/ sábado 28 de septiembre de 2024

Cuento: ¿Me has visto?

El turno fue pesado, pero las propinas fueron buenas, con esto completaba para la renta del departamento. Voy a la parada del transporte y, como siempre, mi camión es el que más tarda a comparación de otras rutas, la calle se va quedando sin personas y la noche cada vez es más fría. Me siento observada, es un hombre que se acerca desde la esquina, pienso en alejarme de ahí, pero él ya está muy cerca y si huyo puede alcanzarme sin problema. Estoy firme, de pie, e intento controlar el miedo que comienza a surgir en mí. “No hay motivos para asustarte, parece un tipo normal”, me digo a mí misma.

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-¡Hola! ¿Esperando el camión?

-Sí, así es, ¿tú también? -En realidad no me interesa, sólo quiero tantear sus intenciones porque a pesar de tener buen aspecto me provoca desconfianza.

-En realidad, no, pero te puedo hacer compañía mientras esperas -¿Por qué entonces está aquí? Tal vez espera a alguien o un taxi.

-Te lo agradezco, pero no es necesario.

El hombre aprieta fuertemente los labios, se frota la cara y dice:

-¿No ves que estoy intentando ser amable contigo? Esa no es una manera educada de responder, voy a tener que agilizar las cosas.

Rezo porque aparezcan más personas pronto, pero eso no pasa. -¡Ya te jodiste! -Me lanza un puñetazo y, antes de caer al suelo, pierdo el conocimiento.

Abro los ojos, el recuerdo de cómo estoy aquí intenta anclarme a la tierra y a los escombros en los que despierto en medio de la noche más oscura. Parece una eternidad reunir las fuerzas para levantarme y huir de ese lugar. Por fin lo hago, logro encontrar el camino, ¡qué extraño! las calles por las que caminé ayer se ven muy diferentes hoy. Se supone que estoy cerca de mi casa, me confunde que la fábrica que está a dos cuadras ya no existe y en vez de eso hay más edificios de departamentos. Tal vez me perdí, aún estoy aturdida.

A lo lejos, en el otro extremo de la calle, veo una mujer mayor pegar un cartel en la pared mientras solloza. No puedo explicar el sentimiento que tengo al verla, pero esa ella es lo único que me provoca familiaridad entre una ciudad que de pronto me resulta tan desconocida. La mujer se aleja mientras el cartel y yo quedamos frente a frente a la distancia. Cruzo la calle y miro de cerca. Es un cartel de búsqueda con el título: “¿Me has visto? Ayúdame a volver a casa”. Soy yo…

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Apresuro mi andar hacia el departamento, mi mamá debe estar preocupada por mí, aunque todo parece transformado recuerdo cómo llegar. La puerta está abierta y entro. Allí está ella con las manos entrelazadas, suplicando de rodillas frente al altar y una veladora blanca encendida. Gira la cabeza, se levanta, se acerca hacia mí y me abraza, es mi mamá con una sonrisa y lágrimas.

-¡Hija mía! Yo sabía que algún día regresarías.

No es como la recordaba, tenía el pelo completamente blanco, aunque sin duda es ella. Ahora hace mucho frío y todo está oscuro, pero puedo sentir el abrazo de mi mamá.

El turno fue pesado, pero las propinas fueron buenas, con esto completaba para la renta del departamento. Voy a la parada del transporte y, como siempre, mi camión es el que más tarda a comparación de otras rutas, la calle se va quedando sin personas y la noche cada vez es más fría. Me siento observada, es un hombre que se acerca desde la esquina, pienso en alejarme de ahí, pero él ya está muy cerca y si huyo puede alcanzarme sin problema. Estoy firme, de pie, e intento controlar el miedo que comienza a surgir en mí. “No hay motivos para asustarte, parece un tipo normal”, me digo a mí misma.

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-¡Hola! ¿Esperando el camión?

-Sí, así es, ¿tú también? -En realidad no me interesa, sólo quiero tantear sus intenciones porque a pesar de tener buen aspecto me provoca desconfianza.

-En realidad, no, pero te puedo hacer compañía mientras esperas -¿Por qué entonces está aquí? Tal vez espera a alguien o un taxi.

-Te lo agradezco, pero no es necesario.

El hombre aprieta fuertemente los labios, se frota la cara y dice:

-¿No ves que estoy intentando ser amable contigo? Esa no es una manera educada de responder, voy a tener que agilizar las cosas.

Rezo porque aparezcan más personas pronto, pero eso no pasa. -¡Ya te jodiste! -Me lanza un puñetazo y, antes de caer al suelo, pierdo el conocimiento.

Abro los ojos, el recuerdo de cómo estoy aquí intenta anclarme a la tierra y a los escombros en los que despierto en medio de la noche más oscura. Parece una eternidad reunir las fuerzas para levantarme y huir de ese lugar. Por fin lo hago, logro encontrar el camino, ¡qué extraño! las calles por las que caminé ayer se ven muy diferentes hoy. Se supone que estoy cerca de mi casa, me confunde que la fábrica que está a dos cuadras ya no existe y en vez de eso hay más edificios de departamentos. Tal vez me perdí, aún estoy aturdida.

A lo lejos, en el otro extremo de la calle, veo una mujer mayor pegar un cartel en la pared mientras solloza. No puedo explicar el sentimiento que tengo al verla, pero esa ella es lo único que me provoca familiaridad entre una ciudad que de pronto me resulta tan desconocida. La mujer se aleja mientras el cartel y yo quedamos frente a frente a la distancia. Cruzo la calle y miro de cerca. Es un cartel de búsqueda con el título: “¿Me has visto? Ayúdame a volver a casa”. Soy yo…

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Apresuro mi andar hacia el departamento, mi mamá debe estar preocupada por mí, aunque todo parece transformado recuerdo cómo llegar. La puerta está abierta y entro. Allí está ella con las manos entrelazadas, suplicando de rodillas frente al altar y una veladora blanca encendida. Gira la cabeza, se levanta, se acerca hacia mí y me abraza, es mi mamá con una sonrisa y lágrimas.

-¡Hija mía! Yo sabía que algún día regresarías.

No es como la recordaba, tenía el pelo completamente blanco, aunque sin duda es ella. Ahora hace mucho frío y todo está oscuro, pero puedo sentir el abrazo de mi mamá.

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