Hernán Cortés, primer padrote de América Latina

Duverger es racista o nunca leyó correctamente la historia de México, Tlaxcala

Colaboración Especial de Willebaldo Herrera

  · miércoles 11 de octubre de 2017

Fragmento del mural “Negociaciones con los españoles”, de Desiderio Hernández Xochitiotzin

O Duverger es racista o nunca leyó correctamente la historia deMéxico, Tlaxcala y, el colmo, de América Latina. No por seregresado de la Sorbona amanece más temprano, históricamentehablando.

Venir a Tlaxcala a proponer la “purificación ideológica” de Hernán Cortés, a justificar la peor de lasesclavitudes colonizadoras como proceso humanista y hablar de“amor” por la Malinche, significa adulterar la historia de lamanera más arbitraria y carente de ética intelectual.

Lo deDuverger fue poner la historia como propaganda al servicio delEstado español como lo hacían los antiguos escribanos melosos ysumisos de la Corte y su bien pagada “conferencia” se puedeinterpretar como una expresión discursiva a la altura de unaplañidera medieval llorando en beneficio del cadáver delextremeño.

El discurso ideológico de Duverger es anacrónico, porpromonárquico, inclinado adrede por lo hispano. También estotalmente eurocéntrico.

Reaccionario como el de Vargas Llosaque se opone a la liberación de Cataluña, apoyando a Rajoy y alRey Felipe, dado que el peruano se siente crispado por la virtualfuga de capitales de esa provincia autónoma, derechista consumadole asquea la idea de libertad y el derecho a hacer su propia vidaeconómica, política y cultural.

Que el heroico pueblo catalán sesacuda el yugo de la burguesía surgida de Cádiz en 1812 y que lapoderosa región vasca pueda hacerle más grietas constitucionalesa la Monarquía parasitaria, envuelta en la más escandalosacorrupción de su historia, es lo que lo atemoriza.

Por principio, poner como salvador de los indígenas a Cortéses una licencia retórica grotesca.

La esclavitud de losnativos-mano de obra gratuita- fue una de las bases primordialesde la conquista para trabajar la tierra, explotar las minas,construir ciudades coloniales, armar embarcaciones, ir como carnede cañón a las guerras en el norte y el sur del país.

En pocaspalabras, se trató de una empresa genocida del Imperio españolllevada más allá de sus fronteras que no tuvo compasión nirespeto por la población indígena. Hitler lo supo: un mausoleonazi en su honor no se construye con ladrillos sino con loscráneos de sus víctimas, como confesó a su arquitecto favorito,Albert Speer.

Llegar a decir que Cortés evitó que otros “españolespeores” llegaran aquí, comparándolos con los “buenos” queél encabezó, es una patraña que no se traga ni un niño de 12años. Que explique Duverger las terribles matanzas ordenadas porPedro de Alvarado y Portocarrero; que justifique porqué y cómoCortés ordenó que fueran cruelmente asesinados Xicohténcatl elJoven y Acxotecatl Cocomitzin, capitanes tlaxcaltecas admirados porsus tropas y temidos por los aztecas. Uno era hijo de Xicohténcatlel Viejo, el otro padre del niño Cristóbal, que serábeatificado, mientras su padre Acxotécatl Cocomitzin quedará enla memoria colectiva como infanticida, autoviudo y hereje, como uncriminal de guerra, totalmente indefenso, gracias a Cortés y lossuyos.

¿No fue esta acaso la primera y más grande traicióncometida en contra su principal aliado, el huehue de Tizatlán?Solamente Maquiavelo entendería este giro hipócrita del queasesinó, ahorcándola con sus propias manos, a su amante, la“Marcaida”, en Coyoacán; porque a Duverger es claro que lefascinan y lo seducen los casos patológicos del poder político,como Hernán Cortés. Más que intelectual francés en el sentidoclásico y liberal de la palabra parece empleado del consuladoespañol en México.

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Duverger fantasea con la figura de Cortés, le corta un traje ala medida de “humanista” y lo tilda de visionario, porquesegún él, Cortés ya sabía de los maltratos cometidos por lossoldados españoles en contra de los nativos, lo que “quisoevitar” antes de que fuera autorizado a venir a América.

Falaciadescomunal porque no existe en la historia de las conquistas esa“visión anticipada”, esa epifanía, quiero decir, esa“revelación”, al menos que Cortés haya sido un místicoalucinado por el ayuno y la soledad o haya mandado un dron aespiar, no siendo este el caso.

Fue un militar matarife como tantosotros que han existido, ¿si no cómo entender la forma en que ungeneral se apodera de otro país y sus riquezas, sin tenernecesidad de recurrir a las matanzas en masa? ¿Con discursosdemagógicos? Por favor.

Ni Alejandro el Magno, que era unexcelente orador, formado por Aristóteles, hubiese logrado lo que logró con puras palabras. Hasta “Bucéfalo”, su legendariocaballo, mató a patadas a cuanto enemigo se cruzó por su camino yel de su amo en las refriegas bélicas. Napoleón tuvo que recurrira hermosas mujeres utilizándolas como espías políticas en lasalcobas íntimas y obtener así información de sus peligrososenemigos.

En efecto, a mi parecer, la Malinche, ha sido injustamenteconsiderada traidora por doble partida, por la deslealtad a su razay por servir de intérprete de lenguas, que eso significairónicamente la palabra traditore: traidor, traductor, pues.Cuando digo que Hernán Cortés fue el primer padrote de América,es porque él fue el primero en seducir, usar, maltratar y regalarcomo si fuera un animal a su fiel aliada, amante, espía y, sobretodo, eficiente traductora.

Le salvó varias veces la vida, sinembargo, la condenó al olvido. La Malinche murió aplastada poruna pared que se derrumbó encima de ella, como si fuera otradamnificada de este trágico 2017.

Explico su estratégica importancia, el lenguaje indígena eradel orden cosmogónico y el lenguaje español era del ordenmilitar, entre uno y otro hay sustantivas diferencias, diferenciascualitativas que hicieron de ella el puente lingüístico ypsicológico que unió dos continentes.

Ese es el enorme valorgeopolítico de la Malinche, no el de la simple traidora. Estefenómeno se está estudiando actualmente en una universidad deBélgica y en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.Porque sin ella, simplemente no hay conquista. Como tampoco hubiesehabido cristianismo sin Judas.

Es decir, el opuesto fatídico ynecesario a la figura noble y el sacrificio de Cristo. Un planeadodrama dialéctico entre el bien y el mal, sin el cual tampocoexistiría la Biblia.

Que Cortés no quería cambiar la estructura prehispánicasocial y que practicó un humanismo sui generis. ¿Entonces que elacadémico francés se explique a sí mismo por qué la Ciudad deMéxico pasa por la peor de sus crisis? La respuesta, si es que laignora, es que Cortés mandó sepultar todo Tenochtitlán yconstruir con sus escombros la capital de la Nueva España en mediode un ¡gran lago!, de puro lodo, sin tierra firme, motivo por elcual la ciudad cada día que pasa se hunde más; porque ademáspara el colmo de sus males la ciudad fue construida en zona desismos, temblores y erupciones volcánicas. Fue una orden soberbiay estúpida la dada por el “ingeniero hidráulico” Cortés,pero también una forma de llamar la atención del Rey de Españapara que reconociera sus méritos y recibiera los premios yreconocimientos máximos como conquistador europeo: oro, tierras,esclavos, castillos, barcos, armas, escudos y títulos nobiliarios.¡Admirable humanismo¡

Para qué hablarle de la destrucción de nuestra invenciblerepública a Duverger.

Porque hay que recordar que Tlaxcala teníasu propio proyecto autónomo de nación indiana, de crecimientofuturo, un proyecto singular, admirable por su fuerza unitaria,compacta de organización social, que hasta el mismo Juan JacoboRousseau se impresionó cuando supo de su existencia. La conquistaespañola lo destruyó mediante el dominio militar, los brutalesencomenderos, la evangelización franciscana y la migraciónobligada hacía lo desconocido, un tajo cultural que nos dejó alpaso de los siglos más aislados de lo que ya estábamos. Hoy losempresarios españoles tienen miles de empresas regadas por todo elpaís, pregunto: ¿Cuántas de ellas existen en Tlaxcala?¿Cuántos de ellos se acuerdan de su deuda histórica con nuestroestado? Lo último: nuestras dos, únicas, lenguas originarias, elnáhuatl y el otomí, languidecen frente al español escolarizadoy el inglés global. Pronto un microchip sustituirá nuestramemoria colectiva.

Y las famosas prerrogativas españolas a favor de lostlaxcaltecas no fueron más que otro asalto en despoblado. Esosfavores imperiales de “primos” no evitaron la invasión y eldespojo de sus tierras y el abigeato de sus animales por parte deellos; las masacres de indígenas tlaxcaltecas en San Luis Potosípara despojarlos de las minas de oro que les tocó en suerterecibir de manera legítima; los castigos corporales, multas ycárcel por burlarse de ellos durante la celebración del carnaval;la cruenta colonización del norte “bárbaro” en donde murieroncientos de guerreros, niños, ancianos y mujeres; la construcciónde ciudades fastuosas como Puebla; al final, lo único que seobtuvo fue el olvido total de España por Tlaxcala. Apoyarlos,curarlos, alimentarlos y protegerlos fue posible gracias a lasangre, el sudor y las lágrimas de los tlaxcaltecas. Cortés fuetan cobarde militarmente hablando pues siempre se rodeó por loscuatro flancos de guerreros tlaxcaltecas, los más valientes yletales, se cuidó más que una quinceañera en la toma deTenochtitlán. Queda claro entonces que ellos fueron los traidores,no nosotros.

Y que venga hoy el doctor Christian Duverger a pedirnos que“revaluemos a Cortés”, la respuesta es simple: los que debenrevaluarlo son los propios españoles, porque ya cerca de“celebrar” los 500 años de la conquista todavía seavergüenzan de él. Por algo será. Le hacen “homenajes” entresombras y pudores. Me consta que padecen la misma vergüenza quelos alemanes cuando se ven obligados a aceptar que fueron parte deun genocidio sin nombre, cometido en contra de los judíos.

Nunca pensé que tuviera que decirlo: pero con conferencistastendenciosos como Duverger pronto tendremos que solicitar labeatificación también de don Hernando. Por cierto, ¿dóndeestán los especialistas que defiendan hoy nuestro pasadoindígena? Otra: en Tlaxcala faltan historiadores y cronistas querealmente estudien y cuestionen la historia de Tlaxcala y México.Tenemos puros aficionados, adictos a los actos culturales de todotipo con selfie obligada, trilladas efemérides cívicas y culto ala personalidad política y el disfrute de suculentos cocteles.Ante tanta miseria moral y sumisión intelectual -claro, hay una odos excepciones locales-, hay días que me dan ganas de sacar a losguerreros tlaxcaltecas de sus tumbas para iniciar una nueva luchade resistencia civil al lado de ellos, frente a todo aquello queamenaza nuestra dignidad ciudadana, nuestra identidad y nuestropasado.

Aquí termino: van cuatro “conferencias” organizadas por elAyuntamiento de Tlaxcala y en ninguna he percibido un contenido novedoso o una idea que valga la pena, que aporte algo medular alproyecto de lograr que la ciudad sea declarada patrimonio culturalde la humanidad, fuera de los típicos lugares comunes y lasadulaciones entre invitados especiales y anfitriones.

Ese no es elcamino idóneo para integrar un expediente sólido ante la UNESCO.

El tiempo digital se agota en un santiamén y este tiempotecnológico tampoco perdona


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