/ jueves 5 de septiembre de 2024

¿Qué te pasó Chiautempan?...

Eras el municipio más próspero de Tlaxcala, tus fábricas de trescientos sesenta y cinco días al año y cuatro turnos; tus trabajadores los sábados diseminaban la riqueza; cada año para septiembre las bodegas ya estaban vacías; tus telares suizos maravillosos y tus artículos textiles, eran un asombro y de tanta calidad que paraban en la moda europea.

En esta tierra, solo se morían de hambre los perezosos; pocos hurtaban porque todos tenían lo necesario; pero hoy, solo nostalgia queda; este milagroso auge que añoramos, pero no intentamos revivirlo; el libre comercio mató tanta bonanza.

Los pueblos no deben olvidar su pasado porque si lo hacen se salen del camino; su ayer, es su raíz y su presente, la oportunidad de reconstruirse.

Hubo un pasado en que todo santanero soñaba con su taller textil o su pequeña fábrica; la inventiva no dormía, cuando el auge de las “capas de fantasía” forjaron muchas riquezas y tales prendas llenaban las tiendas del país; hoy estamos aletargados en la comodidad, navegamos “de a muertito”.

Este municipio cayó en manos de aventureros que han hecho de la política una inversión y encontraron en las arcas municipales su propiedad; “entraron a saco” a enriquecerse; enquistaron sus pandillas de burócratas de barriada y politicastros de campanario; se volvieron expertos en la tranza; éramos un faro de ventura y crecimiento, porque a esta tierra venían los foráneos con la certeza de que prosperarían. En unas cuantas décadas esta noble tierra ha sido presa de tortilleros, carniceros, barbosas y demás.

Nos cayó encima una generación que se ha valido de lo público; denuncias penales por los latrocinios en el presupuesto han existido pero no prosperan porque los de arribita lo permiten; han saqueado a placer y presumen sus riquezas poseyendo plazas comerciales, gasolineras, autos lujosos y vida de postín; se dedican al desvío del presupuesto y cuando ya se van le tapan el ojo al macho “con arbolitos”, y “obritas” de relumbrón que no convencen y luego se llenan la boca diciendo “que su conciencia duerme tranquila”, pero no explican por qué las instalaciones deportivas siguen en manos de particulares, por qué tanta burocracia; por qué tanta preocupación porque les cubran la espalda cuando se marchan y los de arriba, deben decirnos por qué no son castigados.

Que nos digan por qué las antiguas tiendas artesanales han sido desplazadas por los foráneos –solo quedan los almacenes de don Rafael Armas–; no explican por qué traen tesoreros de fuera para justificar lo injustificable, no explican por qué no atacan de fondo un drenaje obsoleto y de remiendos que creció a retazos y ya es inservible; por qué nos quedamos sin agua potable semanas enteras; dónde para el dinero de los parquímetros y del comercio ambulante y quiénes son los ganones.

Que expliquen por qué los parques de repente se vuelven tianguis –cinco mil pesos el metro– por qué “cortaban cuentas” y se llevaban el dinero a las tres de la tarde, de tesorería, mercados, comercio callejero, agua potable, multas. No explican por qué el turismo “San Miguelero” ya no visita la cabecera y a nadie parece importarle; ni tampoco a qué se dedican los “secretarios particulares”, no explican qué han hecho para que retorne la bonanza textilera artesanal, ya que hoy nos domina la fibra de plásticos de basura; qué han hecho para sanear los drenajes que desembocan al Zahuapan y que es de náusea respirar su fetidez.

Que nos digan si hay un plan municipal de crecimiento urbano, dónde está y cómo se cumple; cómo preservan las tradiciones de este pueblo, que sobrevive gracias a los gobernados; porque los municipales, no tienen vocación de servir y las oficinas, en lugar de atender al pueblo, son trincheras de “mata quincenas”.

No explican por qué fue tan difícil reparar –nunca lo hicieron– un pequeño desperfecto de drenaje en Tlapacoya y “el mero mero” prometió cubrirlo con tablas que nunca mandó; no explican por qué las oficinas ya no son públicas y por qué ellos siguen aquella práctica de “prometer hasta meter y luego olvidar lo prometido”.

No explican por qué los cobradores del comercio vial se dedican al chantaje y al público latrocinio; no explican por qué tanto grillo de campanario se dedica sólo a la intriga y a trabajar “para la que viene”.

Ahora tenemos una nueva generación; una joven mujer asumió el cargo, fue ungida en su protesta por la gobernadora, quien manifestó que en los tres años pasados su gobierno invirtió en Chiautempan doscientos millones de pesos; los que se fueron están obligados a explicar en qué se invirtieron; así también los comités de feria, el patronato Díaz Varela deben informar en qué pararon los dineros que pasaron por sus manos.

Santa Ana, dijo la mandataria, es una tierra tradicional, festiva y costumbrista y las autoridades municipales tienen una hermosa oportunidad de servir de cerca al pueblo y los conminó a conducirse con sencillez, honradez y saber escuchar al gobernado con enorme cariño; así renace la esperanza y la fe en que se materialice la “identidad que transforma”; que los nuevos honren su palabra, y no sólo adopten poses “cristobalezcas” que al momento de la protesta, “miraba en lontananza”, “perdido en las alturas”, ubicando su ego por encima de la “pelusa”, mirando al infinito, soñando para dentro de tres años o tal vez en la primera quincena.

La munícipe de estreno es dueña de un sorpresivo lenguaje conceptual de altura, de propósitos elevados para resolver la inseguridad, la reactivación comercial, para proteger a los vulnerables y para regresar su prestigio perdido a una feria anual que antes resonaba fuerte en el país; doña Blanca está cubierta de propósitos nobles para restaurar el tejido social y hacer de esta tierra un buen lugar para vivir. Si esto es así, ella trascenderá. Somos un pueblo que despierta a un nuevo día, frescos vientos soplan sobre nosotros, tenemos el derecho a tremolar en todo lo alto las banderas de la esperanza.



Eras el municipio más próspero de Tlaxcala, tus fábricas de trescientos sesenta y cinco días al año y cuatro turnos; tus trabajadores los sábados diseminaban la riqueza; cada año para septiembre las bodegas ya estaban vacías; tus telares suizos maravillosos y tus artículos textiles, eran un asombro y de tanta calidad que paraban en la moda europea.

En esta tierra, solo se morían de hambre los perezosos; pocos hurtaban porque todos tenían lo necesario; pero hoy, solo nostalgia queda; este milagroso auge que añoramos, pero no intentamos revivirlo; el libre comercio mató tanta bonanza.

Los pueblos no deben olvidar su pasado porque si lo hacen se salen del camino; su ayer, es su raíz y su presente, la oportunidad de reconstruirse.

Hubo un pasado en que todo santanero soñaba con su taller textil o su pequeña fábrica; la inventiva no dormía, cuando el auge de las “capas de fantasía” forjaron muchas riquezas y tales prendas llenaban las tiendas del país; hoy estamos aletargados en la comodidad, navegamos “de a muertito”.

Este municipio cayó en manos de aventureros que han hecho de la política una inversión y encontraron en las arcas municipales su propiedad; “entraron a saco” a enriquecerse; enquistaron sus pandillas de burócratas de barriada y politicastros de campanario; se volvieron expertos en la tranza; éramos un faro de ventura y crecimiento, porque a esta tierra venían los foráneos con la certeza de que prosperarían. En unas cuantas décadas esta noble tierra ha sido presa de tortilleros, carniceros, barbosas y demás.

Nos cayó encima una generación que se ha valido de lo público; denuncias penales por los latrocinios en el presupuesto han existido pero no prosperan porque los de arribita lo permiten; han saqueado a placer y presumen sus riquezas poseyendo plazas comerciales, gasolineras, autos lujosos y vida de postín; se dedican al desvío del presupuesto y cuando ya se van le tapan el ojo al macho “con arbolitos”, y “obritas” de relumbrón que no convencen y luego se llenan la boca diciendo “que su conciencia duerme tranquila”, pero no explican por qué las instalaciones deportivas siguen en manos de particulares, por qué tanta burocracia; por qué tanta preocupación porque les cubran la espalda cuando se marchan y los de arriba, deben decirnos por qué no son castigados.

Que nos digan por qué las antiguas tiendas artesanales han sido desplazadas por los foráneos –solo quedan los almacenes de don Rafael Armas–; no explican por qué traen tesoreros de fuera para justificar lo injustificable, no explican por qué no atacan de fondo un drenaje obsoleto y de remiendos que creció a retazos y ya es inservible; por qué nos quedamos sin agua potable semanas enteras; dónde para el dinero de los parquímetros y del comercio ambulante y quiénes son los ganones.

Que expliquen por qué los parques de repente se vuelven tianguis –cinco mil pesos el metro– por qué “cortaban cuentas” y se llevaban el dinero a las tres de la tarde, de tesorería, mercados, comercio callejero, agua potable, multas. No explican por qué el turismo “San Miguelero” ya no visita la cabecera y a nadie parece importarle; ni tampoco a qué se dedican los “secretarios particulares”, no explican qué han hecho para que retorne la bonanza textilera artesanal, ya que hoy nos domina la fibra de plásticos de basura; qué han hecho para sanear los drenajes que desembocan al Zahuapan y que es de náusea respirar su fetidez.

Que nos digan si hay un plan municipal de crecimiento urbano, dónde está y cómo se cumple; cómo preservan las tradiciones de este pueblo, que sobrevive gracias a los gobernados; porque los municipales, no tienen vocación de servir y las oficinas, en lugar de atender al pueblo, son trincheras de “mata quincenas”.

No explican por qué fue tan difícil reparar –nunca lo hicieron– un pequeño desperfecto de drenaje en Tlapacoya y “el mero mero” prometió cubrirlo con tablas que nunca mandó; no explican por qué las oficinas ya no son públicas y por qué ellos siguen aquella práctica de “prometer hasta meter y luego olvidar lo prometido”.

No explican por qué los cobradores del comercio vial se dedican al chantaje y al público latrocinio; no explican por qué tanto grillo de campanario se dedica sólo a la intriga y a trabajar “para la que viene”.

Ahora tenemos una nueva generación; una joven mujer asumió el cargo, fue ungida en su protesta por la gobernadora, quien manifestó que en los tres años pasados su gobierno invirtió en Chiautempan doscientos millones de pesos; los que se fueron están obligados a explicar en qué se invirtieron; así también los comités de feria, el patronato Díaz Varela deben informar en qué pararon los dineros que pasaron por sus manos.

Santa Ana, dijo la mandataria, es una tierra tradicional, festiva y costumbrista y las autoridades municipales tienen una hermosa oportunidad de servir de cerca al pueblo y los conminó a conducirse con sencillez, honradez y saber escuchar al gobernado con enorme cariño; así renace la esperanza y la fe en que se materialice la “identidad que transforma”; que los nuevos honren su palabra, y no sólo adopten poses “cristobalezcas” que al momento de la protesta, “miraba en lontananza”, “perdido en las alturas”, ubicando su ego por encima de la “pelusa”, mirando al infinito, soñando para dentro de tres años o tal vez en la primera quincena.

La munícipe de estreno es dueña de un sorpresivo lenguaje conceptual de altura, de propósitos elevados para resolver la inseguridad, la reactivación comercial, para proteger a los vulnerables y para regresar su prestigio perdido a una feria anual que antes resonaba fuerte en el país; doña Blanca está cubierta de propósitos nobles para restaurar el tejido social y hacer de esta tierra un buen lugar para vivir. Si esto es así, ella trascenderá. Somos un pueblo que despierta a un nuevo día, frescos vientos soplan sobre nosotros, tenemos el derecho a tremolar en todo lo alto las banderas de la esperanza.