La pedagogía de la crueldad opera hacia la formación de personas para que se adapte al tipo de sociedad en donde prevalece como epicentro de la misma el mercado y el individualismo. A través de la pedagogía de la crueldad se trata de crear personas cuya psicopatía sea funcional a ese modelo, con una baja capacidad para entender y comprender el sufrimiento del otro, que precisamente se deriva de la puesta en práctica de ese modelo económico y en general de la sociedad industrial, de acuerdo a Rita Segato (se puede consultar en línea su trabajo).
Cada vez más se discute, aunque se hace poco, acerca de la importancia que tienen los juegos digitales (o videojuegos, dominados por empresas multinacionales) que utilizan los niños y cuyo ingrediente especial está marcado por la violencia. El tema ha llegado a la mañanera y el mismo presidente ha tocado el asunto, dándole la importancia que tiene y destacándolo como fenómeno social importante y urgente de atender, aunque se trata de un monstruo de mil cabezas y no es una frase nada más por decirla.
Estamos ante un acontecimiento universal y que no atañe solamente a nuestro país. Es tan abundante el fenómeno y atraviesa tanto nuestras vidas que, por ejemplo, a los niños hasta cierta edad se les puede controlar en el uso de estos juegos, cuando crecen es más difícil porque adquieren cierta autonomía que se mezcla con su entorno en donde la enseñanza que se les trató de inculcar (no a la violencia) se ve rebasada por todos lados y dirigida hacia la familia y al conjunto de la sociedad. Es omnipresente.
Simplemente ahí está ya como si se tratara de la luz del día o la oscuridad de la noche por medio de las pantallas a las que estamos ligados. A ello ha contribuido recientemente lo que anunció la obra de Orwell, 1984, pero que se ha reproducido casi literalmente en la época actual, aunque con otra narrativa. También lo menciona un texto de Gabriela Chavarría Alfaro (profesora e investigadora de la Universidad de Costa Rica) sobre el fenómeno de la “pantallización”. Es decir, que estamos conectados por pantallas, ya no solamente la del cine y la televisión.
Bueno, pues esas pantallas nos conectan como en una especie de telaraña en donde los puntos de contacto entre los finos y delgados hilos de la telaraña son los nodos que mantenemos con otras personas lejanas y distantes, además, en la mayoría de los casos desconocidas, quienes operan sobre esas redes para que nosotros cada vez más seamos sometidos a lo que Rita Segato denomina la “pedagogía de la crueldad”. El medio son las modernas tecnologías de la comunicación, como los celulares, computadoras, etc.
Yo creo en la sospecha: que en la sociedad existen segmentos que actúan con propósitos de establecer poder y dominio sobre el otro o los otros. Lo cual no quiere decir que no existan lógicas económicas, políticas, culturales, tecnológicas, etcétera, cuya función sea ajena a determinadas intencionalidades. Pero de que existe la sospecha de que ciertos eventos que ocurren en la realidad son producto de mentes perversas, ni duda me cabe.
Si un pequeño está jugando y a través de la pantalla solo o compartiendo el juego con otros amigos está mirando a una figura humana que corre, cae, se despeña, queda indefenso virtualmente hablando, y uno y otro pequeño, adolescente o adulto, se comunica entre sí o ellos para decirle ¡mátalo! ¡Dispárale! o bien ¡Ya te maté uno! Sin lugar a dudas se está creando un tipo de educación, de pedagogía de la crueldad, que poco a poco insensibiliza a la persona con respecto a ciertos actos de violencia reales.
Lo anterior no quiere decir que ese objetivo de insensibilizar a las personas siempre se cumpla por el simple hecho de sentarse o colocar frente a nosotros una pantalla. Las cosas no operan de esa manera, el fenómeno es más complejo pero debido a que se ha creado también una cultura cuyos valores van en contra de esa pedagogía de la crueldad. Se han creado ciertos mecanismos sociales de defensa contra esa cultura tóxica.
No tengo duda de que esos fragmentos de tiempo que se repiten continuamente y que posteriormente se reproducen de otra manera (como películas, series, noticias, juegos, relaciones familiares, de barrio, unidad habitacional, citadinos, del trabajo, etc), un tipo de educación que nos insensibiliza ante el dolor que vive el otro. El traslado en autobús pantallizado, en la casa, en el celular, en los programas de televisión, en los whats, en el twitter, está lo que Segato llama “pedagogía de la violencia”; la existencia de dispositivos (aquí utilizo un término que no es de ella) que cotidianamente nos intoxica socialmente hablando.
El problema al que conduce es lento y aunque no siempre es seguro que nos lleve hacia el aislamiento social ahí está presente la pedagogía de la crueldad haciendo su labor, callada, siempre activa. Lo que puede ser soledad accidental convertirse en aislamiento social. En una incomprensión de la realidad y falta de conexión con lo que ahí ocurre. Segato utiliza varios ejemplos de cómo la pedagogía de la violencia se transforma en aislamiento social, es decir, de la creación de un tipo de personalidad que no se conecta con el dolor que experimentan otras personas.
Todos callados. Mujeres violentadas en su vida y desaparecidas. Familias que pierden a sus seres queridos y no vuelven a saber de ellos. Fosas clandestinas que se descubren por todos los lugares y con un débil impacto en la sociedad. Niños y niñas utilizadas como objetos sexuales, en el comercio y sometidos a la violencia de mayores. Millones cuya renta no es suficiente para subsistir. Migrantes que buscan otras condiciones de vida, cuyos cuerpos se quedan flotando en las costas del mediterráneo, en el Río Bravo o el desierto de la frontera entre México y EU.
De pronto, como el ejemplo al que recurre Segato de Chelsea Manning, experto en sistemas digitales se incorpora al ejército de EU y a la guerra y la realidad le da en la cara, lo sacude diciéndole esto es lo realmente existente, una pedagogía de la crueldad, no la que hasta ahora has conocido…