Mónica Vargas
Hablemos de cine de autor. El término se usa concretamente para referirse a las películas filmadas por un director con un estilo bien definido, bien personal, único y contestatario artísticamente como el del italiano Ferdinando Cito Filomarino en “Beckett”, su tercer largometraje.
Desde Federico Fellini hasta Paolo Sorrentino, los italianos nos han demostrado que detrás de cada género hay un concepto y un sentimiento, mismos que transitan entre las venas del pensar colectivo. Si bien resulta imposible separar la obra del autor en una primera lectura, ellos derriban la idea de que el abismo es positivo entre mejor se anuncien los posicionamientos del artista.
“Beckett”, libre de pretensiones y falsas interpretaciones, sucede en uno de los momentos álgidos de la Grecia moderna donde un golpe político enciende a la ciudad en una serie de protestas sociales y salvajes escenarios que separan a los conservadores de los liberales.
En medio de la algarabía, una pareja de jóvenes estadounidenses llega al país con la intención de vacacionar. Su viaje de ensueño lamentablemente se convierte en una pesadilla cuando el auto en el que viajan se estrella con una casa y la mujer pierde la vida.
Consternado por la pérdida de su pareja, Tenet pide ayuda a la policía. Misteriosamente, esta se convierte en su enemiga directa, pues inicia una persecución en su contra que devendrá en tradición, crímenes y una intensa cacería humana por todo el territorio.
La acción cobra mayor fuerza en la mente de Tenet por la incertidumbre de los hechos y el misterio del crimen por el que se le persigue, el cual contagia al espectador y lo convierte en un personaje extra.
Una fotografía casi periodística nos acompaña en cada escena para darle fuerza a la narrativa con colores vivos y una nitidez de oro. Además, dentro de lo fantasioso de la historia, que no por ello resulta inverosímil, resaltan las creencias sociales impuestas desde el guion y legitimadas en una imagen cruda y original.
El filme es ideal para disfrutarse por lo conmovedor de su historia, por la emoción de cada plano de acción y, sobre todo, por la fuerza de su discurso donde el bien el mal se contrastan según la cultura del espectador.
Este thriller de Netflix está lleno de personalidad. Sin duda, hará amena cualquier tarde, pero ten la conciencia de que al día siguiente habrá desaparecido de tu cabeza.