La vida, obra y mensaje de Jesucristo solamente pueden entenderse si consideramos que él fue, por encima de cualquier otra cosa, un gran libertador. Sus palabras, “conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Juan 8:32), siguen resonando hoy como lo hicieron cuando fueron pronunciadas por vez primera.
Desde luego, la libertad de la que nos habla el Maestro no se trata de una cuestión política. Recordemos que en algún momento un grupo de seguidores lo quiso convertir en rey y él se negó (cfr. Juan 6:15), y que nunca pretendió derrocar al Imperio Romano como, en efecto, la mayoría de sus discípulos esperaba que lo hiciera. Por el contrario, cuando le preguntaron su opinión acerca del pago de impuestos a Roma respondió con la frase por todos conocida: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21a).
En realidad Jesús anhelaba la emancipación espiritual y mental de la humanidad, y su mensaje resuena con más fuerza durante este mes patrio en el que los mexicanos festejamos la independencia de nuestro país. Ojalá que también cada uno de nosotros pudiera festejar su propia independencia; sí, esa que es personal, íntima e individual, que de verdad libera y trae consigo felicidad, paz y bienestar.
Y es que hemos sido programados desde la infancia para pensar, creer, sentir y actuar como lo dictan la sociedad, el gobierno, la familia, las religiones, etc. Hemos aceptado conceptos e ideas como si fueran verdades absolutas cuando en realidad no lo son.
Por ejemplo, muchas personas han asumido la falsa creencia de que hay que resignarse ante el sufrimiento y el dolor bajo la premisa de que se trata de la voluntad de Dios. ¡Qué mentira tan grande y cuánto daño ha causado! Lo cierto es que estás aquí para disfrutar la vida y ser feliz. El sufrimiento tiene tan solo una utilidad transitoria: impulsarte para salir adelante y superar cualquier prueba. Es una oportunidad para poner tu fe en acción y demostrarte a ti mismo que el Poder Infinito que habita en tu interior siempre será mayor que cualquier obstáculo y dificultad. Así que, por lo que más quieras, no te quedes estancado en ninguna situación que te haga sufrir. No te conformes con el dolor ni con la tristeza. No hay ninguna virtud en ello. Después de la tempestad llega la calma. Tu vocación como ser humano, recuérdalo bien, es la libertad. Y no serás libre hasta que limpies tu mente de esa clase de pensamientos supersticiosos.
Otra idea igualmente nociva, limitante y restrictiva es la creencia en que lo que te sucede es consecuencia de un castigo divino. Pero la verdad es que las cosas no son así. Todo lo que ocurre en tu vida, sea bueno o malo, es simplemente el efecto natural de tus pensamientos, palabras y acciones. Llámalo ley de acción y reacción, karma o como sea; en realidad se trata de lo mismo. Si observas cuidadosamente te darás cuenta de que la Naturaleza, que por cierto es el libro sagrado más antiguo y perfecto, nunca castiga. Al contrario, siempre intenta sanarte de cualquier dolencia. Por ejemplo, si te rompes un hueso inmediatamente tu organismo comienza a trabajar para soldar la fractura. Si te cortas un dedo el proceso de cicatrización inicia en ese preciso momento. Si alguna vez sufriste un severo trauma psicológico es muy posible que tu mente haya bloqueado el recuerdo. Qué cierta es esa frase que dice: “El médico venda la herida pero Dios es quien la sana”. ¿Lo ves? La creencia en un supuesto castigo divino es antinatural y no te deja nada bueno. Insisto, estamos aquí para ser felices. Pero difícilmente lo seremos si no cambiamos nuestra programación mental. Darte cuenta de que nadie te está castigando te otorga un poder extraordinario sobre ti mismo, tu vida y tus circunstancias. Porque si no te gusta lo que hasta hoy has generado, puedes cambiarlo; si modificas la causa de lo que te sucede, modificarás en automático el efecto.
He mencionado tan solo dos creencias que impiden que el ser humano tome las riendas de su vida y sea verdaderamente libre: la primera, que la voluntad de Dios incluye tu resignación ante el sufrimiento; la segunda, que lo que te sucede es consecuencia de un supuesto castigo divino. Pero ¿cuántas cosas más nos han metido en la cabeza y las hemos aceptado así sin más, sin razonarlas? Solo tú, amable lector, tienes la respuesta.
Decimos que Jesús de Nazaret, al igual que su padre José, era carpintero, aunque esto no es del todo exacto. El vocablo griego tekton que encontramos en los evangelios y que generalmente se traduce como carpintero significa en realidad constructor. De ahí viene la palabra arquitectura y todos sus derivados. Pero más allá de construir obras materiales el Maestro se dedicó a edificar el templo de su propia conciencia y a ayudar a los demás a hacer lo mismo.
Tú que lees estas líneas estás llamado a convertirte en el arquitecto de tu universo. Siguiendo las huellas del Maestro puedes construir el templo de tu conciencia y de tu vida utilizando los materiales, es decir, los pensamientos y creencias que tú elijas, los que te hagan feliz, los que consideres más valiosos. Deshazte de todo lo que no sirve y conserva únicamente lo bueno. Es momento de tomar el control, pues solamente así serás verdaderamente libre y podrás festejar tu independencia personal, espiritual, mental y moral.
*Comunicólogo y sacerdote anglicano