/ martes 17 de enero de 2023

Se dice que “amor con amor…”

Corazón de Talavera IX: a Encarnación (Pa). Solo el tiempo da la hora, el momento y el instante exacto del amor: abracémoslo.

Probablemente nada sea tan fuerte como el “amor”. Y esta condición, que no es exclusiva, es tal vez el origen de las más importantes obras de la humanidad y también de las decisiones que tomamos cuando nos invade, nos posee o sencillamente se anhela: ¿Qué puede ser más motivante que el amor? ¿Qué es más complejo que el amor? ¿Acaso no es el amor la única motivación y justificación válida, el propósito que trasciende a la muerte?

Pero, así como el amor es origen de las acciones más emblemáticas de la humanidad, también ha sido la justificación irracional de las más deplorables acciones. La palabra “amor”, y sus innumerables acepciones, nos puede llevar por laberintos tan extraviados como injustificados, algo así como un permanente azar con o sin sentido, más que para el que lo siente, lo sufre, lo busca o lo exige.

Con el paso del tiempo, hay quienes aseguran que no hay nada que no esté motivado por el amor: así, por ejemplo, las bellas artes, ese conjunto de manifestaciones artísticas de naturaleza creativa y con valor estético, como la pintura, la escultura, la literatura, la danza, la música, la arquitectura y el cine, todas ellas, dicen, bailan entrelazadas venerando al amor. Así de poderosa es la palabra, así de inagotable es la fuente.

En palabras de Bucay, a la sombra del amor “se han justificado las atrocidades más espantosas y se han explicado las actitudes más solidarias. Los santos, los dictadores, los bondadosos, los asesinos, los sacerdotes y los hechiceros, los eruditos y los analfabetos, los amantes y los desenamorados; todos hablan de amor; aunque muchos no sepan de qué están hablando [o de qué están sufriendo]”.

En cuanto a esta columna, es innegable que siempre está motivada por ese sentimiento. Y por esas y más razones, no pasa desapercibida para esta columna una necesaria reflexión sobre lo que sucede cuando el amor y la política se mezclan con propósitos del poder.

La frase “amor con amor se paga” proviene de uno de los refranes populares más profundos que puede haber en la vox populi, de fácil entendimiento, de manejo general y de permanencia perpetua.

La primera vez que escuché la frase venía de un político experimentado. Un hombre sobresaliente del priísmo mexiquense que la expresaba con variados propósitos, pues la había heredado de otro heredado, de otro político experimentado “aflojado en terracería”.

De la frase venida de ese priísmo, se desprende un primer propósito que es sugerir a quien escucha sus palabras un pacto no escrito: Una regla. El segundo propósito era un recordatorio para validar que los beneficios recibidos por él son una certeza: Un estímulo. El tercer propósito es exhibir exigiendo la lealtad incondicional como una moneda de cambio permanente: Un acto condicionado. Y finalmente, una sutil amenaza para quien rompa la regla, un reproche anticipado a las emociones, pues socialmente ser ingrato tiene consecuencias.

De cabo a rabo, concluiría Iván Pávlov, es una frase que en política significa una cadena estructurada para obedecer o ser castigado. Una herramienta narrativa de subordinación. Pues es una frase que “rebasa el carácter privado e íntimo y se instala como un mecanismo de estructuración de roles que sirve al Estado y que sirve solo a [quienes ostentan el poder en la toma de decisiones vinculantes]” (Sofía Mosqueda, la política del amor, Nexos, mayo 2019. https://economia.nexos.com.mx/la-politica-del-amor/).

Está claro entonces que, “en la configuración y organización de nuestra socieda del amor juega un papel fundamental”, pero conjuntar el amor y la política, es un plan tan ruin como válido que nos obliga a exigir una civil separación para delimitar lo que sentimos cuando nos relacionamos afectivamente con las personas que nos rodean, pero que nada tiene que ver con los propósitos del poder en aras de promover una acción colectiva por la preferencia política de un partido.

La campaña política “amor con amor se paga”, es tan incierta como válida, tan poderosa como engañosa, pues en México también el refrán se ha modificado por “Amor con amor se paga, y lo demás con dinero (México)”. Y esa transformación del refrán no es una casualidad, más bien, es una causalidad: “Ahí lo dejo a su criterio, Chato”.

*Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

Corazón de Talavera IX: a Encarnación (Pa). Solo el tiempo da la hora, el momento y el instante exacto del amor: abracémoslo.

Probablemente nada sea tan fuerte como el “amor”. Y esta condición, que no es exclusiva, es tal vez el origen de las más importantes obras de la humanidad y también de las decisiones que tomamos cuando nos invade, nos posee o sencillamente se anhela: ¿Qué puede ser más motivante que el amor? ¿Qué es más complejo que el amor? ¿Acaso no es el amor la única motivación y justificación válida, el propósito que trasciende a la muerte?

Pero, así como el amor es origen de las acciones más emblemáticas de la humanidad, también ha sido la justificación irracional de las más deplorables acciones. La palabra “amor”, y sus innumerables acepciones, nos puede llevar por laberintos tan extraviados como injustificados, algo así como un permanente azar con o sin sentido, más que para el que lo siente, lo sufre, lo busca o lo exige.

Con el paso del tiempo, hay quienes aseguran que no hay nada que no esté motivado por el amor: así, por ejemplo, las bellas artes, ese conjunto de manifestaciones artísticas de naturaleza creativa y con valor estético, como la pintura, la escultura, la literatura, la danza, la música, la arquitectura y el cine, todas ellas, dicen, bailan entrelazadas venerando al amor. Así de poderosa es la palabra, así de inagotable es la fuente.

En palabras de Bucay, a la sombra del amor “se han justificado las atrocidades más espantosas y se han explicado las actitudes más solidarias. Los santos, los dictadores, los bondadosos, los asesinos, los sacerdotes y los hechiceros, los eruditos y los analfabetos, los amantes y los desenamorados; todos hablan de amor; aunque muchos no sepan de qué están hablando [o de qué están sufriendo]”.

En cuanto a esta columna, es innegable que siempre está motivada por ese sentimiento. Y por esas y más razones, no pasa desapercibida para esta columna una necesaria reflexión sobre lo que sucede cuando el amor y la política se mezclan con propósitos del poder.

La frase “amor con amor se paga” proviene de uno de los refranes populares más profundos que puede haber en la vox populi, de fácil entendimiento, de manejo general y de permanencia perpetua.

La primera vez que escuché la frase venía de un político experimentado. Un hombre sobresaliente del priísmo mexiquense que la expresaba con variados propósitos, pues la había heredado de otro heredado, de otro político experimentado “aflojado en terracería”.

De la frase venida de ese priísmo, se desprende un primer propósito que es sugerir a quien escucha sus palabras un pacto no escrito: Una regla. El segundo propósito era un recordatorio para validar que los beneficios recibidos por él son una certeza: Un estímulo. El tercer propósito es exhibir exigiendo la lealtad incondicional como una moneda de cambio permanente: Un acto condicionado. Y finalmente, una sutil amenaza para quien rompa la regla, un reproche anticipado a las emociones, pues socialmente ser ingrato tiene consecuencias.

De cabo a rabo, concluiría Iván Pávlov, es una frase que en política significa una cadena estructurada para obedecer o ser castigado. Una herramienta narrativa de subordinación. Pues es una frase que “rebasa el carácter privado e íntimo y se instala como un mecanismo de estructuración de roles que sirve al Estado y que sirve solo a [quienes ostentan el poder en la toma de decisiones vinculantes]” (Sofía Mosqueda, la política del amor, Nexos, mayo 2019. https://economia.nexos.com.mx/la-politica-del-amor/).

Está claro entonces que, “en la configuración y organización de nuestra socieda del amor juega un papel fundamental”, pero conjuntar el amor y la política, es un plan tan ruin como válido que nos obliga a exigir una civil separación para delimitar lo que sentimos cuando nos relacionamos afectivamente con las personas que nos rodean, pero que nada tiene que ver con los propósitos del poder en aras de promover una acción colectiva por la preferencia política de un partido.

La campaña política “amor con amor se paga”, es tan incierta como válida, tan poderosa como engañosa, pues en México también el refrán se ha modificado por “Amor con amor se paga, y lo demás con dinero (México)”. Y esa transformación del refrán no es una casualidad, más bien, es una causalidad: “Ahí lo dejo a su criterio, Chato”.

*Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204