/ martes 12 de noviembre de 2024

Monjas agustinas preservan la receta del rompope en Tlaxcala

La bebida tiene sus orígenes en Puebla y la receta varía según el convento que la prepare

A pocos pasos del Teatro Xicohténcatl en la capital de Tlaxcala, el convento de las Monjas Agustinas Recoletas atesora la receta de un tesoro en forma líquida que une devoción y tradición. Se trata del rompope, una bebida elaborada a base de huevos, leche y vainilla.

Durante más de siete décadas, las monjas tlaxcaltecas han mantenido viva la elaboración artesanal de esta bebida, cuya venta sostiene su comunidad y también financia el actual proyecto de restauración de su capilla.

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Sor Consuelo Castañeda Campo, una de las integrantes de la congregación, comparte que el convento tiene 72 años de fundado y al poco tiempo de su creación se dio inicio a la preparación del rompope. Con un meticuloso proceso, las monjas producen cerca de veinte litros mensuales, un trabajo que demanda paciencia, precisión y una buena dosis de fe.

Cuando una joven ingresa al convento, aprende de los trabajos artesanales que hacemos, porque es necesario pensar a futuro y considerar los gastos que se presentan al interior, explica Sor Consuelo.

El proceso de elaboración del rompope en el convento se lleva a cabo con el seguimiento de una receta cuidadosamente preservada. La bebida contiene una pequeña cantidad de alcohol, como es característico en este licor tradicional, y no lleva conservadores, lo que lo convierte en un producto muy solicitado por familias que buscan sabores caseros.

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Sor Consuelo detalla que esta elaboración es un ejercicio de paciencia. “Si subimos la flama, puede quemarse o alterar el sabor, así que debemos estar atentas y no distraernos. El sabor final siempre depende de la dedicación que cada hermana pone en cada tanda.”

Recientemente, tanto la exquisita bebida como otras preparaciones que se elaboran dentro del convento han salido a ofrecerse a otros espacios, por lo que será común encontrarlas en las calles. “Somos monjas de clausura, pero hemos pedido permiso para salir y recolectar dinero para reparar nuestro templo. Los invitamos a colaborar para ser un tabique de nuestra capilla”, finalizó Sor Consuelo.

EL ORIGEN DEL ROMPOPE

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Aunque el origen exacto del rompope es incierto, se cree que su creación remonta al siglo XVII en Puebla, donde la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, las conocidas monjas clarisas, desarrollaron una receta que se popularizó rápidamente.

La leyenda cuenta que una monja llamada Eduviges preparaba el rompope y, al obtener permiso del Obispo, permitió que sus hermanas también lo probaran. De esta forma, el rompope se convirtió en una tradición religiosa que pronto se extendió a otros conventos y ganó popularidad en la sociedad novohispana.

Hoy en día, el rompope se produce en distintos estados de México y es uno de los licores más característicos de la cultura conventual. A pesar de que se encuentran versiones comerciales en tiendas de todo el país, el rompope de las Agustinas Recoletas de Tlaxcala conserva la esencia artesanal de sus orígenes con un toque de cariño y nobleza, dos ingredientes que le han dado un lugar especial en los hogares.

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Durante más de siete décadas, las monjas tlaxcaltecas han mantenido viva la elaboración artesanal de esta bebida, cuya venta sostiene su comunidad y también financia el actual proyecto de restauración de su capilla.

Además de elaborar rompope, las monjas agustinas preparan tamales, atole, jamoncillos, pasteles y otros postres que se pueden adquirir o solicitar por pedido en avenida Juárez #25, de la ciudad de Tlaxcala.


A pocos pasos del Teatro Xicohténcatl en la capital de Tlaxcala, el convento de las Monjas Agustinas Recoletas atesora la receta de un tesoro en forma líquida que une devoción y tradición. Se trata del rompope, una bebida elaborada a base de huevos, leche y vainilla.

Durante más de siete décadas, las monjas tlaxcaltecas han mantenido viva la elaboración artesanal de esta bebida, cuya venta sostiene su comunidad y también financia el actual proyecto de restauración de su capilla.

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Sor Consuelo Castañeda Campo, una de las integrantes de la congregación, comparte que el convento tiene 72 años de fundado y al poco tiempo de su creación se dio inicio a la preparación del rompope. Con un meticuloso proceso, las monjas producen cerca de veinte litros mensuales, un trabajo que demanda paciencia, precisión y una buena dosis de fe.

Cuando una joven ingresa al convento, aprende de los trabajos artesanales que hacemos, porque es necesario pensar a futuro y considerar los gastos que se presentan al interior, explica Sor Consuelo.

El proceso de elaboración del rompope en el convento se lleva a cabo con el seguimiento de una receta cuidadosamente preservada. La bebida contiene una pequeña cantidad de alcohol, como es característico en este licor tradicional, y no lleva conservadores, lo que lo convierte en un producto muy solicitado por familias que buscan sabores caseros.

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Sor Consuelo detalla que esta elaboración es un ejercicio de paciencia. “Si subimos la flama, puede quemarse o alterar el sabor, así que debemos estar atentas y no distraernos. El sabor final siempre depende de la dedicación que cada hermana pone en cada tanda.”

Recientemente, tanto la exquisita bebida como otras preparaciones que se elaboran dentro del convento han salido a ofrecerse a otros espacios, por lo que será común encontrarlas en las calles. “Somos monjas de clausura, pero hemos pedido permiso para salir y recolectar dinero para reparar nuestro templo. Los invitamos a colaborar para ser un tabique de nuestra capilla”, finalizó Sor Consuelo.

EL ORIGEN DEL ROMPOPE

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Aunque el origen exacto del rompope es incierto, se cree que su creación remonta al siglo XVII en Puebla, donde la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, las conocidas monjas clarisas, desarrollaron una receta que se popularizó rápidamente.

La leyenda cuenta que una monja llamada Eduviges preparaba el rompope y, al obtener permiso del Obispo, permitió que sus hermanas también lo probaran. De esta forma, el rompope se convirtió en una tradición religiosa que pronto se extendió a otros conventos y ganó popularidad en la sociedad novohispana.

Hoy en día, el rompope se produce en distintos estados de México y es uno de los licores más característicos de la cultura conventual. A pesar de que se encuentran versiones comerciales en tiendas de todo el país, el rompope de las Agustinas Recoletas de Tlaxcala conserva la esencia artesanal de sus orígenes con un toque de cariño y nobleza, dos ingredientes que le han dado un lugar especial en los hogares.

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Durante más de siete décadas, las monjas tlaxcaltecas han mantenido viva la elaboración artesanal de esta bebida, cuya venta sostiene su comunidad y también financia el actual proyecto de restauración de su capilla.

Además de elaborar rompope, las monjas agustinas preparan tamales, atole, jamoncillos, pasteles y otros postres que se pueden adquirir o solicitar por pedido en avenida Juárez #25, de la ciudad de Tlaxcala.


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