Laborando entre el olor a hojas antiguas, pegamento y otros materiales que utiliza para reparar los libros, Leticia Gómez Corona, quien labora en la Biblioteca Central Miguel N. Lira, da una segunda oportunidad de vida a los ejemplares que por el uso se han desgastado, roto o despastado. Les hace un “chequeo médico” para saber de qué adolecen y poder repararlos para estar al servicio de quienes todavía los consultan.
A propósito de la celebración del Día Internacional del Libro, que es conmemorado este 23 de abril a nivel mundial con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor, recuerda que son 10 años de realizar esta labor que solo ella hace, pues en las más de 100 bibliotecas públicas que existen en Tlaxcala ninguna otra persona los repara.
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Su labor es tan importante como la de un libro, pues sin ella los ejemplares más antiquísimos tendrían como destino el desecho.
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Mientras repara el libro “México en el derecho internacional contemporáneo”, de José Muñoz Cota, publicado por Editorial Castalia, 1964, recuerda que hace 10 años inició este trabajo de manera empírica.
Nadie me enseñó, tuve que aprender del ensayo y error, así como de los manuales con los que cuenta la biblioteca, pero amo mi trabajo, me da paz y calma, explica.
En entrevista con El Sol de Tlaxcala, refiere que los responsables de las áreas ven qué libros están en mal estado y los llevan con ella, y si le faltan hojas contactan con las demás bibliotecas para saber si tienen ese título, toman una fotocopia y completan las páginas.
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Una vez que cuenta con todo para repararlo, dice que determina cuál es la técnica que le va a aplicar al libro; es decir, si necesita costura cruzada, pegada o amarre, además de que debe tomar en cuenta si la pasta es rústica, delgada o gruesa, es decir, cartón rojo o gris.
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En su oficina de escasos dos metros, la cual está decorada con imágenes de flores para reconfortarla, comienza a retirar el pegamento del lomo del libro con una plegadera y, después, aplica la técnica en la prensa manual, donde sostiene el libro para hacerle marcas con la segueta para introducir el hilo de algodón. Después lo seca y aplica más pegamento. Ya seco, corta el sobrante de los hilos y posteriormente coloca las guardas, es decir, las hojas que van pegadas al libro y al lomo.
Existen libros que son pesados y necesitan más refuerzo por su grosor, a esos les coloco tarlatana y cabezada, en ambos extremos, para reforzarlo; una vez hecho eso, le coloco la pasta y listo, el libro está preparado para seguir consultándolo,enfatiza.
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Mientras coloca las pastas de otro ejemplar de aspecto viejo por el color casi marrón de sus páginas, explica que las hojas rotas también las repara, eso con un injerto de papel china, el cual no se nota con el pegamento especial de encuadernación que le colocan, además de que es transparente y se sigue viendo el texto, pero –advierte- debe hacerse con mucho cuidado para que no se note.
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Eso sí, la originaria de San Martín Texmelucan, Puebla, reconoce que con la tecnología ha logrado rehabilitar algunas portadas, pues algunas ya son digitalizadas y solo las coloca, con lo que parece que vuelven a la vida. Sabe que merecen un buen trabajo y darles esa oportunidad para que sean útiles, por eso es lo que busca en cada trabajo que hace.
SU FAMILIA LA RECONOCE
Madre de tres hijos, asevera que todos ellos reconocen la labor que hace, además de que les gusta esa actividad. En ocasiones les manda fotos del antes y el después, lo que los deja maravillados.
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De manera inquisitiva –acepta- la cuestionan sobre si eso no la aburre, a lo que responde que no.Decoré mi espacio como a mí me gusta y para sentirme mejor, pues considero que de eso depende que alguien realice mejor su trabajo.
De momento, rememora que el libro más antiguo que le ha tocado reparar fue el de “Técnica agraria, algunas consideraciones acerca del problema agrario”, de Francisco Loria, de alrededor de 1940, que es de colección especial, el cual le llevó varios días.
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Al final, entretejiendo sus dedos cubiertos con guantes de látex, exhorta a los padres de familia a que enseñen a sus hijos a cuidar y respetar los libros, pues en su labor le ha tocado ver cómo los maltratan y rompen, lo cual no es una buena práctica, pues un libro es algo invaluable por el gran conocimiento que aporta.
- De cinco días hasta varios meses le toma reparar un libro, pues todo depende del daño que haya sufrido.
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