El pan de muerto es fundamental en la ofrenda dedicada a nuestros difuntos, colorida tradición que se celebra en México desde tiempos prehispánicos.
El origen de esta delicia culinaria se remonta a la época de la Conquista y fue inspirada en los rituales prehispánicos, cuando se practicaban los sacrificios humanos.
Consistía en el ofrecimiento de una princesa a los dioses, su corazón se introducía en una olla con amaranto; y quien encabezaba el rito mordía el corazón como agradecimiento.
Ya durante la Conquista, como los españoles no aceptaban este tipo de rituales, crearon un pan de trigo (simulando la forma de un corazón), al que espolvorearon azúcar pintada de rojo (sangre).
Hoy en día, existen diversas formas de este pan, pero el más común, simboliza el cráneo del difunto, y las tiras debajo de él, los huesos que conforman el cuerpo humano; en algunas regiones se le agrega esencia de azahar, que evoca el recuerdo de los muertitos.
Mientras que sus ingredientes también pueden variar dependiendo los gustos y costumbres de cada región. En la zona centro del país, los principales son el huevo, ajonjolí, manteca y azúcar roja (para los panes de sal).
Hace algunas décadas, se preparaba con semillas de amaranto, práctica que se ha ido perdiendo con el paso de los años. Independientemente de todo lo anterior, el pan de muerto es y será una de las más grandes y emocionantes tradiciones que se conserva en nuestro México lindo.
Continúa leyendo: