/ sábado 22 de junio de 2024

Retahíla para cinéfilos / “Museo”, una cinta sobre policías, ladrones y el misticismo mexicano

La Navidad de 1985 estuvo marcada por un hecho insólito: el robo de casi 150 piezas mayas del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Ese atraco contra la cultura mexicana fue recreado en 2018 por Alonso Ruizpalacios, cineasta reconocido por su visión crítica y sensibilidad estética.

A diferencia de otras películas de policías y ladrones, “Museo” no cae en el acelerado ritmo del cine de acción de Hollywood, esta se mantiene apacible y sofisticada. En lugar de recurrir a las típicas persecuciones y tiroteos, se enfoca en la psicología de sus personajes, explorando las motivaciones y dilemas morales de los protagonistas.

Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris interpretan a los jóvenes que, movidos por una mezcla de idealismo, rebeldía y desesperación, se embarcan en el robo. Sus actuaciones aportan una profundidad que trasciende la mera ejecución del crimen, ellos muestran a los espectadores las complejidades humanas detrás de un acto tan audaz.

Ruizpalacios reconstruye meticulosamente el robo y ofrece una reflexión sobre el valor y el significado del patrimonio cultural mexicano. A través de una narrativa cuidadosamente hilada, la película plantea preguntas sobre la identidad, la memoria y la herencia cultural. ¿Qué significan realmente estas piezas para una sociedad que las ha olvidado en vitrinas? ¿Qué ocurre cuando el símbolo de una cultura es arrebatado y, paradójicamente, se convierte en objeto de deseo y repudio simultáneamente?

“Museo” también destaca por su propuesta visual. La fotografía de Damián García es impecable, pues captura tanto la majestuosidad de las piezas históricas como la banalidad del entorno cotidiano de los protagonistas. Esta dualidad visual refuerza el contraste entre el valor histórico de los objetos robados y la trivialidad de las vidas que intentan apropiárselos.

La Navidad de 1985, más allá de la conmoción del robo, nos obliga a reflexionar sobre nuestra relación con el pasado y la forma en que valoramos nuestra historia. La obra de Ruizpalacios invita a un diálogo sobre la preservación de nuestra identidad cultural. En un mundo donde lo material a menudo eclipsa lo espiritual, el largometraje recientemente agregado al catálogo de Netflix es un recordatorio de que nuestra verdadera riqueza reside en la herencia que, aunque vulnerable al olvido y al saqueo, sigue siendo el pilar de nuestra identidad.


La Navidad de 1985 estuvo marcada por un hecho insólito: el robo de casi 150 piezas mayas del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Ese atraco contra la cultura mexicana fue recreado en 2018 por Alonso Ruizpalacios, cineasta reconocido por su visión crítica y sensibilidad estética.

A diferencia de otras películas de policías y ladrones, “Museo” no cae en el acelerado ritmo del cine de acción de Hollywood, esta se mantiene apacible y sofisticada. En lugar de recurrir a las típicas persecuciones y tiroteos, se enfoca en la psicología de sus personajes, explorando las motivaciones y dilemas morales de los protagonistas.

Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris interpretan a los jóvenes que, movidos por una mezcla de idealismo, rebeldía y desesperación, se embarcan en el robo. Sus actuaciones aportan una profundidad que trasciende la mera ejecución del crimen, ellos muestran a los espectadores las complejidades humanas detrás de un acto tan audaz.

Ruizpalacios reconstruye meticulosamente el robo y ofrece una reflexión sobre el valor y el significado del patrimonio cultural mexicano. A través de una narrativa cuidadosamente hilada, la película plantea preguntas sobre la identidad, la memoria y la herencia cultural. ¿Qué significan realmente estas piezas para una sociedad que las ha olvidado en vitrinas? ¿Qué ocurre cuando el símbolo de una cultura es arrebatado y, paradójicamente, se convierte en objeto de deseo y repudio simultáneamente?

“Museo” también destaca por su propuesta visual. La fotografía de Damián García es impecable, pues captura tanto la majestuosidad de las piezas históricas como la banalidad del entorno cotidiano de los protagonistas. Esta dualidad visual refuerza el contraste entre el valor histórico de los objetos robados y la trivialidad de las vidas que intentan apropiárselos.

La Navidad de 1985, más allá de la conmoción del robo, nos obliga a reflexionar sobre nuestra relación con el pasado y la forma en que valoramos nuestra historia. La obra de Ruizpalacios invita a un diálogo sobre la preservación de nuestra identidad cultural. En un mundo donde lo material a menudo eclipsa lo espiritual, el largometraje recientemente agregado al catálogo de Netflix es un recordatorio de que nuestra verdadera riqueza reside en la herencia que, aunque vulnerable al olvido y al saqueo, sigue siendo el pilar de nuestra identidad.