V de valiente, v de victoria, v de voraz, v de vaciado, v de viva México, “V de Víctor”. Esta nueva película del director español Frank Ariza era todo lo que necesitábamos para recordar que el presente es un regalo sin mapa del tesoro, pero sí con etiqueta de “frágil”.
La cinta sigue precisamente a Víctor, un boxeador retirado a causa de un mal golpe quien tuvo que enfrentarse a diferentes oficios para sobrevivir y mantener a su familia. El giro de trama ocurre cuando su pequeña hija Luna descubre en internet que su padre fue un famoso luchador en el pasado.
Para recordarle esos días gloriosos, la niña maquila un plan y así regresar a Víctor al ring con la intención de devolverle la confianza que perdió durante años y volverse a enfrentar a su antiguo rival, “El Toro”. Así, pronto veremos al boxeador en entrenamiento continuo con la ayuda de un veterano del asilo donde trabaja, así como sus compañeros y su exesposa.
El inesperado staff de pronto se convierte en pilar para los sueños, pues el legendario deportista entiende que las peleas en el cuadrilátero nunca se trataron de ganar, sino de hacer su propia historia en el cuadrilátero.
El mensaje que nos regala el filme es que hoy estamos viviendo el presente que en un futuro recordaremos con nostalgia, así ya no es tan difícil imaginar el nombre de Julio César Chávez en el paseo de la fama junto a un retirado Saúl Álvarez, Isaac Cruz y alguna promesa más del boxeo mexicano que se sume a la lista con el nombre de Víctor, o cualquier otro. Y así en todo.
Como alguna vez dijo Moisés Ayala, “para tener mejor cine, primero hay que ser mejores espectadores” y no se trata de estudiar arte, sino de apreciar que en el mundo de la inmediatez en el que vivimos cada pequeño atisbo estético en la pantalla es un logro para aplaudir.
Los cuadros de esta obra, inspirados en el folclore mexicano, se resumen en armonías rosa y verde maya. Inspiradora, auténtica y muy divertida, esta película cumple con todos los requisitos para hacerse clásica y quedarse más de las cuatro semanas de regla.
Qué lástima que “V de Víctor”, una película que abraza la mexicanidad, no fue dirigida por un mexicano con la frescura que sella el acta de nacimiento nacional. Pero no todo es malo en esta producción, pues los espejos no mienten y mirarse a través del reflejo de la mirada del otro podría significar un paso adelante en la configuración de una identidad donde el filtro amarillo deje de ocupar el primer plano.