El amaranto, considerado uno de los cultivos más antiguos de Mesoamérica, tiene una gran importancia para los pequeños productores del centro y sur de México, pues se cultiva en superficies reducidas, menores a una hectárea, bajo sistemas agrícolas tradicionales como la milpa y las chinampas.
Hace cuatro mil años, cuando fue domesticado por culturas precolombinas, era considerado sagrado por su resistencia a las sequías; además, por su alto valor nutricional, era el alimento ideal de los guerreros, pues se creía que les ayudaba a incrementar su fuerza.
Sin embargo, la producción de amaranto disminuyó después de la Conquista hasta que su consumo fue casi nulo. ¿La razón? Se debió principalmente al valor ritual de esta planta; los aztecas convertían en tzoalli la semilla molida y amasada con miel de maguey, con la cual elaboraban panes con forma de sus deidades.
Fue así que, que los españoles al darse cuenta del uso religioso de esta semilla, fue vetada su consumo al considerarla una perversión a la eucaristía católica, pero afortunadamente, fue conservada en algunas zonas apartadas.
Actualmente, en el país, Puebla es el productor número uno del amaranto, con mil 969 hectáreas de siembra y cosecha, lo que representa el 61% de la producción nacional. Le siguen, Tlaxcala con el 22%, Estado de México con el 13% y la Ciudad de México con 3%.
Su alto potencial de rendimiento y diversidad promete ser un alimento no solo rentable en términos económicos, sino una fuente de alimentación sana de comunidades rurales y una alternativa como cultivo de reconversión.
PARA SABER MÁS
- Hoy se celebra el Día Nacional del Amaranto
- Con el amaranto se elabora la tradicional “alegría”, una aliada para combatir algunas enfermedades cardiovasculares y anemia, gracias a sus propiedades.
- El amaranto es rico en vitaminas A, B, C, B1, B2 y B3, ácido fólico, calcio, hierro y fósforo.
*Con información de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural
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