Consciente del complejo lenguaje que representa todo proyecto arquitectónico, ya sea uno de grandes dimensiones o de íntimos diseños de interiores, el arquitecto Alfonso López Baz (CDMX, 1947), quien, junto a su socio Javier Calleja (1944-2020), ha realizado destacados aportes a la arquitectura mexicana de las últimas décadas, exhibe en el museo Franz Mayer su primera exposición fotográfica, El ojo del arquitecto.
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Se trata de una selección de 51 imágenes, de un total de las 250 que conforman su libro homónimo, publicado por la editorial Arquine, las cuales fueron tomadas durante 20 años. En ellas es posible observar capturas de construcciones, consideradas “hitos de la arquitectura moderna”, de distintos países, entre ellos Japón, Brasil, Portugal, España, Estados Unidos y México.
“Esta exposición corresponde a su nombre, porque son muy diferentes la mirada de un fotógrafo y la de un arquitecto, aunque lo que ambos enfoquen con una cámara sea arquitectura. Mientras que el fotógrafo busca, desde luego, los mejores ángulos, el arquitecto trata de entender las construcciones desde la arquitectura misma y así, de alguna manera también, interpretar la visión del arquitecto de una obra u otra. Es decir, busca lo que quiso decir”, explica López Baz, en entrevista con El Sol de México.
PROCESO DE DIÁLOGO
Sobre su proceso fotográfico, detalla que entre los elementos que busca destacar en cada captura, se encuentran las “escalas” y las “dimensiones”; así como el uso de la luz y la sombra, estos últimos, particularmente utilizados, desde siempre en el arte de la fotografía. Sin embargo, López Baz, menciona que hay elementos que subyacen tras cada serie fotográfica que se dispone a realizar.
“Cuando visito un sitio que pretendo fotografiar, por lo general ya lo conozco, porque lo he visto en libros o en revistas. Así que hay un estudio previo, en el que me cuestiono, primero, lo que a mí me gustaría fotografiar y, segundo, lo que, me pongo a pensar, le habría gustado al arquitecto que yo tomara. Ahí es donde se hace el diálogo con el otro arquitecto, aunque desde luego todo resulta de mi propia conciencia”, puntualiza.
Algunos de los edificios con los que ha entablado estos diálogos, y que forman parte de esta exposición, son la estación del metro Ground Zero en Nueva York, del arquitecto Santiago Calatrava y el edificio One World Trade Center, obra de SOM y Liebskind; la ampliación del Museo del Prado, en España, del arquitecto Rafael Moneo; el Centro Roberto Garza Sada de Arte, Arquitectura y Diseño, en Monterrey, de Tadao Andō y la Casa Luis Barragán, en la Ciudad de México.
TESTIMONIO DE VIDA
El arquitecto relata que su interés por la fotografía nació cuando tenía 15 años, aún en un mundo de cámaras analógicas. Una afición de que terminó por declinar al sentir que los trabajos de revelado, dentro de los cuartos oscuros, eran muy laboriosos, al requerir muchos cuidados ambientales y el uso de químicos caros.
No sería hasta la aparición de las cámaras digitales, que el arquitecto reviviría su interés, para luego decidir viajar por el mundo en busca del diálogo en imágenes con otros arquitectos, acto que se ha vuelto en su nueva pasión.
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“Sin duda, esta exposición es testimonio personal, estas fotografías son mi memoria. Así que ver por primera ocasión 51 obras reunidas es un privilegio. Para mí esta exposición ha sido una sorpresa, yo ya me daba por bien servido con la publicación del libro.
“Estoy muy contento por tener la oportunidad de exhibir en un lugar donde se han hecho grandes exposiciones, como la World Press Photo o la de Steve McCurry, esto para mí representa una gran oportunidad, aunque para nada me comparo con ellos”, finaliza.
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