IVÁN ARRAZOLA CORTÉS
La tradición de los debates presidenciales en México es demasiado reciente, quizás por eso es que el formato y los participantes pocas veces logran cumplir con las expectativas que se fijan en este tipo de ejercicios, en los que se espera que las candidaturas presenten propuestas, contrasten proyectos y que exhiban las debilidades de sus oponentes, la mayoría de estos debates quedan en ideas vagas, descalificaciones y proyectos que difícilmente se concretarán, el debate presidencial del domingo 8 de abril no fue la excepción.
El debate no sólo se tornó largo y aburrido, el formato con una cantidad inmensa de temas, en total seis, fueron abordados de manera superficial, el ejercicio sólo sirvió para exhibir a quien menos habilidades tiene para debatir, mientras los problemas de fondo, como que 50 millones de personas no tienen acceso a servicios de salud en México, o que más de dos terceras partes de los estudiantes de secundaria son incapaces de resolver problemas matemáticos fueron hechos a un lado.
La organización del debate tampoco fue la más adecuada, el tiempo de participación de cada una de las candidaturas se vio afectado por las fallas en los cronómetros de participación de los candidatos, por razones inexplicables en un ejercicio que se supone se preparó con mucho tiempo de anticipación, el ejercicio se saturó de preguntas, en algunos casos esas preguntas se contestaban en 40 segundos, en otros casos en minuto y medio, las ideas que se pudieran formular en este pequeño lapso de tiempo en realidad poco ayudan a entender a la ciudadanía los proyectos que se pretenden desarrollar.
La participación de los moderadores tampoco fue clara, las preguntas que leyeron que prácticamente todas fueron pertinentes y reflejaban el sentir de la ciudadanía ante los problemas que la aquejan, se llegaban a confundir con opiniones propias del moderador y de la moderadora, que trataron en alguna medida que las candidaturas contestaran la pregunta y no se desviaran del tema.
Es indudable que la autoridad electoral tendrá que trabajar para presentar un mejor formato para el próximo debate y cuidar elementos tan fundamentales como los cronómetros o la forma en la que podrán intervenir los moderadores. Este tipo de ejercicios son sumamente importantes para permitir que la ciudadanía se informe sobre las propuestas de los candidatos por lo que es inadmisible que se presenten errores en la producción o en el diseño del formato del debate.
Sobre el desempeño de las candidaturas es claro que la candidata de Sigamos Haciendo Historia fue la ganadora del debate, no solo se mostró como la de mayor dominio sobre el escenario, se mostró serena, tuvo tiempo para presentar sus propuestas y en todo momento se mostró segura ante las cámaras, aunque le hicieron distintos cuestionamientos tuvo la habilidad de esquivarlos.
En el caso de Jorge Álvarez Máynez de Movimiento Ciudadano, su desempeño fue aceptable, durante el debate se mostró tranquilo y su discurso fue fluido, en varias de sus participaciones se dedicó a criticar a las dos coaliciones, señaló que “la corrupción se combate con autoridad moral” y que ninguna de las dos candidatas la tenían, planteó propuestas poco concretas, se dedicó a recordar lo que hizo la “vieja política” y la relación que guarda con Xóchitl Gálvez, mencionó los nombres de personajes como Alito Moreno o Manlio Fabio Beltrones y señaló que Gálvez pertenece al peor PRI de la historia.
La candidata de Fuerza y Corazón por México fue la que tuvo el peor desempeño de las tres candidaturas, se mostró nerviosa a lo largo del debate, poco articulada, por momentos distraída por el manejo de la información que traía en láminas y con una mala administración de tiempo, en los espacios de cinco minutos fue la candidata a la que le sobró más tiempo, sin embargo, poco pudo aprovechar esa oportunidad para formular ataques más consistentes o presentar propuestas de forma más extendida, había momentos en los que pedía la palabra pero lo hacía por nueve o diez segundos, esta dinámica no le permitió desarrollar sus ideas.
La parte más interesante del debate fue sin duda, la de las preguntas que formuló la ciudadanía a las candidaturas, en muchas de estas preguntas se plasmaron preocupaciones y cuestionamientos legítimos de aspectos que afectan la vida de las personas, lamentablemente se perdió un espacio valioso para dar respuesta puntual a los planteamientos que hizo la ciudadanía, esto por dos razones: por un lado, porque buena parte de los discursos se dedicaron a los ataques personales o en contar verdades a medias, la otra razón, es que carecen de una estrategia clara para hacer frente a problemas más complejos.
Al final de cuentas en este primer debate se perdió una valiosa oportunidad para que la clase política dé la cara ante la ciudadanía y explique de manera precisa cómo es que piensan resolver los problemas más urgentes del país en materia de corrupción, educación o salud, al final respondieron lo que quisieron, pero se comportó con el desdén de siempre, este es un fiel reflejo de lo que día con día sucede en el país, una ciudadanía que se queja de la falta de medicinas, de la insuficiente atención médica, o de la corrupción, ante esto la clase política que está en el poder responde que el problema ya resolvió o la clase política que quiere llegar al poder responde que cuando ellos lleguen todo va a cambiar, la pregunta para la ciudadanía es ¿Ustedes les creen?