Aunque es más conocido por su narrativa, el escritor Benito Taibo también es poeta. La poesía fue el primer género que practicó cuando apenas tenía 16 años y entró a un taller impartido por el escritor Carlos Illescas.
Desde entonces no ha dejado de escribir versos y publicar varios libros de poemas: Siete primeros poemas (1976), Vivos y suicidas (1978), Recetas para el desastre (1987), De la función social de las gitanas (2002) y Escritor y sin embargo amigo (2010).
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Ahora, con la publicación del libro Pasar inadvertido (Seix Barral, 2022), surge la primera antología del pudoroso trabajo poético de Benito Taibo escrito desde 1976 hasta este 2022, mismo que presenta, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
“La poesía no es más que un espejo, en ella nos reflejamos. La poesía está ahí para iluminarnos el día y los momentos oscuros; está ahí para hacernos encontrar ese imprescindible reflejo de la otredad que nos hace mirar al mundo con ojos nuevos”, comenta Benito Taibo cuando se le pregunta sobre su percepción de la poesía en una charla previa con El Sol de México, en la que habló de esta faceta poco conocida de su obra literaria.
Una vida rodeada de poesía
Y si bien, fue a muy temprana edad cuando Benito Taibo comenzó a escribir poesía, su relación con ella se remonta, según cuenta, a sus recuerdos más infantiles: “En mi casa se decía poesía en voz alta todo el tiempo. Mi madre constantemente hacía largas parrafadas de poesía de la generación del 27, de los Siglos de Oro y mucho más, por lo que la poesía me entró por los oídos y ha sido una compañera fiel y maravillosa durante toda mi vida”, relata escritor.
Este primer acercamiento sólo fue el inicio de una vida rodeada de poesía, pues por el mismo trabajo de su padre, el escritor de origen español Paco Ignacio Taibo I, su casa siempre estuvo rodeada de poetas, con quienes entabló una profunda amistad y aprendió muchas lecciones en torno al quehacer poético: Efraín Huerta, David Huerta, Juan Gelman, Luis Rius, Ángel González, por decir algunos.
Pero de todos ellos, Benito menciona con especial tono a José Emilio Pacheco, quien le dio uno de los mejores consejos que ha recibido en materia de creación poética.
“Él me dijo ‘Benito, para la poesía hay que tener un lápiz que tenga la punta muy afilada por un lado y una goma inmensa por el otro’. Es un consejo que, en apariencia, podría parecer muy sencillo pero es importantísimo, hay que escribir mucho y corregir mucho más. Un poco con la lógica de que la poesía es el alambique de las palabras, vas metiendo las palabras para dejar luego sólo las necesarias, sin hacer alardes estilísticos o buscar palabras comprometedoras. Yo pretendo tener una poesía lo más clara, concreta y directa posible.”, recuerda Benito Taibo.
Homenaje a quien fue
Convencido de que la poesía es un género que cada vez acrecienta más el interés de los lectores, Taibo se siente muy complacido con la publicación de este libro, cuyos poemas más antiguos, asegura, permanecen intactos.
“Casi no toqué esos poemas porque estaba convencido de que si lo hacía el muchachito de 20 años vendría a reclamarme el que cambiara su sentir. Es por eso que en honor a ese que fui, dejé mucho de lo que surgió en su momento. Aunque, reconozco, fue complejo verme en ese espejo del que fui y descubrir que era otro, que he ido creciendo y que ahora me duelen partes del cuerpo y del alma que no sabía siquiera que existían”.
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Reconoce también que su proceso creativo ha cambiado a lo largo de los años. En primera, porque el tiempo que ocupa escribiendo narrativa es muy amplio y, en segunda, porque antes el joven Benito “era muy puntilloso”, para no caer en la tentación del común error de la imitación, y porque siempre ha reconocido a “la poesía como un arte mayor” que practica con pudor; sin embargo, afirma que la poesía es un género que pretende seguir escribiendo hasta que la pluma de la vida lo permita.