De una equilibrada difusión de noticias y opiniones, libre de influencias facciosas y/o partidistas, depende que una sociedad esté bien informada. La propaganda, por definición, suministra al consumidor datos desproporcionados, tergiversados o de plano apartados de una realidad que, al gobierno que la patrocina, no conviene que se conozca.
En nuestro medio es costumbre que a las áreas de comunicación social de las dependencias oficiales se las califique por la frecuencia e intensidad con que exaltan, un día sí y otro también, la figura del titular del Ejecutivo estatal, sea quien fuere la persona que ocupe el cargo. Sea pertinente o no, haya motivo o no, asumen que su tarea es evitar que pasen más de 24 horas sin que los medios locales de comunicación reporten algún evento -por nimio que este sea- en el que participe el o la mandataria de turno, en este caso, Lorena Cuéllar Cisneros. Para ese fin, lo mismo vale un acto cultural que la inauguración de un antro de copas; el punto, estimado lector, es que usted al día siguiente vea la fotografía y lea el texto laudatorio correspondiente, no importa que, tanto la imagen como la nota, obedezcan siempre a un mismo y esquemático formato que elimina toda posible duda acerca de cuál es su origen e inspiración.
La cansina repetición de ese cartabón hace que sean fácilmente identificables, al precio, eso sí, de ver reducido aún más el número de sus lectores. Y hay también medios que se dicen independientes los cuales -sin ser parte formal del aparato gubernamental ni estar incluidos en la nómina oficial- se conducen bajo las mismas premisas de sumisión y obediencia al que manda a cambio de prebendas que se cobran por otras vías.
Lo de menos es que los hechos que reseñan no tengan nada de noticiosos ni revistan interés para el ciudadano; en la lucha por ganar un espacio en titulares basta y sobra una visita de cortesía de un embajador, la celebración de una efeméride patriótica de las muchas marcadas en el calendario oficial, un corte de listón, un banderazo de salida v.gr. de una patrulla nueva, el inicio de un ciclo escolar, una colecta para una institución benéfica, una premiación deportiva, la firma de un acuerdo de colaboración entre dependencias, una simple y rutinaria reunión de gabinete o un recorrido de inspección por alguna instalación fabril. Todo sirve, por insignificante que pueda parecer el motivo; el objetivo es estar todos los días presente en los medios.
Panen et circenses -pan y circo- de la época romana
La propaganda oficialista convierte cualquier acto sin relieve ni trascendencia en un logro histórico, en un avance sin precedente, en un logro significativo. La perspicacia reporteril siempre descubre algo que le permite afirmar que somos los primeros, los que encabezamos las listas, los que más avanzamos, los pioneros. ¿En qué…? ¡En lo que sea! No hay límites para la exageración; la inmensa credulidad de los tlaxcaltecas -según esas oficinas de prensa- da margen a toda clase de desmesuras. Los ojos del mundo -nos dicen- fijarán su mirada en Tlaxcala… solo porque Ana Guevara, la polémica titular de la Conade, no encontró ningún otro lugar más apropiado (¿?) que esta entidad donde celebrar un evento deportivo -un torneo de volibol… ¡de playa!- que a ningún otro estado de la república le interesó organizar, incluyendo aquellos que sí tienen extensos y bellos litorales, escenarios infinitamente más adecuados para la práctica de esa sui generis disciplina deportiva que las plazas de toros de estas tierras del altiplano.
Se pierde toda proporción y hasta el temor al ridículo y a la burla sin que haya nadie que les llame a la cordura; hasta la hermosa y digna Plaza de la Constitución de la capital albergará una de esas canchas de arena que se instalarán para que jueguen las y los bañistas que disputarán el título mundial de la especialidad. El mundo, me temo, está más interesado en otra clase de sucesos que en el volibol de playa, ese trivial y sin sustancia divertimento que atañe sólo a su muy pequeña cauda de seguidores. Y usted perdone, amable lector, que aborde este tema del que ya me ocupé en anterior ocasión; lo hago porque a mi juicio da cuenta fiel de la manera con la que el quehacer gubernamental distrae la atención pública con asuntos de poca monta que, para más inri, están totalmente alejados de los gustos y aficiones de nuestra gente.
El lado que la propaganda oculta
Maquillar cifras estadísticas o escogerlas a conveniencia distorsiona la realidad y no ayuda a conocer la verdadera dimensión de los problemas que nos aquejan. Un ejemplo: aumenta, es cierto, la población trabajadora inscrita en el IMSS que, en la actualidad, asciende a alrededor de 113 mil gentes, pero no se dice que de los 630 mil tlaxcaltecas que económicamente activos, poco más de 440 mil se desempeñan en ese amplísimo sector informal donde se ubican todos los que carecen de prestaciones sociales, como la pensión de retiro por accidente o ancianidad.
Esa enorme cantidad de personas que laboran sin ningún tipo de protección representa el 70 % del universo laboral en el estado, cifra muy superior al 55 % del promedio nacional y sólo inferior a la que registran Oaxaca, Chiapas y Guerrero, los tres estados calificados como los de mayor marginación de México. En este rubro es que la pensión para adultos mayores, a la que el gobierno de López Obrador consiguió darle rango constitucional, tiene un papel de excepcional importancia.
ANTENA ESTATAL
“Tanto va el cántaro a la fuente hasta que al final se rompe”
Se agudiza un conflicto sindical que puede derivar en un problema con potencial de trastornar el funcionamiento de la administración pública. Por tercera vez van a las urnas los trabajadores del gobierno estatal, a causa de la reticencia oficialista para aceptar el triunfo de una facción no afín al interés político de la mandataria. Cuidado: cuando a este tipo de asuntos no se les da solución pronta se enquistan y llegan hasta provocar la caída del gobierno que los genera.