MÁLAGA. Tras diez años regresa la dirección el español Achero Mañas con el filme Un mundo normal, que junto con el largometraje de Esteban Crespo, Black beach, un thriller sobre las injusticias en África que evidencia la corrupción en el mundo, se presentaron ayer en el tercer día de la 23 edición del Festival de Cine de Málaga, compitiendo por la Biznaga de Oro en la Sección Oficial.
Tras una década sin dirigir una película, Mañas regresó a la gran pantalla con este largometraje, inspirado en la catarsis que él mismo experimentó tras sufrir la muerte de un familiar.
En Un mundo normal, Ernesto, interpretado por Ernesto Alterio, es un director de teatro excéntrico e inconformista que recibe la noticia de la muerte de su madre. Camino al cementerio roba el ataúd para tirar el cadáver al océano como era su deseo. Su hija, cansada de sus locuras, le acompaña con la intención de hacerle cambiar de idea y en el viaje descubrirá que su padre no es ningún loco y que uno debe ser fiel a sí mismo aunque esto, a veces, suponga ir en contra de la opinión de la mayoría.
Esa es la historia del propio cineasta, cuya madre murió y pidió no ser enterrada ni incinerada. “La película tiene un carácter autobiográfico y agradezco a Ernesto Alterio que se haya metido a ese lugar familiar que muchas veces tiene esos círculos concretos a los que es difícil entrar”, dijo.
Mañas explicó que afrontó la película como una mezcla de comedia y drama, intentando que la combinación de ambos géneros esté presente en cada una de las escenas para transmitir exactamente el giro constante y frenético de sentimientos que experimenta una persona cuando se enfrenta a la muerte de una madre, llegando a ser capaz de cometer cualquier locura con tal de cumplir su última voluntad.
Además de Alterio, es protagonista la propia hija del director Gala Amyach, en una película de personajes con un guion abierto, que permaneció en continua construcción durante todo el rodaje.
Sobre por qué pasó tanto tiempo en volver a dirigir, el autor de películas como El bola y Noviembre, aseveró que “son circunstancias de la vida las que me lo han impedido, no había conseguido hacer un proyecto en las circunstancias, en la manera que yo realmente quería, pero en cuanto he podido reunirlas, lo he hecho”.
“Amo mucho el cine, tanto, que no soy capaz de hacer una película si no tiene las condiciones que yo creo debe tener”, remarcó.
Este domingo también se presentó la película Black beach, del madrileño Esteban Crespo, quien ha obtenido más de cien premios internacionales, incluso una nominación al Oscar por su cortometraje Aquel no era yo.
Black beach, un thriller sobre las injusticias en África que evidencia la corrupción en el mundo es definida por el propio mismo como un melodrama con carcasa de thriller de acción elaborado para hacer reflexionar sobre las reacciones del ser humano frente a la traición y las decisiones vitales tomadas ante situaciones límite.
En el Teatro Cervantes de esta ciudad andaluza, acompañado por los actores del filme, Raúl Arévalo, Candela Peña, Melina Matthews, Paulina García, Emilio Buale y Lidia Nené, el cineasta aseguró que para Black beach se inspiró en su propia experiencia personal, concretamente cuando hace años trabajó en un proyecto de cooperación en Guinea Ecuatorial.
Apuntó que en nuestro mundo, “cuando buscas a tus amigos del pasado, algunos tienen hijos, otros se han casado o no, pero en África las cosas son muy distintas, hay muchas injusticias en muchas partes del mundo, y además quise dejar constancia de cómo se hacen presentes algunas de las acciones del pasado”.
Crespo destacó que “el objetivo principal del largometraje es emocionar, divertir, entretener, hacer sentir y reflexionar dentro del disfrute” y aseguró que cuando una persona está involucrada personalmente en una desgracia, su reacción es completamente diferente a cuando la contempla desde fuera.
Black beach, nombre real de una prisión de Guinea Ecuatorial, fue rodada en Ghana, huyendo de los sitios más idílicos y turísticos de África para transmitir la crudeza y la realidad del continente, aunque durante el proceso también se representó a este continente en Madrid, Canarias y Toledo.
El actor español de origen ecuatoguineano Emilio Buale sostuvo que la película formula dos preguntas claves: por una parte, cuál es el valor de la vida de un hombre y por otra, a dónde conduce el continuo afán de poder sustentado por el interés particular.
Todo el reparto viajó a África dos semanas antes del rodaje para que pudieran empaparse de la peculiaridad del lugar. “Este continente transforma a todo el que lo visita. De ahí la importancia de que todos tuvieran una experiencia personal en primera persona con él”, recalcó Crespo.
La actriz Candela Peña afirmó que “el rodaje fue una experiencia alucinante, África ha sido fuerte”, mientras que Raúl Arévalo agregó que “África te atrapa, engancha, hay un poder especial en ese país”.