/ sábado 29 de junio de 2024

Retahíla para cinéfilos / “Güeros”, una cinta sin caducidad

La huelga de 1999 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue un ejercicio de resistencia frente a la etapa que iniciaba: la era neoliberal. Ese capítulo histórico fue encapsulado en cintas de video por Alonso Ruizpalacios, quien estrenó su ópera prima “Güeros” hace exactamente una década.

Desde la mirada de tres jóvenes, el cineasta mexicano capturó lo que se preveía desde entonces como un daño potencial en una sociedad tan cambiante como desigual. La película, rodada en un estremecedor blanco y negro, narra la historia de Sombra, interpretado por Tenoch Huerta, y Santos, en voz de Leonardo Ortizgris.

En medio de la huelga estudiantil de la UNAM, los jóvenes emprenden un viaje con Tomás (Sebastián Aguirre), el hermano menor de Sombra, en busca de un mítico músico que supuestamente una vez hizo llorar a Bob Dylan. Esta premisa, aunque sencilla, se convierte en el pretexto para explorar temas universales como la amistad, el desarraigo, el racismo y la búsqueda de identidad.

Ruizpalacios, en esta multipremiada entrega, explora en esta obra el lenguaje cinematográfico que después emplearía en “Una película de policías” y “Museo”, donde las referencias visuales y narrativas homenajean a los grandes del cine de autor. No obstante, apuesta siempre por un ejercicio muy mexicano: ácido, irreverente y emocional.

La visión monocromática revela el sentimiento de atemporalidad y de desconexión que experimentan los protagonistas, por lo que la ausencia de vigencia es inequívoca desde la primera proyección. En una era dominada por el color y la alta definición, esta decisión estética puede parecer arriesgada, pero en “Güeros” funciona a la perfección, subrayando el tono melancólico y nostálgico de la historia.

Uno de los grandes logros de “Güeros” es su capacidad para retratar las calles de la Ciudad de México con sobria naturalidad, sin dejar de lado su leitmotiv político. Cada cuadro en la calle, los edificios en ruinas y los espacios públicos se reflejan en el estado de ánimo de los personajes y la constante agitación social.

A través de su aparente simplicidad, esta joya del cine de autor mexicano logra decir mucho sobre la condición humana, mientras que su autor se posiciona como una de las voces más prometedoras del cine mexicano, recordándonos que aún hay espacio para la originalidad y la introspección en nuestra industria cinematográfica.

La huelga de 1999 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue un ejercicio de resistencia frente a la etapa que iniciaba: la era neoliberal. Ese capítulo histórico fue encapsulado en cintas de video por Alonso Ruizpalacios, quien estrenó su ópera prima “Güeros” hace exactamente una década.

Desde la mirada de tres jóvenes, el cineasta mexicano capturó lo que se preveía desde entonces como un daño potencial en una sociedad tan cambiante como desigual. La película, rodada en un estremecedor blanco y negro, narra la historia de Sombra, interpretado por Tenoch Huerta, y Santos, en voz de Leonardo Ortizgris.

En medio de la huelga estudiantil de la UNAM, los jóvenes emprenden un viaje con Tomás (Sebastián Aguirre), el hermano menor de Sombra, en busca de un mítico músico que supuestamente una vez hizo llorar a Bob Dylan. Esta premisa, aunque sencilla, se convierte en el pretexto para explorar temas universales como la amistad, el desarraigo, el racismo y la búsqueda de identidad.

Ruizpalacios, en esta multipremiada entrega, explora en esta obra el lenguaje cinematográfico que después emplearía en “Una película de policías” y “Museo”, donde las referencias visuales y narrativas homenajean a los grandes del cine de autor. No obstante, apuesta siempre por un ejercicio muy mexicano: ácido, irreverente y emocional.

La visión monocromática revela el sentimiento de atemporalidad y de desconexión que experimentan los protagonistas, por lo que la ausencia de vigencia es inequívoca desde la primera proyección. En una era dominada por el color y la alta definición, esta decisión estética puede parecer arriesgada, pero en “Güeros” funciona a la perfección, subrayando el tono melancólico y nostálgico de la historia.

Uno de los grandes logros de “Güeros” es su capacidad para retratar las calles de la Ciudad de México con sobria naturalidad, sin dejar de lado su leitmotiv político. Cada cuadro en la calle, los edificios en ruinas y los espacios públicos se reflejan en el estado de ánimo de los personajes y la constante agitación social.

A través de su aparente simplicidad, esta joya del cine de autor mexicano logra decir mucho sobre la condición humana, mientras que su autor se posiciona como una de las voces más prometedoras del cine mexicano, recordándonos que aún hay espacio para la originalidad y la introspección en nuestra industria cinematográfica.