El Instituto Nacional de Estadística y Geografía llevó a cabo el décimo cuarto censo de población y vivienda en el territorio nacional durante el mes de marzo del muy complejo 2020, ejercicio que se realiza en nuestro país desde 1895.
Gracias a este trabajo, se cuenta con información precisa y actualizada sobre el número de habitantes y de viviendas, así como de las principales características socioeconómicas y culturales de México, lo que sin duda contribuirá -si se decide utilizar con criterios de bien común- en el diseño de políticas públicas que mejoren bienes y servicios.
Esta fotografía que se toma cada 10 años muestra datos interesantes: somos un país adulto y joven, con una edad mediana de 29 años, lo que significa que aumentamos tres años con respecto al 2010. Tenemos una población total de poco más de 126 millones de mexicanas (64 millones 540 mil) y mexicanos (61 millones 473 mil); seguimos en el 11 lugar con respecto a la población mundial (por cierto, Tlaxcala tiene 1'342,977 habitantes).
Continúa la reducción en la tasa de natalidad con respecto a censos anteriores, toda vez que en 2010 fue de 2.3 hijas e hijos nacidos vivos por cada mujer y ahora es de 2.1. El nivel promedio es de 9.7 años por persona, lo que significa que tenemos la secundaria concluida y estamos en el primer año de nivel medio superior.
Existen en nuestro territorio 35 millones 219 mil viviendas habitadas, en promedio son habitadas por 3.6 personas. El 52% cuentan con servicio de internet y alrededor del 38% de esos hogares cuentan con una computadora o tableta, y más del 87% de la población cuenta con un teléfono celular.
Son cifras que, a primera vista, no dan cuenta de los grandes contrastes entre regiones, con un claro predominio de zonas urbanas que concentran al 37% de los habitantes. Para tener una idea, el corredor Puebla-Tlaxcala forma parte de las 10 zonas metropolitanas más pobladas (3´199,530 personas).
Como lo señalaba líneas arriba, tenemos una población joven que, en términos de productividad pueden contribuir al desarrollo económico y social. Los números indican que de cada 100 personas con más de 12 años y más, 62 son económicamente activas.
El reto que enfrentamos es generar las condiciones para que esos jóvenes tengan oportunidad de participar, con sus habilidades, en los procesos productivos.
Visión de futuro que implica elevar el nivel de escolaridad y la calidad educativa. Debe ser prioridad para cualquier gobierno, incrementar el acceso a la tecnología a nivel nacional. Comunicarnos y conectarnos para avanzar.
Tenemos tiempo para planificar estrategias que permitan, a la vuelta de las décadas, tener mecanismos de seguridad social para los adultos mayores y así disminuir la dependencia económica.
Es probable que muchos de los datos registrados por el INEGI, a casi un año de los estragos de la pandemia y el mal manejo de las autoridades para enfrentarla no solo en materia de salud, sino también económica, ya no sean tan precisos, dado que hoy México registra casi 157 mil muertes por Covid-19 (cifra 45 por ciento mayor, de acuerdo con el propio INEGI)), cientos de empleos perdidos y una cantidad significativa de negocios que se vieron obligados a bajar la cortina.
Estos resultados censales básicos no dejan duda alguna de que esta administración tiene que trazar una serie de objetivos para una verdadera política pública, no con la interpretación que le ha dado el inquilino de Palacio Nacional: el reparto desbocado de dinero público, sin procurar las condiciones mínimas para la productividad nacional.
Muchos retos hay para arrancar la tercera década del siglo, disminuir las desigualdades a nivel nacional y aprovechar lo más valioso de México, su capital humano. Solo con determinación responsable e incluyente, se lograrán erradicar las graves carencias nacionales.