/ domingo 10 de septiembre de 2017

Conoce a Joumana Haddad, la poeta árabe que abraza la libertad del deseo

Joumana Haddad no escribe sobre la mujer deseada, sino sobre el deseo de la mujer

En un mundo donde la hipocresía, el miedo a ser uno mismo y la intolerancia son las notas que marcan los conflictos íntimos y públicos, Joumana Haddad (Beirut, Líbano, 1970) predica y ejerce su derecho, el de las mujeres y el de los humanos en general, a expresar con libertad sus deseos, sin miedo y sin condena.

 

Joumana es una poeta árabe, esbelta, de cabello rizado y mirada profunda. Es políglota, guapa y elegante. Podría ser una musa, pero prefiere ser ella la que salga en busca de capturar el rayo de la poesía. Desde una región donde habita el estereotipo más cruel e injusto de la mujer sumisa, sus versos se lanzan llenos de sensualidad. Joumana Haddad no escribe sobre la mujer deseada, sino sobre el deseo de la mujer. Es poeta de versos explícitos, escritos desde un país que la odia y que ha encontrado formas de expresarle ese odio.

 

Pero es también una inspiración. Lleva tatuada la palabra “libertad” en el brazo izquierdo. Haddad es la primera mujer responsable de la sección cultural de An Nahar, el periódico más importante de Líbano. Fundó el proyecto editorial de Jasad, una revista que desafió por primera vez las tabúes de la sexualidad y el cuerpo en el mundo árabe. Es sobre todo autora de libros “escritos con las uñas”, que defienden el sensato derecho de tener mujeres libres en el mundo. Desde 2014, está considerada dentro de las 100 mujeres árabes más influyentes de la región.

 

Se quedó a vivir en su natal Beirut porque cree que es esa la manera de continuar la lucha que le apasiona, aunque sabe que si no viajara constantemente, su vida ahí sería imposible. Recientemente, Joumana estuvo en México para participar en encuentros con lectores mexicanos de todas las edades. Concedió un día de entrevistas en una librería de la Ciudad de México, donde atendió con paciencia y en un español claro y transparente a los medios mexicanos.

 

Ella misma ha ejercido como periodista, así que entrevistarla significa cruzarse con la calidez y entusiasmo con las que expresa sus ideas. Es consciente del enorme peso de cargar no solo con su propia voz, sino con las de otras: “Hay muchas mujeres en el mundo árabe que no tienen la posibilidad de tener una voz. A veces, esas mujeres me dicen que yo soy su voz. Eso me da un sentido de gran responsabilidad, pero también estoy convencida de que ser la voz de otros no es suficiente. Es muy importante inspirar a los demás para que encuentren sus propias voces y las utilicen”.

 

Encontrar esa voz, asegura, es la manera para combatir la hipocresía del mundo, una forma de quitarle a los otros el poder que les damos de influir en nuestras vidas: “si decido que lo que hago tiene que complacer a todos, les doy mucho poder. Yo decidí que no me importa. Lo que me importa es satisfacer mi sed de verdad. Debemos tener el valor de ser auténticos, sin que nos importe el prejuicio de los otros. Es así que empieza nuestra libertad. Claro que hay un precio que pagar, pero merece la pena pagarlo si lo comparamos al lujo de ser libres.”

Foto: Eduardo Loza

 

EL CUERPO COMO PROVOCACIÓN

 

Beirut está ubicada a 30 kilómetros de la remota Biblos, la ciudad más antigua del mundo, que es también origen de la palabra griega “biblion” (papel, tableta para escribir), a su vez diminutivo de “biblos” (libro). Fue aquí desde donde los fenicios zarparon para exportar al mundo el alfabeto y la palabra escrita. En los libros de Joumana resuena ese lenguaje iniciático. Es su amor por los libros lo que la convirtió en una poeta que habla y vive con plena libertad, sin negociar nunca con ese derecho; una mensajera que con su vida y oficios comparte la idea de que la única revolución posible es no traicionarse a uno mismo. Que la verdadera transformación está en “destruir lo que conocemos para construir juntos, hombres y mujeres, algo mejor”.

 

Cuando Joumana tenía cinco años, comenzó en Líbano la guerra civil que azotaría su país durante los siguientes 15 años. En ese ambiente hostil, donde las fuerzas cristianas, musulmanas y seculares ponían sangre y fuego para ganar cada centímetro de Beirut, Joumana encontró refugio en la biblioteca de su padre, un hombre tradicional pero ávido lector, que guardaba los libros prohibidos en los lugares menos visibles de su estantería.

 

Pero la niña se las arregló para encontrarlos y abrió así las puertas de la transgresión: a los doce años se cruzó con Justine del Marques de Sade. Fue ese su “bautismo de subversión”, una lectura que le enseñó que “tu imaginación es tu reino. En tu mente, todo está permitido. TODO es posible. Abre las ventanas de par en par, y no temas transgredir ni delirar”. Desde entonces, “las palabras fueron el único método para soñar con esa libertad y expresarla.”

 

Para vivir en libertad, explica Joumana, es necesario romper con el peso de las convenciones con las que nos miramos en el espejo, porque “todo empieza por poseer el cuerpo que tenemos. Sin ese primer paso no podemos ir adelante en esa búsqueda de libertad. El punto de partida es creer en el derecho que tenemos de ser tal como somos. Es mi fe en ese derecho lo que me ha vuelto muy apasionada y también me ha enfurecido, por los tabúes que en el mundo árabe tenemos sobre los temas relacionados al cuerpo.”

 

Por esos motivos fundó en 2003 la revista Jasad (Cuerpo en árabe), primera publicación del mundo árabe dedicada a las ciencias del cuerpo en todas sus dimensiones, desde la estética y social, hasta la erótica y lingüística. Jasad incluía artículos sobre poligamia, virginidad y matrimonios forzados, además de relatos eróticos de ficción o testimoniales. El primer número de la revista se vendió dentro de bolsas negras y se agotó en diez días. Joumana ganó la primera batalla de la censura que vino desde la intolerancia religiosa, pero sucumbió a la doble moral de los dueños del mercado, que eran capaces de anunciarse en revistas de mujeres desnudas, pero preferían no vincular su publicidad con Jasad.

 

Así, la apuesta de Joumana Haddad es por la sinceridad que se convierte en transgresión, pero no de una manera racional, sino de un modo espontáneo e intituitivo, “porque cuando una provocación es un objetivo por sí misma, el efecto no es tan fuerte como cuando simplemente expresas tu verdad, tu naturaleza. Pero también tiene que ser consciente, porque el mundo necesita terremotos. Hay mucha indiferencia en el mundo. La única manera de despertar a la gente de su indiferencia es a veces esa fuerza de transgresión”.

 

Leer a Joumana Haddad desde la perspectiva de un hombre occidental promedio es por lo menos, perturbador. También placentero, porque confronta con ironía y pasión su manera de vivir con las verdades íntimas de nuestros prejuicios. Ella sabe que por esa manera de tocar el fondo de sí misma ha tocado el fondo de otros, aunque su intención ha sido mucho más modesta: “cuando escribo, no pienso en ningún lector. Lo que quiero lograr es ir a lo más profundo de mí misma, para encontrar las verdades que la sociedad y las normas nos impiden revelar y expresar. Todos los resultados son daños colaterales. Escribir es un descubrimiento personal. Después, claro, quisiera compartir ese descubrimiento con los otros.”

 

El eco que produce su escritura se dispara hacia dos direcciones. Una es la que choca con el estruendo de la intolerancia. En Líbano, recibe de manera permanente amenazas de muerte, que lee una vez y luego archiva en una carpeta especial de su computadora. La otra es el susurro de la complicidad que establece con sus lectores: una intimidad que crea un lazo entrañable con hombres y mujeres del mundo de quienes recibe retroalimentación y esperanza. “Eso es lo maravilloso de la literatura: que en las palabras los seres humanos encontramos que tenemos los mismos sueños y sufrimientos. Quizá vividos de manera diferente, pero iguales.”

Foto: Eduardo Loza

 

LA LUZ DEL AMOR

 

Joumana sabe que no se puede cambiar el horror de la realidad con literatura, pero leer “puede transformar nuestra realidad en algo más soportable. Esa es una de las lecciones que me enseñó la literatura: quizá no puede cambiar el mundo, pero sí puede cambiarnos. Y nosotros tenemos la responsabilidad de cambiar el mundo. Nos da la fuerza de ser auténticos. De expresar la verdad tal como es, no como la sociedad quiere que la expresemos. De luchar contra la discriminación, la intolerancia, la injusticia… para mí la literatura es fuente de fuerza. Me dio la posibilidad de ser la mujer que nunca hubiera sido sin los libros”.

 

El amor es el otro motor que la impulsa y la consume. Al mismo tiempo, es consciente de que las relaciones afectivas tienen fecha de caducidad. Se casó a los 20 años para poder escapar de su familia. Tuvo dos hijos, se divorció y se volvió a casar, en una relación que tenía como condición inamovible que cada cónyuge viviera en su propia casa.

 

Joumana lía sus propios cigarros y aprovecha las pausas en sus eventos públicos para fumar. Explica con una sonrisa inolvidable, que perdura en la memoria de quienes la escuchan, la entrevistan o trabajan con ella: “Me descanso en el amor. Es una fuente de fuerza inmensa para mí. El amor de mis hijos, de mi pareja, de los lectores. A veces me despierto y pienso: ¿Porqué estoy haciendo todo esto? Estoy tan cansada… pero entonces llega un correo de una lectora lejana donde me dice: “gracias por escribir lo que has escrito”, o “me has hecho sentir menos solitaria”. De repente me vuelve la fuerza de continuar. El amor es esencial en mi vida.”

 

A donde va, cultiva amor entrañable. De su paso por México, ella misma comparte en sus redes sociales (@JHaddadOfficial) los momentos que marcaron su viaje: “Mirar el eclipse desde lo alto de la Pirámide del Sol, comer gusanos (¡no pregunten!), dos hermosos eventos literarios, un público increíble, innumerables corazones generosos y una sesión de yoga libanesa con el mejor instructor, mi Bachir.”

 

“Escribo con mis uñas, con mi sangre, ofrezco trozos de mi alma y de mi cuerpo al lector”, nos dice esta amante de la poesía. Lo dice convencida de que las palabras existen para salvarnos. A ella la salvaron de una guerra civil y aun hoy, “cuando leo a veces sólo un verso, siento que el día será más soportable”. Se trata pues de “abrir ventanas. Ofrecernos. Ofrecer a los otros ese regalo de nosotros mismos y también encender una luz, porque cuando ofreces tu desnudez das la esperanza de que hay otros que viven lo mismo que tú. Eso puede ayudarles a superar sus obstáculos”.

 

Sobre las revoluciones del mundo árabe, es escéptica con el papel de la mujer. Cuando Joumana explica cómo su país tiene que decidir entre dos monstruos que lo gobiernan, (el autoritarismo o la democracia corrupta) uno se pregunta si su interpretación de la realidad no se refiere a cualquier lugar de la Tierra. Dice de sus compatriotas libaneses que son “los héroes de la negación”, una acepción que describe a muchas sociedades del mundo en vías de desarrollo.

 

Ha pasado del entusiasmo al escepticismo con las revoluciones en Egipto y Túnez porque no entiende la búsqueda de democracia si eso no incluye el respeto a los derechos de las mujeres, “y las propias mujeres caen en la trampa de victimizarse y no hacer lo suficiente para emanciparse. Cuando se habla de libertad, la gente piensa que es algo que conseguimos y ya está. No es así. La libertad y la dignidad son una guerra diaria, porque cada día hay tentaciones de negociar con esa libertad.”

 

De niña, Joumana fue salvada por la literatura. Sabe bien que hay palabras que abren puertas y otras que por no nombrarlas, desaparecen. También sabe que hay palabras que es mejor aprender a decir. Las más importantes son tres y la primera de ellas, NO. “Hay mucha gente que no tiene el valor de decir NO. Hacen su vida viviendo la vida de otros. Eso es muy triste, porque hay sólo una vida y tenemos el derecho de vivirla con dignidad, siendo verdaderos con los otros y con nosotros. Las otras son TE AMO, dos palabras que necesitamos decir mucho más. No sólo a la gente que conocemos, sino también a quienes no conocemos y que necesitan de esas palabras para seguir viviendo con dignidad.”

 

LIBROS QUE SE SALVAN VIDAS

 

En sus libros, conferencias y artículos, Joumana Haddad pone la lupa en los malentendidos que tenemos como sociedad en torno a las mujeres. Para ello, recupera dos figuras de la literatura antigua. Una a la que hay que asesinar y trascender: Sherezada, esa mujer inteligente que prefirió negociar por su derecho a vivir en vez de ejecutar un acto de rebelión. La otra, a quien hay que recuperar, es Lilith, la primera mujer de la creación, quien prefirió no negociar ni someterse a la voluntad de Adán, por lo que pagó el precio de abandonar el paraíso, pero ganó la libertad absoluta e irreductible.

 

En su trilogía Yo maté a Sherezade (Random House, 2011), Superman es árabe (Vaso Roto, 2014) y El tercer sexo (por publicarse en español), Joumana comparte la furia que le provocan esos “inventos desastrosos” que han sumido a la mujer en los lugares comunes que la asfixian: el temor a dios y la religión, la monogamia del matrimonio, la inseguridad violenta de los machos y los clichés de Occidente respecto a la mujer árabe. En esos libros, Joumana reúne confesiones, crónica y poesía para compartir una mirada que abre ventanas insólitas, porque utiliza la sinceridad profunda para ver más allá de los estereotipos y prejuicios con que entendemos nuestra realidad.

 

Además de esos tres ensayos, en México están disponibles cuatro de sus libros, publicados por la Editorial Vaso Roto. Uno es Espejos de las fugaces (2010), donde conjura las palabras para enfrentar el fantasma del suicidio que pesa sobre su familia: cuando tenía siete años, encontró a su abuela muerta, envenenada por su propia mano; mientras escribía el libro, una de sus tías se suicidó. A través de sus versos, Joumana nos conduce de su percepción de la muerte a la interpretación de las intenciones de otras poetas suicidas, como Alfonsina Storni, Marina Tsvietaieva, Sylvia Plath o Ingeborg Bachmann.

 

Los amantes deberían llevar solo mocasines (2011) es un cuento erótico escrito desde una libertad y audacia absolutamente femeninas, en una edición que incluye ilustraciones de José Luis Cuevas; por otro lado, el libro para niños Las siete vidas de Luca (2011), ilustrado por Tamara Villoslada, recurre a la mirada de un niño que nace seis veces convertido en seis seres distintos para hablar de seis desastres naturales causados por el hombre.

 

Su libro más reciente publicado en español es Jaulas (2016), una pieza teatral que enfrenta en escena a un hombre con cuatro estereotipos que son vehículos para el sometimiento de la mujer: una solterona, una prostituta, una musulmana ortodoxa y una joven gorda. La edición en español del libro acaba de recibir el premio Latino Book Awards en la categoría de most inspirational works of fiction.

 

ÉL DICE QUE ELLA DICE

Poema incluido en Superman es árabe. Acerca de dios, el matrimonio, los machos y otros inventos desastrosos (Vaso Roto, 2014)

 

Las mujeres deben cocinar, dice él.

Lo que cocinamos es tu carne, dice ella.

 

Las mujeres son engendros del infierno, dice él.

Bien, así estás advertido, dice ella.

 

En las mujeres no se puede confiar, dice él.

Luego me lo agradecerás, dice ella.

 

Las mujeres deben obedecer a los hombres, dice él.

Luego ponte de rodillas y ruega que me quite la ropa, dice ella.

 

Las mujeres hablan demasiado, dice él.

Cállate y hazme el amor, dice ella.

 

Las mujeres existen para complacer a sus amantes, dice él.

Dame las gracias y lo pensaré, dice ella.

 

Las mujeres se enamoran fácilmente, dice él.

¿Cómo dijiste que te llamas?, dice ella.

 

Las mujeres sólo piensan en casarse, dice él.

No te pongas tenso, dice ella.

 

Las mujeres no saben manejar, dice él.

Recuérdalo cuanto te arrolle, dice ella.

 

A las mujeres no les importa el tamaño, dice él.

Espero que no te lo creas, dice ella.

 

Las mujeres deben ser azotadas cuando se portan mal, dice él.

¿A qué esperas?, dice ella.

 

Las mujeres debe ser atadas, dice él.

¿Dónde está la cuerda?, dice ella.

 

A  las mujeres no les enrollan los rollos de una noche, dice él.

Repítelo mañana cuando me haya ido, dice ella.

 

No esperes que me quede, dice él.

¿Me lo prometes?, dice ella.

En un mundo donde la hipocresía, el miedo a ser uno mismo y la intolerancia son las notas que marcan los conflictos íntimos y públicos, Joumana Haddad (Beirut, Líbano, 1970) predica y ejerce su derecho, el de las mujeres y el de los humanos en general, a expresar con libertad sus deseos, sin miedo y sin condena.

 

Joumana es una poeta árabe, esbelta, de cabello rizado y mirada profunda. Es políglota, guapa y elegante. Podría ser una musa, pero prefiere ser ella la que salga en busca de capturar el rayo de la poesía. Desde una región donde habita el estereotipo más cruel e injusto de la mujer sumisa, sus versos se lanzan llenos de sensualidad. Joumana Haddad no escribe sobre la mujer deseada, sino sobre el deseo de la mujer. Es poeta de versos explícitos, escritos desde un país que la odia y que ha encontrado formas de expresarle ese odio.

 

Pero es también una inspiración. Lleva tatuada la palabra “libertad” en el brazo izquierdo. Haddad es la primera mujer responsable de la sección cultural de An Nahar, el periódico más importante de Líbano. Fundó el proyecto editorial de Jasad, una revista que desafió por primera vez las tabúes de la sexualidad y el cuerpo en el mundo árabe. Es sobre todo autora de libros “escritos con las uñas”, que defienden el sensato derecho de tener mujeres libres en el mundo. Desde 2014, está considerada dentro de las 100 mujeres árabes más influyentes de la región.

 

Se quedó a vivir en su natal Beirut porque cree que es esa la manera de continuar la lucha que le apasiona, aunque sabe que si no viajara constantemente, su vida ahí sería imposible. Recientemente, Joumana estuvo en México para participar en encuentros con lectores mexicanos de todas las edades. Concedió un día de entrevistas en una librería de la Ciudad de México, donde atendió con paciencia y en un español claro y transparente a los medios mexicanos.

 

Ella misma ha ejercido como periodista, así que entrevistarla significa cruzarse con la calidez y entusiasmo con las que expresa sus ideas. Es consciente del enorme peso de cargar no solo con su propia voz, sino con las de otras: “Hay muchas mujeres en el mundo árabe que no tienen la posibilidad de tener una voz. A veces, esas mujeres me dicen que yo soy su voz. Eso me da un sentido de gran responsabilidad, pero también estoy convencida de que ser la voz de otros no es suficiente. Es muy importante inspirar a los demás para que encuentren sus propias voces y las utilicen”.

 

Encontrar esa voz, asegura, es la manera para combatir la hipocresía del mundo, una forma de quitarle a los otros el poder que les damos de influir en nuestras vidas: “si decido que lo que hago tiene que complacer a todos, les doy mucho poder. Yo decidí que no me importa. Lo que me importa es satisfacer mi sed de verdad. Debemos tener el valor de ser auténticos, sin que nos importe el prejuicio de los otros. Es así que empieza nuestra libertad. Claro que hay un precio que pagar, pero merece la pena pagarlo si lo comparamos al lujo de ser libres.”

Foto: Eduardo Loza

 

EL CUERPO COMO PROVOCACIÓN

 

Beirut está ubicada a 30 kilómetros de la remota Biblos, la ciudad más antigua del mundo, que es también origen de la palabra griega “biblion” (papel, tableta para escribir), a su vez diminutivo de “biblos” (libro). Fue aquí desde donde los fenicios zarparon para exportar al mundo el alfabeto y la palabra escrita. En los libros de Joumana resuena ese lenguaje iniciático. Es su amor por los libros lo que la convirtió en una poeta que habla y vive con plena libertad, sin negociar nunca con ese derecho; una mensajera que con su vida y oficios comparte la idea de que la única revolución posible es no traicionarse a uno mismo. Que la verdadera transformación está en “destruir lo que conocemos para construir juntos, hombres y mujeres, algo mejor”.

 

Cuando Joumana tenía cinco años, comenzó en Líbano la guerra civil que azotaría su país durante los siguientes 15 años. En ese ambiente hostil, donde las fuerzas cristianas, musulmanas y seculares ponían sangre y fuego para ganar cada centímetro de Beirut, Joumana encontró refugio en la biblioteca de su padre, un hombre tradicional pero ávido lector, que guardaba los libros prohibidos en los lugares menos visibles de su estantería.

 

Pero la niña se las arregló para encontrarlos y abrió así las puertas de la transgresión: a los doce años se cruzó con Justine del Marques de Sade. Fue ese su “bautismo de subversión”, una lectura que le enseñó que “tu imaginación es tu reino. En tu mente, todo está permitido. TODO es posible. Abre las ventanas de par en par, y no temas transgredir ni delirar”. Desde entonces, “las palabras fueron el único método para soñar con esa libertad y expresarla.”

 

Para vivir en libertad, explica Joumana, es necesario romper con el peso de las convenciones con las que nos miramos en el espejo, porque “todo empieza por poseer el cuerpo que tenemos. Sin ese primer paso no podemos ir adelante en esa búsqueda de libertad. El punto de partida es creer en el derecho que tenemos de ser tal como somos. Es mi fe en ese derecho lo que me ha vuelto muy apasionada y también me ha enfurecido, por los tabúes que en el mundo árabe tenemos sobre los temas relacionados al cuerpo.”

 

Por esos motivos fundó en 2003 la revista Jasad (Cuerpo en árabe), primera publicación del mundo árabe dedicada a las ciencias del cuerpo en todas sus dimensiones, desde la estética y social, hasta la erótica y lingüística. Jasad incluía artículos sobre poligamia, virginidad y matrimonios forzados, además de relatos eróticos de ficción o testimoniales. El primer número de la revista se vendió dentro de bolsas negras y se agotó en diez días. Joumana ganó la primera batalla de la censura que vino desde la intolerancia religiosa, pero sucumbió a la doble moral de los dueños del mercado, que eran capaces de anunciarse en revistas de mujeres desnudas, pero preferían no vincular su publicidad con Jasad.

 

Así, la apuesta de Joumana Haddad es por la sinceridad que se convierte en transgresión, pero no de una manera racional, sino de un modo espontáneo e intituitivo, “porque cuando una provocación es un objetivo por sí misma, el efecto no es tan fuerte como cuando simplemente expresas tu verdad, tu naturaleza. Pero también tiene que ser consciente, porque el mundo necesita terremotos. Hay mucha indiferencia en el mundo. La única manera de despertar a la gente de su indiferencia es a veces esa fuerza de transgresión”.

 

Leer a Joumana Haddad desde la perspectiva de un hombre occidental promedio es por lo menos, perturbador. También placentero, porque confronta con ironía y pasión su manera de vivir con las verdades íntimas de nuestros prejuicios. Ella sabe que por esa manera de tocar el fondo de sí misma ha tocado el fondo de otros, aunque su intención ha sido mucho más modesta: “cuando escribo, no pienso en ningún lector. Lo que quiero lograr es ir a lo más profundo de mí misma, para encontrar las verdades que la sociedad y las normas nos impiden revelar y expresar. Todos los resultados son daños colaterales. Escribir es un descubrimiento personal. Después, claro, quisiera compartir ese descubrimiento con los otros.”

 

El eco que produce su escritura se dispara hacia dos direcciones. Una es la que choca con el estruendo de la intolerancia. En Líbano, recibe de manera permanente amenazas de muerte, que lee una vez y luego archiva en una carpeta especial de su computadora. La otra es el susurro de la complicidad que establece con sus lectores: una intimidad que crea un lazo entrañable con hombres y mujeres del mundo de quienes recibe retroalimentación y esperanza. “Eso es lo maravilloso de la literatura: que en las palabras los seres humanos encontramos que tenemos los mismos sueños y sufrimientos. Quizá vividos de manera diferente, pero iguales.”

Foto: Eduardo Loza

 

LA LUZ DEL AMOR

 

Joumana sabe que no se puede cambiar el horror de la realidad con literatura, pero leer “puede transformar nuestra realidad en algo más soportable. Esa es una de las lecciones que me enseñó la literatura: quizá no puede cambiar el mundo, pero sí puede cambiarnos. Y nosotros tenemos la responsabilidad de cambiar el mundo. Nos da la fuerza de ser auténticos. De expresar la verdad tal como es, no como la sociedad quiere que la expresemos. De luchar contra la discriminación, la intolerancia, la injusticia… para mí la literatura es fuente de fuerza. Me dio la posibilidad de ser la mujer que nunca hubiera sido sin los libros”.

 

El amor es el otro motor que la impulsa y la consume. Al mismo tiempo, es consciente de que las relaciones afectivas tienen fecha de caducidad. Se casó a los 20 años para poder escapar de su familia. Tuvo dos hijos, se divorció y se volvió a casar, en una relación que tenía como condición inamovible que cada cónyuge viviera en su propia casa.

 

Joumana lía sus propios cigarros y aprovecha las pausas en sus eventos públicos para fumar. Explica con una sonrisa inolvidable, que perdura en la memoria de quienes la escuchan, la entrevistan o trabajan con ella: “Me descanso en el amor. Es una fuente de fuerza inmensa para mí. El amor de mis hijos, de mi pareja, de los lectores. A veces me despierto y pienso: ¿Porqué estoy haciendo todo esto? Estoy tan cansada… pero entonces llega un correo de una lectora lejana donde me dice: “gracias por escribir lo que has escrito”, o “me has hecho sentir menos solitaria”. De repente me vuelve la fuerza de continuar. El amor es esencial en mi vida.”

 

A donde va, cultiva amor entrañable. De su paso por México, ella misma comparte en sus redes sociales (@JHaddadOfficial) los momentos que marcaron su viaje: “Mirar el eclipse desde lo alto de la Pirámide del Sol, comer gusanos (¡no pregunten!), dos hermosos eventos literarios, un público increíble, innumerables corazones generosos y una sesión de yoga libanesa con el mejor instructor, mi Bachir.”

 

“Escribo con mis uñas, con mi sangre, ofrezco trozos de mi alma y de mi cuerpo al lector”, nos dice esta amante de la poesía. Lo dice convencida de que las palabras existen para salvarnos. A ella la salvaron de una guerra civil y aun hoy, “cuando leo a veces sólo un verso, siento que el día será más soportable”. Se trata pues de “abrir ventanas. Ofrecernos. Ofrecer a los otros ese regalo de nosotros mismos y también encender una luz, porque cuando ofreces tu desnudez das la esperanza de que hay otros que viven lo mismo que tú. Eso puede ayudarles a superar sus obstáculos”.

 

Sobre las revoluciones del mundo árabe, es escéptica con el papel de la mujer. Cuando Joumana explica cómo su país tiene que decidir entre dos monstruos que lo gobiernan, (el autoritarismo o la democracia corrupta) uno se pregunta si su interpretación de la realidad no se refiere a cualquier lugar de la Tierra. Dice de sus compatriotas libaneses que son “los héroes de la negación”, una acepción que describe a muchas sociedades del mundo en vías de desarrollo.

 

Ha pasado del entusiasmo al escepticismo con las revoluciones en Egipto y Túnez porque no entiende la búsqueda de democracia si eso no incluye el respeto a los derechos de las mujeres, “y las propias mujeres caen en la trampa de victimizarse y no hacer lo suficiente para emanciparse. Cuando se habla de libertad, la gente piensa que es algo que conseguimos y ya está. No es así. La libertad y la dignidad son una guerra diaria, porque cada día hay tentaciones de negociar con esa libertad.”

 

De niña, Joumana fue salvada por la literatura. Sabe bien que hay palabras que abren puertas y otras que por no nombrarlas, desaparecen. También sabe que hay palabras que es mejor aprender a decir. Las más importantes son tres y la primera de ellas, NO. “Hay mucha gente que no tiene el valor de decir NO. Hacen su vida viviendo la vida de otros. Eso es muy triste, porque hay sólo una vida y tenemos el derecho de vivirla con dignidad, siendo verdaderos con los otros y con nosotros. Las otras son TE AMO, dos palabras que necesitamos decir mucho más. No sólo a la gente que conocemos, sino también a quienes no conocemos y que necesitan de esas palabras para seguir viviendo con dignidad.”

 

LIBROS QUE SE SALVAN VIDAS

 

En sus libros, conferencias y artículos, Joumana Haddad pone la lupa en los malentendidos que tenemos como sociedad en torno a las mujeres. Para ello, recupera dos figuras de la literatura antigua. Una a la que hay que asesinar y trascender: Sherezada, esa mujer inteligente que prefirió negociar por su derecho a vivir en vez de ejecutar un acto de rebelión. La otra, a quien hay que recuperar, es Lilith, la primera mujer de la creación, quien prefirió no negociar ni someterse a la voluntad de Adán, por lo que pagó el precio de abandonar el paraíso, pero ganó la libertad absoluta e irreductible.

 

En su trilogía Yo maté a Sherezade (Random House, 2011), Superman es árabe (Vaso Roto, 2014) y El tercer sexo (por publicarse en español), Joumana comparte la furia que le provocan esos “inventos desastrosos” que han sumido a la mujer en los lugares comunes que la asfixian: el temor a dios y la religión, la monogamia del matrimonio, la inseguridad violenta de los machos y los clichés de Occidente respecto a la mujer árabe. En esos libros, Joumana reúne confesiones, crónica y poesía para compartir una mirada que abre ventanas insólitas, porque utiliza la sinceridad profunda para ver más allá de los estereotipos y prejuicios con que entendemos nuestra realidad.

 

Además de esos tres ensayos, en México están disponibles cuatro de sus libros, publicados por la Editorial Vaso Roto. Uno es Espejos de las fugaces (2010), donde conjura las palabras para enfrentar el fantasma del suicidio que pesa sobre su familia: cuando tenía siete años, encontró a su abuela muerta, envenenada por su propia mano; mientras escribía el libro, una de sus tías se suicidó. A través de sus versos, Joumana nos conduce de su percepción de la muerte a la interpretación de las intenciones de otras poetas suicidas, como Alfonsina Storni, Marina Tsvietaieva, Sylvia Plath o Ingeborg Bachmann.

 

Los amantes deberían llevar solo mocasines (2011) es un cuento erótico escrito desde una libertad y audacia absolutamente femeninas, en una edición que incluye ilustraciones de José Luis Cuevas; por otro lado, el libro para niños Las siete vidas de Luca (2011), ilustrado por Tamara Villoslada, recurre a la mirada de un niño que nace seis veces convertido en seis seres distintos para hablar de seis desastres naturales causados por el hombre.

 

Su libro más reciente publicado en español es Jaulas (2016), una pieza teatral que enfrenta en escena a un hombre con cuatro estereotipos que son vehículos para el sometimiento de la mujer: una solterona, una prostituta, una musulmana ortodoxa y una joven gorda. La edición en español del libro acaba de recibir el premio Latino Book Awards en la categoría de most inspirational works of fiction.

 

ÉL DICE QUE ELLA DICE

Poema incluido en Superman es árabe. Acerca de dios, el matrimonio, los machos y otros inventos desastrosos (Vaso Roto, 2014)

 

Las mujeres deben cocinar, dice él.

Lo que cocinamos es tu carne, dice ella.

 

Las mujeres son engendros del infierno, dice él.

Bien, así estás advertido, dice ella.

 

En las mujeres no se puede confiar, dice él.

Luego me lo agradecerás, dice ella.

 

Las mujeres deben obedecer a los hombres, dice él.

Luego ponte de rodillas y ruega que me quite la ropa, dice ella.

 

Las mujeres hablan demasiado, dice él.

Cállate y hazme el amor, dice ella.

 

Las mujeres existen para complacer a sus amantes, dice él.

Dame las gracias y lo pensaré, dice ella.

 

Las mujeres se enamoran fácilmente, dice él.

¿Cómo dijiste que te llamas?, dice ella.

 

Las mujeres sólo piensan en casarse, dice él.

No te pongas tenso, dice ella.

 

Las mujeres no saben manejar, dice él.

Recuérdalo cuanto te arrolle, dice ella.

 

A las mujeres no les importa el tamaño, dice él.

Espero que no te lo creas, dice ella.

 

Las mujeres deben ser azotadas cuando se portan mal, dice él.

¿A qué esperas?, dice ella.

 

Las mujeres debe ser atadas, dice él.

¿Dónde está la cuerda?, dice ella.

 

A  las mujeres no les enrollan los rollos de una noche, dice él.

Repítelo mañana cuando me haya ido, dice ella.

 

No esperes que me quede, dice él.

¿Me lo prometes?, dice ella.

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