Historia. Pablo, empezó a remover y extraer poco a poco, con una pequeña pala, la tierra de una de las capas que cubrían la cueva del agujereado (o “ajuereado”, como le dicen a la ya mítica cueva los campesinos de Coxcatlán), pequeñas evidencias de que en este lugar, conectado al Valle de Tehuacán, se había conocido y cultivado el maíz por primera vez en la historia del mundo. Con ello, tanto para Mesoamérica como al resto del mundo, desde este pequeño y olvidado lugar, se descubría el origen de uno de los alimentos de mayor trascendencia para la humanidad. Esto ha entrado en disputa debido a que otros arqueólogos han encontrado diferencias en la antigüedad de las muestras encontradas por Pablo que trabajó para el antropólogo Richard MacNeish. Con evidencias en Mitla (Oaxaca) e Iguala (Guerrero), antropólogos, han refutado la veracidad de la antigüedad, pero ese es otro asunto que nada tiene que ver con la tesis de que en Mesoamérica se domesticó el maíz (ver Alejandro de Ávila, ¿Domesticación o escaparate? La domesticación de plantas en el valle de Tehuacán).
Tecnología. Después de los trabajos de Richard MacNeish se añadieron nuevos descubrimientos acerca de la historia del maíz. Su cultivo estuvo asociado con un sistema tecnológico que abarcó el Valle de Tehuacán y sin el cual el cultivo del maíz hubiese sido imposible. Frente a la cueva del agujereado se construyó la presa “Purrón” cuya agua se distribuía hacia el Valle y del que se beneficiaron los habitantes. Igualmente, de algunos manantiales de la región, rica en agua porque la humedad y lluvia del golfo supera las montañas y baña el Valle (ocurrió hace mil 500 años, después de la era cristiana), cuando se crearon los sistemas de riego en la región. Con el tiempo esos canales se cristalizaron y se convirtieron en lo que ahora se les denomina “tecuates”. Para los valores inmobiliarios actuales, estas “cosas” no tienen valor y son obstáculos para multiplicar el dinero.
Cultura. El maíz se convirtió, a diferencia de la cultura occidental de las figuras mitológicas mesiánicas, en el creador de mujeres y hombres en el mundo maya. Así lo relata el libro sagrado del Popol Vuh. El grano que se domesticó en Mesoamérica se convirtió al paso del tiempo en el cimiente de una civilización y del origen de mujeres y hombres que en ella habitaron ayer y viven ahora. Creados de mazorcas blancas y amarillas, a iniciativa de los progenitores. Con ello, relata el Popol Vuh, llegaron la alegría porque encontraron en donde estaban las mazorcas cacao, miel, zapotes, jocotes, anonas, entre otras. El maíz fue la base del sistema alimentario mesoamericano, por supuesto que, junto a otros alimentos como el fríjol, la calabaza, chile, el amaranto, la caza, los frutales y algunas raíces, entre otros. Para occidente, esto fue parte de las creencias bárbaras de los pobres y miserables conquistados (Ver la versión del Popol Vuh, cuya “Introducción” se debe a Enrique Dussel).
La milpa. La milpa es una manera de hacer las cosas cuyo origen sintetiza historia milenaria de las culturas mesoamericanas cuya economía no se rige por reglas del mercado. Se parece a la chacra andina. La milpa, engloba una cultura heredada por las comunidades indígenas que tiene que ver con la alimentación basada en el maíz, cuyo cultivo se combina con otros con los que puede coexistir como es la calabaza y el fríjol. Pero también la milpa es algo más que producción de alimentos para la familia, en el espacio en donde se desarrolla la vida de las comunidades: salud, vida familiar, en lugar en el que se recrea la vida espiritual de los ancestros en relación con la comunidad, porque la tierra agrícola es un espacio vinculado a otros más (la propiedad comunal) simbolizados en historias, narraciones, prácticas colectivas, que le dan identidad a la comunidad. En la actualidad, una parte los productos del mercado han inundado las comunidades. Para occidente, esto no importa, porque esas creencias son un obstáculo al progreso.
Economía. La milpa es parte de un sistema económico familiar, principalmente de autosuficiencia alimentaria pero también de una importante economía familiar complementaria, de la que participa también el sistema de tierra ejidal. El elote se utiliza entre algunas comunidades indígenas y campesinas (no son iguales los indígenas que los campesinos, por cierto). Cuando se termina la cosecha del maíz, el mismo maíz se vende a otras familias y una parte se guarda para el consumo familiar del año. Con los granos se alimenta a las gallinas. Los olotes y las plantas, son parte de la alimentación de animales de traspatio como gallinas y cerdos. Ambos, gallinas y cerdos en festividades o necesidades familiares, constituyen una especie de soporte económico nobancario para la familia, cuando enferma o surge alguna emergencia. La planta es utilizada para alimentar a los animales como vacas, caballos, burros. La hoja del elote se vende para los que producen tamales. La tierra es un apoyo ante el desempleo. La semilla transgénica que puede generar plantas de maíz no puede participar de estos procesos económico-culturales por el impacto negativo que puede generar en el sistema económico de la milpa.
Aclimatación sociogeohistórica. La semilla se guarda, no se compra, para su nuevo cultivo en el mercado como los productos transgénicos. La aclimatación del maíz a diversos ambientes ha sido el resultado del esfuerzo milenario de las comunidades indígenas del país. Prueba y error, prueba y error, así el maíz se ha cultivado por miles de años adaptándose a los difíciles espacios hacia donde desde la conquista fueron huyendo comunidades precolombinas, en elevadas montañas. Las semillas transgénicas no aguantan lo que la experiencia campesina ha concedido de fortalezas a las semillas que se han guardado de generación en generación. Ese “chip” que se incrusta en los laboratorios a las semillas transgénicas para soportar las inclemencias del ambiente natural no supera a la semilla de maíz domesticada por miles de años y adaptada a ambientes socioculturales y geográficos por miles de años a través de prácticas de prueba y error en el sitio, en una relación amigable con el medio ambiente.
Los cultivos de maíz. En todo el mundo se produce maíz. Para que la agricultura prospere, requiere de un ambiente benévolo (técnicamente se llama aptitud agroclimática), de lugares específicos para poder desarrollarse. Aunque se produce en todo el mundo, si nos imaginamos un mapa del país, podríamos observar que las partes más aptas para cultivo del maíz serían de la costa hacia el centro del territorio, sin llegar hacia el norte del país, sobre todo a la parte más árida que colinda con los estados que colindan con la frontera con EU. Del nivel del mar hasta los mil 500 metros es un ambiente perfecto, en las épocas de primavera-verano, cuando llegan las primeras lluvias (hago abstracción del fenómeno climático, porque no es el punto) porque da oportunidad a la agricultura de temporal. A pesar de este imaginario mapa, México ahora es deficiente en la producción de semillas, aunque de manera extraña, es también exportador…
Ojo con la soberanía alimentaria, un reto para Claudia Sheinbaum.