Las bodas tradicionales en la sierra de Zongolica son parte importante de la cultura de los pueblos originarios porque implican la unión de dos personas que formarán una nueva familia en la comunidad.
Y es que estas ceremonias tienen una connotación social y política, pues se forman alianzas y se hacen pactos para velar la una por la otra.
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Miguel Ángel Sosme Campos, antropólogo social y maestro en Ciencias Sociales por la Universidad Veracruzana, explica que actualmente muchas de estas prácticas ancestrales se han transformado, aunque se mantiene el protocolo original entre las parejas de esta zona en la etapa del noviazgo.
Culturalmente hablando, explica, las bodas tradicionales están llenas de simbolismos, momentos espirituales, alegría y participación de toda la familia.
Comienza con "el pedimento"
Realizar una boda tradicional requiere la participación de varias personas. Entre ellas destaca una figura que tiene el reconocimiento total de la comunidad y que no es una autoridad civil, sino una persona con buena reputación que hará las veces de mediador.
Este personaje es elegido por los padres del novio y se encargará de dialogar con la familia de la novia, que también debe reconocerlo como tal y estar dispuesta a negociar con él la dote de la muchacha.
En este proceso regularmente es común el regateo. “Por ejemplo, si los papás dicen que la hija es virgen y por tanto vale 10 borregos, el mediador negociará; si argumenta que la chica no sabe hacer algo, la dote baja”, narró.
El novio y su familia hacen varias visitas a la novia, siete en total. En ellas llevan regalos, que pueden ser sacos de maíz, de frijol, animales de traspatio, borregos, etcétera.
La idea es que el novio y su familia demuestren que tienen la solvencia económica para mantener a la muchacha y ella tiene que hacerles regalos o atenderlos para demostrar que sabe cocinar, que sabe hacer tortillas, tejer en telar.
Tiene que demostrar que es diestra y está lista para realizar todas las actividades del hogar y, por lo tanto, merece todo lo que están dando de dote por ella.
Hay otras figuras que participan en el desarrollo, todas originarias de la comunidad ya que no interviene ninguna autoridad ni civil ni religiosa, hasta que llegue el momento.
Fiesta puede durar hasta 24 horas
Después del pedimento viene otra etapa que es compleja y distinta de una comunidad a otra, pues cada una tiene características muy particulares, aunque formen parte de la misma zona.
La fiesta puede durar 24 horas, durante ella se realizan danzas tradicionales, ceremonias de entrega de regalos y más. “Es todo muy ceremonioso en reconocimiento a los padres de los novios y todo un ritual de respeto hacia las dos familias. El intercambio de regalos y la entrega de canastas de alimentos forman parte de ella”, destacó Sosme Campos.
Se entiende que dos familias van a formar una sola y se van a apoyar. Como los matrimonios de la ciudad, los tradicionales tienen vínculos y connotaciones sociales y políticas.
Al casarse, las dos familias adquieren la responsabilidad de velar la una por la otra, para eso hacen pactos y alianzas.
En los pueblos originarios casarse no es cualquier cosa. Su visión es que la unión es para toda la vida. De tal manera que no pueden contraer matrimonio por segunda vez, salvo por viudez y no cabe el divorcio.
Ahora optan por la huída
Estas ceremonias son sumamente costosas tanto en la fiesta como en la dote. Por ello, muchos jóvenes -sobre todos los que no tienen muchos recursos y no pueden pagar una fiesta que puede llegar a costar hasta 150 mil pesos- han optado por la “huida”.
Esta consiste en escaparse con la novia. “Se dice robársela y al llevársela ya no tiene que hacer todo el ritual, porque se entiende que lo que se paga es por la virginidad de la mujer o de la niña y, al salir de su casa, ella ya no tiene un valor al interior de la comunidad. Al huir sin el consentimiento de los padres y si tiene relaciones sexuales, la mujer pierde valor y ya no hay que dar dote”, indicó.
Lo común es que después de huir los jóvenes regresen y den una compensación a sus padres; que puede ser igualmente maíz, guajolotes u otros animales de traspatio, pero en menor cantidad, en el sentido de que su hija ya no vale.
Esta visión tiene un sesgo de género muy fuerte, pues otorgan un valor a la mujer a partir de su condición como tal, como fuerza de trabajo y por una cuestión simbólica que implica la virginidad.
Por esto comenzó a ser mal visto por la comunidad y se han reformulado los procesos de los matrimonios tradicionales, que se empiezan a asemejar más a las bodas de las ciudades, aunque todavía mantienen vigentes muchos de sus valores originales.
En la Sierra de Zongolica es muy común “la huida”. Muy pocas parejas optan por el casamiento, aún más por uno tradicional y se da entre los más jóvenes de las comunidades marginadas.
Casamientos entre menores de edad
Los matrimonios entre menores de edad tienen valor ante la comunidad, no así oficial o religioso, pues en la entidad no está permitido el casamiento entre menores de 18 años.
El antropólogo y maestro en Ciencias Sociales hizo un trabajo sobre género en las comunidades indígenas y lo que percibió fue que entre las mujeres hay una visión negativa de esta práctica, pues en general la consideran un acto violento en el sentido de que se pone un precio a las mujeres en los sistemas tradicionales para casarse.
“Anteriormente, bastaba con que un niño de 15 años viera a una niña de 12 y dijera que le gustaba, si los padres tenían el dinero para ofrecer la dote o el 'pago' por ella, la boda entre los menores se acordaba por los padres. Se daban entre otras cosas: ganado, borregos, guajolotes, costales de maíz, de frijol, pan y chocolate. Había un ritual de pedimento para visitar a la familia, hablar con ella y pedirles que les dejaran que su hija se casara con su hijo”, aseveró.
Casi siempre eran relaciones entre menores de edad -razón que es muy criticada por la población-, porque eran matrimonios sin amor y a la fuerza, en los que tenían mucho que ver el tema del dinero.
Entre los temas que Sosme Campos abordó en ese estudio estuvo el noviazgo y los matrimonios, que son una constante en las comunidades indígenas de Mesoamérica, donde las mujeres tienen un valor y cómo se les ha visto como mercancía.
El valor de las mujeres en el Sur de Veracruz es de entre 100 mil y 150 mil pesos"Y se puede pagar en efectivo. Más o menos es el mismo precio que tiene actualmente una boda en la Sierra de Zongolica y nos puede dar una idea de cuánto podría costar una mujer en las comunidades indígenas. Todo esto también se ha prestado para la trata de personas, sobre todo para el uso en servicios domésticos y particularmente en el ejercicio del trabajo sexual en lugares como la Ciudad de México”, agregó.
La polémica está, concluyó, en que las comunidades se rigen por sus usos y costumbres, siempre y cuando no violenten los derechos humanos; sin embargo, esta práctica es, desde el punto de vista de las propias mujeres, violenta, pues trastoca, lastima y vulnera sus derechos humanos.
Publicado originalmente en El Sol de Orizaba