/ jueves 22 de agosto de 2024

¡Va de nuez!..

Con agosto, se desciende a diciembre y al fin de año. ¡La vida se nos va como la noche y la alborada llega! Las anualidades giran y giran. En realidad, el tiempo es un fantasma. Sirve solo para marcar la “transcurrencia” y el humano acontecer. Es mojonera de la temporalidad para que recordemos “cuándo pasó, lo que pasó”. Pero, ¿de quién es agosto?... ¡de todos y de nadie!... El tiempo no tiene dueño.

Yo puedo hablar de “mi tiempo”. Señalando cómo mi agenda de vida personal se rellena de los aconteceres que a mí me impactan. ¡Agosto!, nombre de un mes de origen romano en homenaje a un emperador. Aunque sabemos, que los babilonios ya dividían su anualidad en doce meses –tal vez con otro nombre–.

También agosto es de huracanes y tormentas –bendiciones para los campos que escurre de las nubes–. Pero también –¡por todos los cielos!...– de los chiles en nogada; época también de aquella rumbosa feria –tapetera, torera y bullanguera– que resuena en círculos concéntricos por toda la región y el país.

Pero también en el agosto de este año, llegan a su fin aquellos alcaldes que se van –los “idus de agosto”, ¡bendito sea Dios!– pero también inician los que ya sueñan con llegar al mando –traen su cauda de convenencieros, oportunistas, lambiscones, jalapatas y demás– e incrustarse en la nómina para sangrarla.

En lo personal, mi agosto es una delicia por sus chiles en nogada –¡que Dios tenga en su gloria a las poblanas cocineras que los inventaron! –milagro profano, que estalla en sabores texturas y colores. Suena egoísta afirmar que es patrimonio de los vecinos estatales. Pero si lo es de todos los tragones y golosos que de ellos nos hartamos. Lo es de las bendecidas manos de las “jefecitas” tlaxcaltecas que en la cocina se afanan por balancear el justo medio del sazón.

La nuez de castilla es un fruto ultramarino que llegó y se naturalizó en las regiones del altiplano donde se produce en abundancia y en variedades y tamaños que contribuyen a la preparación exquisita de ese manjar de reyes –solo te llevarás a la tumba aquello que hayas comido, bebido, bailado y conocido–. Se dice que lo crearon las monjas para homenajear a un emperador. Otros dicen que fue al pie del Popocatépetl –San Nicolás, hermosa comunidad ranchera que cultiva todos sus ingredientes– donde se originó.

No importa su origen, sí importa que existe, que en nuestras casas lo preparan de rechupete y que baja muy bien con su vinito blanco y que ese placer nadie me lo quita. Su venta resulta para los establecimientos de renombre, negocio redondo –cada una de ellas afirma poseer la receta original y única– y con ese argumento abusan en su precio. Pero siempre hay la posibilidad de que con calidad y a precio razonable, podamos disfrutarlo.

Este año hubo una increíble cosecha de nuez. A los mercados de abasto llegó por camionadas. Al inicio muy cara, pero la oferta empujó a la baja. Se adquiere con cascara o pelada a un precio razonable.

La nogada tradicional baña al capeado chile poblano, y cubre el espejo del plato, los ojos del goloso, se recrean y extravían en el conjunto que integran la granada y el cilantro.

Hay regiones de Estados Unidos donde se produce por millones este fruto, ignoro si preparan esta delicia. Pero los paisanos de Cuahuixmatlac si lo cocinan allá y lo degustan. En el altiplano del país es famoso, como el mole poblano o la barbacoa de borrego… ¿Y usted amigo lector, ya los comió este año?... Apresúrese, la nuez se acaba –fresca es más sabrosa–; en Chiautempan hay cuatro negocios contiguos que con éxito los preparan y expenden, la calle donde se ubican, se le conoce como la de “los chiles en nogada”.

Al pueblo de San Bartolo Cuahuixmatlac Chiautempan –donde se cultiva nuez de excelente calidad–, se le conoce como “San Bicho”, porque un gatito hogareño acompaña la imagen de San Bartolo y es jocosa leyenda en ese lugar, que ese minino en esta temporada y por las noches, se harta de comer nueces y luego vaga en busca de sus “bichitas amorosas” por las azoteas de las casas, con ansias fornicatorias; y que ellas, –también golosas comedoras de nueces– no duermen cachondas esperando a sus galanes todas relamidas y peinadas.

Si esto es así excelente, porque se trata de un pueblo de muchachas hermosas y de gente bien nacida y buena.

Agosto, es el mes de las nueces. Fruto que, sin cáscara, se asemeja a una masa encefálica humana. Maravilloso alimento, delicioso, que es una bendición del cielo. Agosto… tiempo de tormentas huracanadas, en que los hongos brotan, las flores de calabaza se dan por miles y los grillos en el crepúsculo le cantan serenata a las nubes y maizales, que elevan a los cielos sus tallos en elotes y huitlacoches. ¡Agosto! mes hermoso, anticipo de un septembrino frío mes de la patria mexicana. ¡Agosto y sus nueces bendecidas!



Con agosto, se desciende a diciembre y al fin de año. ¡La vida se nos va como la noche y la alborada llega! Las anualidades giran y giran. En realidad, el tiempo es un fantasma. Sirve solo para marcar la “transcurrencia” y el humano acontecer. Es mojonera de la temporalidad para que recordemos “cuándo pasó, lo que pasó”. Pero, ¿de quién es agosto?... ¡de todos y de nadie!... El tiempo no tiene dueño.

Yo puedo hablar de “mi tiempo”. Señalando cómo mi agenda de vida personal se rellena de los aconteceres que a mí me impactan. ¡Agosto!, nombre de un mes de origen romano en homenaje a un emperador. Aunque sabemos, que los babilonios ya dividían su anualidad en doce meses –tal vez con otro nombre–.

También agosto es de huracanes y tormentas –bendiciones para los campos que escurre de las nubes–. Pero también –¡por todos los cielos!...– de los chiles en nogada; época también de aquella rumbosa feria –tapetera, torera y bullanguera– que resuena en círculos concéntricos por toda la región y el país.

Pero también en el agosto de este año, llegan a su fin aquellos alcaldes que se van –los “idus de agosto”, ¡bendito sea Dios!– pero también inician los que ya sueñan con llegar al mando –traen su cauda de convenencieros, oportunistas, lambiscones, jalapatas y demás– e incrustarse en la nómina para sangrarla.

En lo personal, mi agosto es una delicia por sus chiles en nogada –¡que Dios tenga en su gloria a las poblanas cocineras que los inventaron! –milagro profano, que estalla en sabores texturas y colores. Suena egoísta afirmar que es patrimonio de los vecinos estatales. Pero si lo es de todos los tragones y golosos que de ellos nos hartamos. Lo es de las bendecidas manos de las “jefecitas” tlaxcaltecas que en la cocina se afanan por balancear el justo medio del sazón.

La nuez de castilla es un fruto ultramarino que llegó y se naturalizó en las regiones del altiplano donde se produce en abundancia y en variedades y tamaños que contribuyen a la preparación exquisita de ese manjar de reyes –solo te llevarás a la tumba aquello que hayas comido, bebido, bailado y conocido–. Se dice que lo crearon las monjas para homenajear a un emperador. Otros dicen que fue al pie del Popocatépetl –San Nicolás, hermosa comunidad ranchera que cultiva todos sus ingredientes– donde se originó.

No importa su origen, sí importa que existe, que en nuestras casas lo preparan de rechupete y que baja muy bien con su vinito blanco y que ese placer nadie me lo quita. Su venta resulta para los establecimientos de renombre, negocio redondo –cada una de ellas afirma poseer la receta original y única– y con ese argumento abusan en su precio. Pero siempre hay la posibilidad de que con calidad y a precio razonable, podamos disfrutarlo.

Este año hubo una increíble cosecha de nuez. A los mercados de abasto llegó por camionadas. Al inicio muy cara, pero la oferta empujó a la baja. Se adquiere con cascara o pelada a un precio razonable.

La nogada tradicional baña al capeado chile poblano, y cubre el espejo del plato, los ojos del goloso, se recrean y extravían en el conjunto que integran la granada y el cilantro.

Hay regiones de Estados Unidos donde se produce por millones este fruto, ignoro si preparan esta delicia. Pero los paisanos de Cuahuixmatlac si lo cocinan allá y lo degustan. En el altiplano del país es famoso, como el mole poblano o la barbacoa de borrego… ¿Y usted amigo lector, ya los comió este año?... Apresúrese, la nuez se acaba –fresca es más sabrosa–; en Chiautempan hay cuatro negocios contiguos que con éxito los preparan y expenden, la calle donde se ubican, se le conoce como la de “los chiles en nogada”.

Al pueblo de San Bartolo Cuahuixmatlac Chiautempan –donde se cultiva nuez de excelente calidad–, se le conoce como “San Bicho”, porque un gatito hogareño acompaña la imagen de San Bartolo y es jocosa leyenda en ese lugar, que ese minino en esta temporada y por las noches, se harta de comer nueces y luego vaga en busca de sus “bichitas amorosas” por las azoteas de las casas, con ansias fornicatorias; y que ellas, –también golosas comedoras de nueces– no duermen cachondas esperando a sus galanes todas relamidas y peinadas.

Si esto es así excelente, porque se trata de un pueblo de muchachas hermosas y de gente bien nacida y buena.

Agosto, es el mes de las nueces. Fruto que, sin cáscara, se asemeja a una masa encefálica humana. Maravilloso alimento, delicioso, que es una bendición del cielo. Agosto… tiempo de tormentas huracanadas, en que los hongos brotan, las flores de calabaza se dan por miles y los grillos en el crepúsculo le cantan serenata a las nubes y maizales, que elevan a los cielos sus tallos en elotes y huitlacoches. ¡Agosto! mes hermoso, anticipo de un septembrino frío mes de la patria mexicana. ¡Agosto y sus nueces bendecidas!