos -¡si los olvidamos se mueren!-, así que, según las creencias mágicas de esta tierra hermosa, vendrán a disfrutar el comelitón. La fiesta de muertos es enraizada costumbre que mueve sentimientos. El “mercado” ha querido convertirla en “tragazón”, música, baile, desfile de calaveritas, buscando olvidar su origen contrito y emotivo. -“Feliz día de muertos”-, ¡es un absurdo! Las calles chiautempenses se llenan de miles de vampiritos y catrinitas, provenientes de quién sabe dónde, que se van felices a sus casas con su carga de dulces -para que “relumbren” las lombrices-. Esta costumbre ya enraizó entre nosotros.

Otro aspecto de este otoño, que no se detiene, es el bajón en las ventas que ahora padece el comercio, en el que la “oferta” parece estancada porque no hay “demanda” -¡sí, pero muy poca!-; esto resulta normal porque el comerciante ha subido los precios sin piedad -especulando, abusando, pretendiendo ganancias desmedidas. “Bien vendido o bien podrido”, “si no le gusta, déjelo”, “escogido tiene otro precio”, “no, barato ya no hay”, “es que es criollito”, de tal forma, estamos viviendo un “domo” inflacionario por estos afanes abusivos. Desde luego, hay quienes observan objetivamente la realidad y han disminuido sus precios. Aun así, la generalidad ciudadana que “merca” se las mira negras para cubrir sus necesidades. Antes se compraba por kilo, ahora por medios y cuartos y hasta por gramos. Esto disminuye ganancias. Pero no quieren entender. ¡Allá ellos y sus ambiciones!

¡Otoño hermoso!, … a la silla del gran “Tlatoani” ya llegó “la Doña” y ya se fue “el Don”; y en Tlaxcala -en este otoño-, otra “Doña” por décadas empoderada, vendrá universitariamente a dictar conferencias, a recibir reconocimientos -¿cambió de oficio?, porque lo de ella es el manejo del poder en las “ligas mayores”, en donde resultó una genialidad-.

¡Otoño!... Preámbulo del frío que a los tlaxcaltecas más nos acomoda, porque dormimos como “ositos polares”; que para eso cobijas tenemos -para guarecer en ellas los sueños y los amores- para transitar con placidez las noches tan hermosas, con sus intensas luces invernales en el cielo y los cierzos de amanecer friolento.

¡Otoño tlaxcalteca!... de cosechas, de fiestas y de vivencias diversas, que tatúan el calendario. Región del altiplano a donde no se escucha el “rezongar” de los lejanos cañones de aquella guerra europea, que si se les va de las manos se convierte en desastre mundial. ¡Otoño!... Que transitamos entre violencias y esperanzas. ¡Hay una mala!,… dice la ONU que “nadie se hace responsable de que el mundo esté al borde de la guerra universal”; esto ya lo sabíamos, porque ya es una locura que solo favorece a los poderosos y a quienes armas fabrican. Los demás somos espectadores inertes de cómo juegan con esta, que es la “gran casa de todos”.

¡Otoño travieso que a veces eres lluvia y a veces eres sol!