"¿Una Iglesia en forma de barco?" Es lo primero que preguntarán cuando hables con foráneos sobre la Barca de la Fe, un templo religioso con un diseño arquitectónico muy peculiar. Pero lo cierto es que su construcción no es lo único llamativo de este destino turístico en Tlaxco.
Motivo por el cual decidimos realizar una lista con cinco puntos de utilidad al momento de ser portavoz de la riqueza cultural de Tlaxcala.
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La Ruta de la Fe
A solo 40 minutos partiendo del Centro Histórico de Tlaxcala se ubica la comunidad de José María Morelos Buenavista, lugar donde se ubica la magnífica obra. Esta fue concebida por el maestro, presbítero, arquitecto y artista Arnulfo Mejía Rojas. Su devoción católica y amor por el pueblo tlaxquense lo inspiró a proyectar la "Ruta de la fe", un conjunto de templos en 15 localidades con características atípicas donde se inscribe la que en esta ocasión nos ocupa.
De tal forma que el recorrido turístico apremia varias horas donde el queso y el pulque, tradicionales en el municipio, pueden resultar una buena compañía.
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¿Por qué un barco?
Más de una razón responde a esta pregunta obligada. La primera y más difundida por los lugareños es el homenaje al apóstol San Andrés, quien fue pescador.
No obstante, en la religión católica la barca es un símbolo de salvación y, a la vez, porque Jesús predicó desde las barcas. Sin olvidar la invariable asociación con el episodio bíblico de Noe y su significativa actuación durante el diluvio enviado por Dios.
Por otro lado, la inspiración del diseño proviene de la primera embarcación occidental que llegó a nuestro continente: la Carabela Santa María.
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Arquitectónicamente colosal
La Barca de la Fe mide 90 metros de largo y 28 metros de alto. A esa altura se encuentran el templo en honor a san Andrés Apóstol y cuatro niveles más.
Su inmensidad, apreciada solo cuando se está frente a ella, tiene la capacidad de albergar a 2 mil personas en el templo y 5 mil en todo el inmueble.
¿Qué tan identitaria es?
Las tierras que hoy ocupan la Barca de la Fe fueron, en principio, un asentamiento otomí anexado al imperio tlaxcalteca. Luego del periodo de conquista, se destinó el espacio para la construcción de un templo católico a partir de 1974; pero no fue hasta mayo de 1984 que comenzó oficialmente la edificación de la iglesia que nos ocupa.
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Si bien consideramos la influencia europea como primordial en este relato, también es importante rescatar los detalles prehispánicos de la obra que enaltecen el reconocimiento por el sincretismo religioso y cultural de la región.
Por ejemplo, entre los símbolos que componen su decoración se identifican los dioses Quetzalcóatl y Ometéotl; números en náhuatl que acompañan a los cuadros de las 14 estaciones del Vía Crucis; el altar, que simula ser una piedra de sacrificio prehispánica y el juego de pelota tradicional en Tlaxco.
No hay misas en solitario
Además de las ceremonias religiosas dominicales, nuestra construcción también funciona como galería.
En la popa del barco se encuentra el museo dedicado al padre Mejía Rojas. Un monumento con su afable rostro y las obras artísticas (pinturas y maquetas de arquitectura) en las que trabajó toda su vida componen este lugar lleno de color y armonía.
Además, una pequeña parte del recinto acoge también a la Galería Hermenegildo Sosa, donde diversas exposiciones de arte (permanentes y rotarias) son presentadas al público con temáticas cercanas a las tradiciones tlaxcaltecas.
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