/ sábado 12 de octubre de 2024

Retahíla para cinéfilos / “The Substance”: Un viaje visceral al cuerpo y sus límites

En “The Substance”, Coralie Fargeat nos ofrece un drama de terror corporal que disecciona los límites humanos, tanto físicos como psicológicos, al adentrarnos en un universo cinematográfico donde la carne no es más que una trampa y la transformación, una condena.

El título The Substance funciona como un oxímoron: lo que debería ser una fuente de poder, esa “sustancia” indefinida, se convierte en la ruina de los personajes, quienes ven cómo sus cuerpos y mentes se desmoronan ante la búsqueda de perfección.

Demi Moore encarna a una mujer que se aferra desesperadamente a la promesa de rejuvenecimiento y vitalidad, que en este caso llega en forma de una misteriosa sustancia con capacidades regenerativas. Lo que al principio parece un elixir milagroso, pronto revela un oscuro costo: la metamorfosis corporal. Así, Fargeat utiliza el terror corporal para recordarnos cuán vulnerables somos ante la obsesión por la imagen perfecta.

Margaret Qualley, por su parte, ofrece una interpretación perturbadora de una joven atrapada en un ciclo similar de transformación. Su personaje parece reflejar la generación actual, consumida por la imagen y la validación externa. Lo interesante aquí es cómo Fargeat aborda la evolución física y mental de estos personajes sin caer en clichés.

Dennis Quaid, en un papel secundario pero crucial, actúa como una especie de guardián del secreto de esta sustancia. Su presencia envejecida subraya el contraste entre el deseo desesperado por detener el tiempo y la inevitable realidad de la carne.

La textura visual de “The Substance” se siente viva como si en cualquier momento las superficies lisas de la pantalla fueran a romperse para mostrar la pulsante y monstruosa realidad debajo. Además, los juegos de cámara anuncian una narrativa claustrofóbica cuando acercan a los cuerpos de los personajes y capturan cada pequeño cambio en su piel, en sus expresiones, como si nos invitara a ser testigos silenciosos de su degradación.

A grandes rasgos, el filme recién estrenado en la pantalla grande habla del miedo inherente al paso del tiempo, a la pérdida de control sobre lo único que, teóricamente, deberíamos dominar: nuestro propio cuerpo. Sí, muy al estilo de Dorian Grey.



En “The Substance”, Coralie Fargeat nos ofrece un drama de terror corporal que disecciona los límites humanos, tanto físicos como psicológicos, al adentrarnos en un universo cinematográfico donde la carne no es más que una trampa y la transformación, una condena.

El título The Substance funciona como un oxímoron: lo que debería ser una fuente de poder, esa “sustancia” indefinida, se convierte en la ruina de los personajes, quienes ven cómo sus cuerpos y mentes se desmoronan ante la búsqueda de perfección.

Demi Moore encarna a una mujer que se aferra desesperadamente a la promesa de rejuvenecimiento y vitalidad, que en este caso llega en forma de una misteriosa sustancia con capacidades regenerativas. Lo que al principio parece un elixir milagroso, pronto revela un oscuro costo: la metamorfosis corporal. Así, Fargeat utiliza el terror corporal para recordarnos cuán vulnerables somos ante la obsesión por la imagen perfecta.

Margaret Qualley, por su parte, ofrece una interpretación perturbadora de una joven atrapada en un ciclo similar de transformación. Su personaje parece reflejar la generación actual, consumida por la imagen y la validación externa. Lo interesante aquí es cómo Fargeat aborda la evolución física y mental de estos personajes sin caer en clichés.

Dennis Quaid, en un papel secundario pero crucial, actúa como una especie de guardián del secreto de esta sustancia. Su presencia envejecida subraya el contraste entre el deseo desesperado por detener el tiempo y la inevitable realidad de la carne.

La textura visual de “The Substance” se siente viva como si en cualquier momento las superficies lisas de la pantalla fueran a romperse para mostrar la pulsante y monstruosa realidad debajo. Además, los juegos de cámara anuncian una narrativa claustrofóbica cuando acercan a los cuerpos de los personajes y capturan cada pequeño cambio en su piel, en sus expresiones, como si nos invitara a ser testigos silenciosos de su degradación.

A grandes rasgos, el filme recién estrenado en la pantalla grande habla del miedo inherente al paso del tiempo, a la pérdida de control sobre lo único que, teóricamente, deberíamos dominar: nuestro propio cuerpo. Sí, muy al estilo de Dorian Grey.