/ lunes 3 de julio de 2023

Tiempos de Democracia | Candidata inesperada

En ninguna lista de probables participantes en el Handicap Presidencial 2024 aparecía Xochitl Gálvez; no obstante hoy encabeza los pronósticos entre los inscritos por la cuadra opositora “Va por México”. En tanto, en la oficialista “Morena” revisan a fondo su estrategia de carrera y hasta el nombre de quien se designe para defender sus sedas.

Xochitl Gálvez ya existía… antes de que la viéramos como la candidata casi inevitable de la coalición Va por México. Desde que los headhounters de Vicente Fox la ficharon para el equipo del “hombre de las botas”, la hidalguense fue construyendo su propia biografía política, no sólo con su pintoresca manera de vestir y expresarse sino basándose en el eficaz y honesto desempeño en todos los cargos que ha ocupado. No me extiendo en pormenores de su vida; la última semana, la prensa nacional y las redes sociales han saturado sus espacios con toda clase de detalles. Y a pesar, como digo, de poseer una trayectoria estimable y de ser un personaje conocido nunca se la consideró elegible para funciones de relevancia, tal vez por el individualismo que la caracteriza, independiente y complicada de controlar.

Mas merced a un video sorpresivo y oportunísimo, México todo sabe ya que el perfil de Xochitl encaja mucho mejor en la iconografía del lopezobradorismo que el de cualquiera de las corcholatas. Ella, Xochitl, se ajusta al arquetipo de ciudadana mexicana desacomplejada, inteligente, creativa y audaz que destaca de entre una sociedad que por siglos ha padecido una desorbitada e injusta desigualdad, justo el leit motiv del credo de Andrés Manuel. De un día a otro, el tablero político nacional cambió y ya se la valora como una adversaria que atraerá no solo al voto conservador que detesta al tabasqueño sino también al progresista inconforme con los modos destemplados del mandatario. Polemista valiente y con argumentos propios de la izquierda, será una rival dura de vencer en el debate cara a cara. Cierto es que en su contra obrará el desprestigio de los partidos unidos en la alianza y el hedor que desprenden sus dirigentes.

Con Xochitl en el centro de la escena, la planificación de precampañas y campañas del oficialismo va a ser por fuerza objeto de revisión. Impedidos los precandidatos designados por López Obrador para debatir entre sí, sus giras por la República están resultando de bostezo. Atenazados como están desde Palacio Nacional y literalmente obligados a la obsecuencia, ninguno se atreve a esbozar conceptos ni ideas propias. Mientras, del otro lado, se preparan para abrir una etapa de mucho movimiento en la que habrá -por lo menos eso dicen pretender- debates entre aspirantes, foros abiertos a la discusión ciudadana, confrontación de programas, sondeos de opinión y hasta consulta en las urnas. Les resulte o no, el electorado va a observar con interés todo lo que acontezca al interior de ese recien creado frente.

Si los oscuros intereses de Alejandro Moreno y Marko Cortés no frustran la nominación de Xochitl, y ella es capaz de transitar a través de los intrincados vericuetos del método -híbrido, confuso y con muchas lagunas- acordado por los partidos coaligados para definir a su candidat@, la elección constitucional podría no ser el cómodo paseo que se le auguraba a quien finalmente abandere la 4T. Si se concreta la presencia en la contienda de la senadora panista -que de blanquiazul tiene poco o nada- quizá no le alcance para sentarse en la silla del aguila pero sí para incrementar el voto opositor que, con un aspirante distinto, habría sido sumamente raquítico. Con Xochitl en la boleta se reforzarán las expectativas de todos los antiobradoristas que se apunten para llegar a las cámaras legisladoras, las gubernaturas y las presidencias municipales, lo que significaría un plus importante y un potencial revés al Plan C de López Obrador.

Esa nueva perspectiva choca frontalmente con la estrategia del presidente que, para consolidar su transformación, precisa mantener el control político y militar de la Nación un sexenio más. Para lograrlo cuenta con la fidelidad de la corcholata que el pueblo -y no su dedo- elija por medio de encuestas, y con la esperanza de que Morena y sus aliados conquisten la mayoría calificada en el Congreso que requiere para reformar la Constitución. Con ese propósito está haciendo todo lo necesario, sin que le preocupe que a su actuar le acompañe o no la legalidad. López Obrador da por descontado que su forma de ejercer el poder está legitimada por el voto popular y por los estudios de opinión, indicadores ambos que consistentemente han venido apuntando a su favor desde que en 2018 le fue ceñida la banda tricolor. Ese es su pensamiento… y hacia la concreción de su ideario encamina todos los actos de su gobierno.

En ese escenario, la probabilidad de que en México se instale un maximato de corte callista es cada vez más patente. La instrucción a sus corcholatas, asegurando relevantes cargos políticos el siguiente sexenio a las que no resulten agraciadas para “la grande”, constituye una intromisión flagrante en decisiones que, en rigor, le tocarán tomar a quien lidere el gobierno federal a partir del 1º de octubre de 2024. Tan determinado está López Obrador a seguir dirigiendo al país por interpósita persona que mandó redactar el Proyecto de Nación que deberá acatar quien le suceda. Y como arma contra eventuales desvíos a la línea dictada tiene “la revocación del mandato”, el equivalente a la cadena que sujetaba al tigre que, hace seis años en Acapulco, amenazó soltarles a los asustadizos gerifaltes de la banca.

Sin embargo ahora, con una inesperada invitada participando en un proceso electoral que creía controlado, quizá deba retocar su estrategia, dándole incluso un giro a la dirección hacia la que su “dedito” ha venido puntando hace meses. Por lo pronto, la seguridad de Xochitl Gálvez es, desde hoy, responsabilidad inexcusable del Estado mexicano.