A José Vasconcelos le gustaba leer. Y tenía muy clara la idea de por qué y qué emociones despierta en un lector constante e intenso, como era él, la lectura. En “Divagaciones Literarias” (1919), hace cien años, escribió un ensayo al que llamó "Libros que leo sentado y libros que leo de pie". Ahí decía:
“Para distinguir los libros, hace tiempo que tengo en uso una clasificación que responde a las emociones que me causan. Los divido en libros que leo sentado y libros que leo de pie. Los primeros pueden ser amenos, instructivos, bellos, ilustres, o simplemente necios y aburridos; pero, en todo caso, incapaces de arrancarnos de la actitud normal. En cambio los hay que, apenas comenzados, nos hacen levantar, como si de la tierra sacasen una fuerza que nos empuja los talones y nos obliga a esforzarnos como para subir. En éstos no leemos: declamamos, alzamos el ademán y la figura, sufrimos una verdadera transfiguración.”
Y esta pasión la transformó en impulso lector. En 1921 fue Secretario de Educación Pública durante la presidencia de Álvaro Obregón. Dentro de sus tareas educativas, comenzó una campaña en contra del analfabetismo, al mismo tiempo, que ordenó la publicación de libros con altos tirajes y precios muy baratos. Fue una colección de 12 tomos que se conoció como “Los Clásicos verdes”.
Esta colección estaba dirigida a los neo-lectores, aquellos que ya tenían las bases del alfabeto, la lectura y la escritura y que merecían penetrar en el aposento de los grandes autores. Estaban ahí Plutarco, Platón, Plotino, La Ilíada (Homero), Tolstoi…
Su ideal era el de que al llevar estos libros a los padres de familia (padre y madre) y al entenderse en los libros, podrían trasladar a los niños esa pasión lectora, y de ahí formar lectores irremediables en todo el país que, por entonces apenas salía de la Revolución Mexicana…
En adelante muchos otros llevaron a cabo asimismo campañas alfabetizadoras como también en favor de la divulgación del libro y su lectura: Narciso Bassols, fue Secretario de Educación Pública durante los gobiernos de Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez. Fue el impulsor de las llamadas Misiones culturales, básicamente alfabetizadoras y lectoras.
Jaime Torres Bodet quien fue por segunda vez Secretario de Educación Pública (1958-1964) durante el gobierno de Adolfo López Mateos y quien se encontró con un panorama educativo desarticulado, con grandes deficiencias pedagógicas y, sobre todo, con falta de materiales para la educación, sobre todo el libro.
El 21 de mayo de 1959 se lanzó la convocatoria a los escritores y pedagogos del país para que llevaran cabo la redacción de los textos para los libros y cuadernos de trabajo e instructivos para el maestro para los seis grados de primaria. Luego de una enorme convocatoria nacional, el 16 de enero de 1960, entregó en El Saucillo, San Luis Potosí, los primeros libros de texto gratuitos para los dos millones 11 mil alumnos inscritos en primer grado para el periodo lectivo 1960… Leer –decía- es la base del conocimiento y es la base de la pasión por la patria… “Estos son un regalo del pueblo de México para el pueblo de México”, dijo ese día.
Más adelante, durante la gestión de Jesús Reyes Heroles como Secretario de Educación Pública (1982-1985), llevó a cabo una enorme gesta lectora: la edición y coedición de grandes obras mexicanas, de literatura, ciencia, frontera, historia, creación indígena… y las grandes obras contemporáneas en series de cien, como fueron “Cien de México” y “Cien del mundo”… Sin duda “Lecturas mexicanas” que eran libros con tirajes de hasta 90 mil ejemplares a precios populares (9.90 pesos por ejemplar semanal). Hubo, incluso, un periódico de época dirigido por José Emilio Pacheco y el historiador Eduardo Blanquel: “Tiempo de México”…
La idea era llevar hasta el último rincón del país los mejores libros para todos; para padres, madres, trabajadores, campesinos, pescadores… estudiantes y maestros, sobre todo, para que leyeran, para que se encontraran a sí y para que fortalecieran su pasión por la lectura y por lo mexicano así como la divulgación de las virtudes de la lectura. “Si hay libros en una casa, habrá lectores”, decía. Aquello fue un éxito de edición y de distribución. Aquellos títulos aún están vigentes y se han convertido en los clásicos de la edición y la lectura.
Y, bueno. Todo esto viene a cuento porque el domingo 27 de enero pasado, en Mocorito, Sinaloa, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer su “Estrategia Nacional de Lectura”. Con la cual “se busca fortalecer los valores culturales y morales del país”, se dijo ese día.
Eduardo Villegas Mejía, coordinador de la Memoria Histórica y Cultural de México, dio a conocer los tres ejes de esta “Estrategia…”
‘Primero: Será de carácter formativo, en el cual se inculcará el hábito de la lectura desde la infancia y la adolescencia; Segundo: sociocultural, enfocado en que haya títulos atractivos para el público, que se encuentren a su alcance y cuenten con precios accesibles; Tercero: Informativo, campañas para “posicionar la lectura como un hábito que permite sentir y pensar más allá de lo inmediato”.
Todo está muy bien y si se trata de leer. Excelente. Pero también es cierto que se ha probado que la lectura tiene que ver también con el entorno; y formar al entorno lector es parte de ese hábito. Maestros, padres de familia, hermanos, amigos deberán estar en la órbita de la lectura como parte de la vida misma.
Si. Es eso. Leer es penetrar en la intimidad de las cosas, de los hechos de las circunstancias, de la vida misma, la que subyace a nuestra propia vida. Es recuerdo, es necesidad, es imaginación, es dar sentido a los signos que hacen palabras, ideas, y vidas: todas las vidas del mundo ahí, en un párrafo, en una línea, en una palabra puesta a disposición de cada uno de nosotros… Y es cambiar de vida, de comprensión, de lucha por lo justo y por lo permanente.
No se trata sólo de literatura –que es el arte mismo de la imaginación y creación-; también los libros que contienen a la historia, la ciencia, la tecnología, lo exacto y la perspectiva de lo nuevo: todo está ahí, en los libros que corren como tren recorren el interior de nuestras áreas mentales: Broca, Exner, Wernicker, Kussmaul: que generan, conducen, almacenan, interpretan y significan lo que leemos.
Si urge leer. Que todos en México leamos. Libros. Muchos libros. Periódicos. Revistas serias. La búsqueda es permanente y está ahí, en el papel –sobre todo- en la pantalla, en las tabletas o teléfonos: el chiste es apuntarse a la lectura, no para hacerse superior, no para estar por encima de los demás y saber más que los demás: si para ser felices, y para hacer felices a quienes nos rodean…
Y sí: todas las culturas, todas las religiones tienen como principio y fin un libro. Eso es. “Leer –dice Rosa Regas- es antídoto contra cualquier concepción del mundo excluyente y fundamentalista, y un revulsivo contra la violencia, la personal y la de las ciegas violencias que en nombre de Dios o de la patria, quienquiera que sean, tiñen hoy de oprobio y vergüenza buena parte del planeta y de sus habitantes…”
Leer, sí, sobre todo en un país como México en el que, según el INEGI, más de la mitad de los mexicanos no abrieron un solo libro durante el año pasado y casi el 30 por ciento de lectores consumen libros de ‘auto-ayuda’. Y de los mexicanos que leen, dedican apenas 38 minutos a la lectura por sesión. “El 40 por ciento de los mexicanos no tiene libros en casa, el 45 por ciento no lee cerca de los niños, el 64 no lee libros a sus hijos y el 70 por ciento no fomenta en los más pequeños el hábito de asistir a bibliotecas o librerías”
Dice la OCDE que el nivel de comprensión de los alumnos mexicanos de educación básica y media es extremadamente bajo. Y que se lee por obligación más que por gusto, por hábito y por entender lo que ve el que vive…
Pues eso. Si conviene estimular la lectura. Conviene acercar los libros. Conviene hace campañas para estimular el gusto y la necesidad por la lectura. Ya se ha hecho. Pero hoy urge construir un universo lector en el que todas las partes del cuerpo social participen, se responsabilicen, gocen, se entreguen al dulce encanto de la lectura y entiendan que la vida es otra mejor, con la lectura…
Y así, junto a lo dicho por Vasconcelos habremos de terminar un libro. Pasar su última página. Suspirar como en el éxtasis del amor. Mirar al infinito y sabernos otro y otro y otro, miles otros que somos uno, en uno mismo. Eso es. ‘Leer, leer, que canten los gallos de San Agustín’.